jueves, 13 de diciembre de 2018

Primero hay que tener algo que contar

Allá por los días de vino y rosas del primer zapaterismo, y dentro de su visión näif del mundo, se creó el Premio Nacional de Comic. Se podía haber seguido viviendo perfectamente sin él, pero ya saben cuáles eran las batallas culturales y sociales de entonces. Mientras otros premios nacionales se reservan a carcamales y vacas sagradas de su áerea, este del cómic es un premio reservado al compromiso, la tontuna y cualquier cosa que esté de moda.

No es de extrañar que en su última edición haya ido a parar una ilustradora, que es al cómic como un fotógrafo al cine, o como un cono de carretera a la circulación víal. La galardonada es la valenciana Ana Penyas con la obra Estamos todas bien, el primer comic que hace en su vida. Sí, con el primer comic que hace en su vida se lleva el Premio Nacional.

¡Pues seguro que es una obra maestra! Todo lo contrario. La obra carece de cualquier interés y es una burla mayúscula a este género, tanto en la forma como en el fondo. La historia no puede ser más simple y ramplona: es la historia de las dos abuelas de la autora y sus vicisitudes de la vida en la posguerra española, donde no hay nada ni especial, ni destacado, ni que merezca la pena.

Todo esto del cómic -ahora llamado novela gráfica de manera amplia, por eso de lo complejitos- tiene una pequeña burbuja desde hace unos años, cuando las editoriales tradicionales que siempre habían despreciado el medio viraron tímidamente para intentar copar todos lo nichos de mercado. Y no todos los géneros del cómic, no.

Concretamente, ha sido el comic femenino. De autoras, de sus (ego)temas y de chorradas, con varios elementos en común: historias absolutamente romas, y un nivel gráfico deleznable, porque lo importante es transmitir. Hay sellos que editan varios títulos al año imposibles de diferenciar entre sí, por mucho que las autoras y las portadas sean distintas.

Estamos todas bien está publicado por Salamandra Graphic que, según leo en su web, es un sello de la editorial homónima que "nace con la vocación de publicar los títulos más interesantes y representativos de una especialidad que, dentro del mundo del cómic, aglutina los autores que aúnan una gran creatividad plástica con una auténtica proyección literaria de sus textos"

Ajá. Seguro que es el caso de la obra que nos interesa, donde esa "proyección literaria" brilla por su ausencia.  La obra son encadenados de estampitas (recuerden: la autora es ilustradora) sin ningún nexo común salvo el aburrimiento de la vida normal de una persona de esa edad, que se resume así: boda, hijos, ver la tele.

Una página completa de diálogos
Aquí no hay una epopeya de lo cotidiano, ni nada que se le parezca. Son los mismos tópicos sobre las mujeres aderazados de chismes de pueblo -con toques almodovarianos a lo Volver, no en vano una de la abuelas es de Honrubia- y esos hombres que siempre son distantes, o fríos, o tendentes a la violencia. Todos y cada uno de los tópicos son recorridos con absoluta inadidad, la palabra que mejor define toda la obra.

Es bastante evidente que este comic ha sido galardonado con el Premio Nacional por el simple hecho de que tocaba dárselo a la obra de una mujer, la primera galardonada en once años desde su creación. El problema es que no basta con ser mujer para que algo sea bueno, ni tampoco ser un autor reconocido para que todo lo que salga de su pluma sea bueno.

El primer requisito para publicar,  y no digo para galardonar, es tener algo que contar. Así ha sido desde siempre, al menos cuando existía la figura del editor. Contar algo nuevo, diferente o innovador, o quizás lo mismo de siempre pero con un enfoque distinto, que no se haya visto, que sugiera algo. Tener algo que contar, no es tan difícil.

En Estamos todas bien se tira seis páginas para una historieta absolutamente intranscendente sobre un plato de lentejas, y las últimas diez páginas sobre "la vida es aburrida, ¿eh?". Una absoluta tomadura de pelo, otra más de esta ola de cómic escrito por autoras y no se para qué publico, aunque me lo imagino: el mismo que es incapaz de abrir un solo libro, incurriendo en los tópicos más aceptados sobre el medio.
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Muy buen análisis de la función que tuvo Podemos en el éxito de la moción de censura a Rajoy
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Uno de los muchos timos que hay en la minería de carbón es lo de las "explotaciones privadas". Toda la  minería es pública por medio de las subvenciones -a la explotación, al consumo, a las prejubilaciones- y, encima, cuando la empresa quiebra o cierra, el Estado tiene que asumir la recuperación de las zonas afectadas. Aquí un buen y vergonzoso ejemplo. Por supuesto, jamás persigue a los responsables del "negocio".
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Fascinante artículo sobre Samotlor, el yacimiento de petróleo más importante de la Unión Soviética, y todavía hoy un auténtico gigante en su categoría.
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Interesante reportaje sobre la realidad subvencionada del plátano canario.  La mejor subvención es la que no existe: si el plátano canario fuese tan diferente y sabroso, la gente se pelearía por comerlo.

lunes, 3 de diciembre de 2018

(Ultra)Vox tampoco es para tanto


Mientras escribo este post hay varios miles de personas manifestándose por Sevilla y otras grandes ciudades andaluzas al grito de "¡No pasarán!" "¡Un bote, dos botes, fascista el que no bote!" y "¡Fuera el fascismo de nuestras calles!".

Es la prueba más palpable de que, 40 años después del Régimen de 1978, las normas democráticas entran con dificultad en amplias capas de la población, incapaces de asumir que el voto, superado el umbral del 5% del total emitido, produce representación, y que si se apoya el actual régimen democrático hay que asumir que en los Parlamentos regionales y en el Congreso puedan tener representación opciones políticas diferentes.

Por primera vez desde el único escaño logrado por Blas Piñar en la circunscripción de Madrid allá en los albores del actual régimen político, la ultraderecha española entra en un parlamento. Era algo que se venía barruntando desde hacía tiempo, cuando en las últimas elecciones europeas lograron 240k votos y se quedaron a las puertas de un europarlamentario. Han pasado cuatro años, varios procesos electorales, y el partido Vox ha logrado llegar a los 380k votos en Andalucía, un 10% del total, obteniendo 12 escaños que nadie supo anticipar, porque lo de los politólogos de este país solo es una escrecencia más de la mediocridad general.

¿Cómo se logra pasar de no tener representación a 12 parlamentarios? Pues con unas condiciones electorales extremadamente favorables. De entrada, una comunidad autónoma con 36 años de Gobierno ininterrumpido del PSOE, convertido en un partido caciquil que ha torpedeado cualquier investigación sobre la corrupción propia de un ejercicio tan prolongado del poder, hasta el punto que la candidata hacía oídos sordos a las continuas interpelaciones sobre el tema durante la campaña electoral.

Esa misma candidata zafia y ruín que, una vez ganadas las elecciones de 2015, no dudó en intentar el asalto a Madrid, montando un golpe de Estado dentro de su propio partido, para después perder una primarias a las que siempre se negó, forzadas por un Pedro Sánchez expulsado por El Poder por haber querido pactar con Podemos para lograr la Presidencia del Gobierno. En Andalucía han recordado perfectamente cúales eran las prioridades de Susana Díaz respecto a su comunidad autónoma, a la que volvió como si nada hubiese pasado.

Ante la perspectiva de votar a más de lo mismo, después de 36 años en los que Andalucía se ha consolidado como una región del Segundo Mundo, una gran parte de los electores se ha quedado en casa: sólo ha votado 58,36 % del censo, unas cifras que denotan un comprensible agotamiento del electorado, y que han magnificado el resultado electoral de Vox. Si ya 400k votos hubiesen sido un resultado formidable, con tan baja participación se traducen en una ganancia en representación muy alta.

Además, el PSOE de los ERE, el PER, la Universidad gratis por-que-sí, el déficit de financiación y el Estadio Olímpico de Sevilla construido para nada ha recibido un varapalo tremendo, cayendo a un porcentaje de voto jamás visto, en una secuencia histórica que apunta a un cambio de ciclo muy duradero (1982: 52.8% 1986: 47.1% 1990: 49.8% 1994: 38.7% 1996: 44.5% 2000: 44.9% 2004: 51% 2008: 48.4% 2012: 39.5% 2015: 35.3% 2018: 28%).

Por esas cosas del Gran Sur, no hubo adelanto de resultado hasta que estuvo muy avanzado el escrutino, poco antes de las 22:00. Entonces salió el bofetón: primeros resultados, y ya con el 82% contado. Eran prácticamente los resultados definitivos, porque no se iba a mover gran cosa de ahí al final del recuento. Desde ese momento se sabía que Vox iba a sacar 12 diputados, y que prácticamente ninguna combinación de izquierdas daba la mayoría en el Parlamento regional.

Esa era la principal noticia, y donde ha quedado diluida el batacazo del PP, y también en menor medida de Podemos, otra fuerza política agotada en su discurso para iletrados (referencias a series de televisión y afectos incluídos). En el signo opuesto, también ha quedado solapado el fenomenal salto de Ciudadanos, el partido que ha hecho de Cataluña una preocupación central de campaña, demostrando lo mucho que les interesa Andalucía más allá que como granero de votos. Por si hubiese alguna duda después de haber apuntalado al PSOE en sus cuatro últimos años de agonía.

Con el cadáver del gran dinosaurio caciquil todavía caliente, tanto C´s como el PP daban por hecho el pacto con Vox, y hoy el líder del PP ha abundado en que "salvo modificar la constitución, todo es debatible", demostrando el carácter de texto sagrado que ha adquirido la Carta Magna, como si hubiese sido hecho por los ángeles. Tienen el campo abonado para pactos así, porque en la izquierda ya tienen nuevo tema estrella con la puesta de largo de Vox.

Lo que debería ser normalidad democrática -era mucho más anormal que toda la derecha estuviese agrupada en un único partido con representación durante más de 30 años- y que nos "equipara a países de nuestro entorno", se está viviendo con visos de tragedia en este país, precisamente el mismo del que nos dicen los believers del 78 que, en ese momento histórico, España dejó atrás su pesimismo, su leyenda negra, su caspa y, atención, atención, también el franquismo.

Al menos eso último era uno de los fundamentos del actual régimen, basado en un milagro que deja la conversión de los panes y los peces a la altura de un vulgar truco de magia: que con la Constitución desapareció el franquismo, y ahí estaban los resultados electorales para demostrarlo. No, no: simplemente se había subsumido y pervivido en instituciones fundamentales del Estado -que no tuviese representación parlamentaria no significa que no estuviese en los otros dos poderes-, para aparecer cuando llegase el caso.

El catch-all-party que era el PP había llegado a tal nivel de degradación que incluso El Poder lo tuvo que desalojar, so pena de verse también contaminado por lo que era y es simplemente una organización para la comisión de delitos.  Durante muchos años sirvió de canal adecuado para que los ultraderechistas que hay en España se pudiesen presentar como demócratas sin hacer contricción alguna de sus conviciones ultramontanas en temas de fractura como la nación española -un constructo histórico de manual-, el aborto, la libertad sexual o la libertad de expresión. Agotada esa vía por cuestiones endógenas, Vox ya estaba en la recámara ante una oportunidad así.

Ahora, en los primeros momentos de sorpresa de los catetos de siempre ante la constatación de que en España hay ultraderecha, todos señalan a Cataluña como culpable, cuando esa misma ultraderecha se había ido organizando en torno a temas de polaridad como el matrimonio homosexual -que no les quitaba ningún derecho, simplemente lo ampliaba-, el fin pacífico de la última guerra civil española -querían venganza y humillación, y de ahí salió el líder visible del partido-, la inmigración y, en general, todo aquello propio de una sociedad avanzada. No he querido entrar mucho del tema, pero creo que incluso algunos reprochan al feminismo el relativo auge de la ultraderecha.

Y digo relativo porque, salvo una crisis de enemigo exterior -nunca descartable en un país que se empeña en mantener dos plazas fuertes como Ceuta y Melilla-, Vox no tiene margen de crecimiento para llegar al poder en solitario, precisamente por su ideario abiertamente ultra. Si se lee en detalle da risa, salvo que en tres o cuatro puntos -y bastan de sobra- parecen tener las ideas mucho más claras que la izquierda de las Thalessi y los corazones creados con las palmas de la mano.

¿Se creen que esos 400k votantes han leído el programa del partido en el que han depositado su voto? Si no lo hace el votante de un partido tradicional, mucho menos lo va a hacer el de uno que apela a sentimientos primarios, básicos y del régimen anterior. Han votado a un partido que parece tener algo que decir en la inmigración -Andalucía es sitio de frontera social, económica, religiosa y cultural-, y sobre el modelo territorial de España, mientras el resto de formaciones están todavía con lo de federal, nación de naciones, sí pero no, todos tienen derechos, ningún ser humano es ilegal y demás temas que no resisten un análisis detallado, porque provocan vergüenza.

Es precisamente en esos temas en los que deberían centrarse sus oponentes, y no en ampliar la cobertura de servicios ofertados por la Seguridad Social o en los permisos de paternidad, cacahuetes políticos para consumo de los monos. El surgimiento de Vox va a poner de nuevo en la centralidad de la política los temas que realmente importan al ciudadano, y simplemente por eso habrá merecido la pena, cosa en la que tiene que estar de acuerdo cualquiera que crea realmente en el parlamentarismo y el sistema de representación, pero quizás sea una ilusión vacía en un país que se ha fumado la declaración de independencia de un parlamento legítimamente constituido como el catalán.
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Maravillosa entrada en la Wikipedia sobre un fenómeno que también se produjo en España -baste recordar como era la Castellana de Madrid, o la Casa de Pilatos en Sevilla, ahora un Corte Inglés-, aunque más en ciudad que en el campo: porque en el campo no había nada.
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Si le ven algo de valor, que se la lleven los alemanes. Todo es objeto de venta, qué limitado el concepto de patrimonio.
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(cuarto párrafo por el final) Los 20 mejores temas de Bowie que suenan constantemente por las radios comerciales de todo el mundo le reportarían a los herederos 2 millones de libras en derechos de autor cada año. Por cada canción.  (Penúltimo párrafo) Considerando que los derechos de autor duran 70 años desde la muerte, sus bisnietos se seguirán beneficiando de la fortuna acumulada.
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Fantástico reportaje sobre Seseña. Siempre me ha parecido que eran unos edificios muy bien construidos. "Y lo cierto es que Valdemoro, que está a cinco minutos, es peor"
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Estatua monumental de Mao en un pueblo de China.  Lamentablemente duró poco.  
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Boom de la construcción residencial en Rusia, que acabará pinchando.
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Maravillosa noticia, que dice tanto: Cantabria planea ampliar su "Parque Científico y Tecnológico", a pesar de que, 9 años después de su inauguración, aún tiene el 44% de su espacio actual disponible.