viernes, 25 de enero de 2019

La brújula del narcotráfico

No estaba desaparecido, estaba traficando
Hay historias que merecen un protagonismo especial, y esta sin duda lo es. Vivimos unos tiempos en que cualquier desaparación, cualquier tiempo en el que no hay "contacto" o comunicación diaria se traduce en angustia, desesperación y, dependiendo de la región, en movilización y recogida de firmas. A veces incluso en cortes de carreteras.

Se debe en parte a la hiperubicuidad falsa que proporcionan las redes sociales y el tener siempre colgando un dispositivo con el que teóricamente siempre puedes contactar, y también se debe a la mayor ociosidad, tiempo libre y a un cierto control social-familiar, una red con la que naces y de la que difícilmente puedes escapar. De esto, en definitiva, va el post.

Poco después de empezar el año llegaba a las noticias locales de Gijón (Asturias) una historia muy típica de una ciudad envejecida: un anciano había desaparecido. Al contrario que en los numerosos casos de gente con alzheimer que se desorientan y no son capaces de volver a su domicilio, y que lamentablemente acaban muriendo a la intemperie, esta vez se trataba de un patrón de barco.

No un anciano que ha trabajado toda su vida en la mina o en el bar, sino de un señorito que vivía en el Mediterráneo y que se codeaba con la jetset de la navegación, pero que todavía mantenía a sus hijos en Gijón. Según el relato de los hechos, a principios de este año viajó a Mallorca para "trasladar el velero de uno de sus clientes hasta Italia".

Antes de zarpar, realizó una llamada a uno de los hijos desde un móvil desconocido, y después el silencio durante cuatro días. "No era la primera vez que realizaba un traslado de este tipo. Tiene mucha experiencia y no entendemos qué ha podido pasar". Ante el silencio, los hijos decidieron mover el asunto, lo que a la postre ha sido la perdición del padre.

Como pronto, se ha sabido que el velero no era de ningún cliente, sino de una empresa que los alquila y que tiene expresamente prohibido sacarlos de Mallorca, y que, según los hijos, las autoridades no estaban haciendo lo suficiente para buscar a su padre, un asunto que podría tener más relevancia que la simple denuncia en caliente. Ya lo verán.

"Han pasado ya diez días y sigue habiendo tres personas (por los tres tripulantes) desaparecidas". Eso era el 19 de enero.El 21 de enero ya llevaban recogidas 1000 firmas en change.org para que se investigase la desaparación desde hace ¡16 días! de su padre, que estaba en paradero desconocido a pesar de ir de patrón en un barco con localización por satélite.

Hace dos días apareció. Llamó por un teléfono vía satélite -común en los barcos y también entre montañeros- diciendo que estaba en Sicilia, que la vela mayor del barco se había roto, y que no había podido comunicarse. Que desconocía que lo estuviesen buscando, a pesar de que antes del encargo hablaba con sus hijos a diario. La noticia no daba cuenta de por qué no había llamado antes teniendo a su alcance un teléfono vía satélite, y tampoco por qué no funcionaba la señal de localización del barco.

Daba cuenta de lo habitual para los consumidores de este tipo de informaciones, y seguramente para los 1000 panolis que habían firmado en change.org: que estaba bien, que nadie se había matado o mancao. Un accidente lo podia tener cualquiera, incluso Álvaro Aguirre, no en vano había trabajado durante muchos años en el Salvamento Marítimo de Gijón.

Si bien es cierto que en este inicio del año ha habido importantes temporales en el Mediterráneo, un temporal no te lleva el barco hasta Sicilia. O sí, pero antes pides ayuda. O dices donde estás. O activas la radiobaliza. Lo que parece evidente es que Álvaro Aguirre y sus clientes no querían ser localizados, y que habían alquilado el barco con el rumbo fijo en Italia, como dijo a sus hijos antes de zarpar, contraviniendo el contrato.

Hoy, sin mucha sorpresa para el que siga estas informaciones, se ha publicado que los dos compañeros de singladura de este lobo de mar gijónes son conocidos narcotraficantes, ¡qué sorpresa!. "Antonio y Fernando", según esta otra noticia. No parecen nombres de italianos, y si uno de los hijos sabía los nombres, es porque eran conocidos para la familia.

Álvaro Aguirre, a la sazón 65 años, educó tan bien en las costumbres del mar a sus hijos que estos activaron todo el protocolo en caso de desaparición, incluyendo alertar a todos los servicios de salvamento de la cuenca mediterránea. Lo que no sabían estos es que su padre no había tenido suficientes aventuras en la mar y se había convertido en un narcotraficante en la edad de jubilación.

Podría ser una historia más de esta plaga del narcotráfico, pero esta vez concurren una serie de circunstancias que no hay que dejar de vincular. Hace dos años también desaparecieron, y estos no han sido encontrados, otros dos tripulantes asturianos "muy experimentados". También fue en el Mediterráneo. La embarcación, ¡cáspita y recóncholis!, tampoco llevaba radiobaliza, o si la llevaba la desconectaron. Curiosamente, ¡abracadabra!, también vivían en Mallorca.

Fue en mayo. No había temporales. La embarcación -un barco clásico de 1937, definida como "imponente"- no ha aparecido. Ni un puto rastro, ni una cuaderna que llega a una playa, ni un mástil: nada. Desaparecido totalmente, como si estuviese hecho de plomo y se hubiese hundido hasta el fondo. Para la Navidad de ese año, su familia ya los daba por muertos e iniciaba los trámites legales para que fuesen reconocidos así.

Hace mucho tiempo que el que quiere ver se da cuenta de las noticias del narcotráfico. Los desaparecidos, los muertos, las casualidades, y la geografía caprichosa que hace que siempre salgan los mismos lugares, las mismas gentes, los mismos hábitos. Que ni la Policia ni la Guardia Civil iniciasen la búsqueda de este último desaparecido indica claramente el grado de implicación de las autoridades, y si no repasen las noticias casi diarias de corrupción por narcotráfico en Algeciras y otros lugares sensibles.

Muy bien. Se puede entender el trasiego de droga en Algeciras y también en Mallorca, que en temporada alta es un hervidero de barcos que van y vienen, y de los muchos clientes del turismo hedonista del que vive la isla, pero ¿qué pinta Asturias aquí? ¿Hay alguno que se pueda creer que es casualidad?

Estamos hablando de la misma región donde han aparecido fardos de cocaína flotando en la playa de Gijón en plena temporada turística, tanto en 2011 como el año pasado. Y esas son las operaciones que salen mal, que suelen ser la inmensa minoría. A mí no me parece nada casual que en los dos casos de veleros desaparecidos en el Mediterráneo los dos patrones fuesen del mismo lugar, en absoluto.

Refleja un modus operandi, y una familiaridad. Lo que se llama comunmente una red. Una Mafía instalada, con conexiones, colaboradores y autoridades que miran a otro lado. ¿Quien va a sospechar de esa gente intachable, uno de ellos trabajador durante décadas de Salvamento Marítimo? Pues hay que sospechar todo, y ahí están los hechos para demostrarlo.

Fíjense si no en esta noticia, que apenas tuvo seguimiento en su día, como si todos los días se incautasen 1850 (mil-ochocientas-cincuenta) toneladas de cocaína en alta mar. La clásica operación de trasbordo de cocaína de un barco a un velero lejos de las costas, para no llamar la atencion. Sin entrar en ningún detalle más, se dice que fue "el Servicio de Vigilancia Aduanera el que comenzó a sospechar del velero hace cuatro años, cuando arribó al puerto de El Musel (Gijón)"

¿Cómo? ¿Un velero sin mayor significación llega a un puerto de mala muerte y eso hace sospechar a las autoridades, que cuatro años después realizan una incautación de récord? ¿Algún periodista que vaya a comprobar en los libros de registro cuantas veces pasó el "Pepper Sauce" por el puerto en ese tiempo? ¿Alguna autoridad que vaya a investigar a todos esos desgraciados que con la vida ya en su fase final se meten a narcotraficantes? ¿Su patrimonio? ¿Lo que heredará su familia? Me temo que la respuesta es demasiado evidente, y es que el narco está demasiado infiltrado como para que nadie se lo tome en serio, salvo unos hijos preocupados de que su papuchi haya estado 15 días sin llamarles.

Pues le habeís jodido la vida. Mejor haberlo dejado como estaba, y haber mirado para otro lado: como hace todo el mundo con esta plaga.
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Pierdetiempo asegurado