lunes, 15 de marzo de 2021

La polarización acabará con Pablo Iglesias


Apenas un año ha durado la presencia de Pablo Iglesias en el Gobierno de España. Con nulo olfato político, propio de alguien que ha sentado en el Consejo de Ministros a su concubina y al mismo tiempo se queja de "la poca calidad democrática", el personalísimo líder único de su propio partido político deja la Vicepresidencia "social" para irse directamente a competir por la presidencia de la Comunidad de Madrid. 

Son muchas las razones que explican este enésimo giro en su carrera política, marcada por el oportunismo sectario del que siempre hace gala. Recuerden que empezó como Eurodiputado, puesto donde duró dos años de los cinco para los que fue elegido, pero jamás creyó que tenía que explicar a los electores de Podeis esa ruptura del mandato representativo. ¿Para qué? Su misión siempre ha sido otra, la de ser algo o alguien, más allá de ese 15% de electores que lo votan. 

Como saben, esa moda de hace unos años de "el bipartidismo ha muerto" está en cuestión. El partido insuflado desde El Poder llamado Ciudadanos ha dejado de recibir aliento de los órganos de propaganda, y le está pasando lo mismo que aquel embrión que fue UPyD: en Cataluña han pasado, en dos años y medio, de ganar las elecciones con 37 escaños -recuerden esto cuando les pregunten sobre la influencia de la propaganda- a 7 escaños, sin variar en nada sus planteamientos, o lo ralo de sus élites políticas. 

Ahora mismo se encuentra en pleno proceso de descomposición, de tal calibre que apenas van a quedar unas raspas autonómicas hasta las elecciones de 2023, donde desaparecerá completamente. Su masa de electores, más o menos cifrada en 3 millones, está desplazándose en un 90% al PP, de donde venían. De sus cargos electos poco más se puede decir, con tránsfugas y auténticos vampiros como Fran Hervías sacándose el carnet del partido condenado por corrupción. Y eso que venían a regenerar la vida política y ser implacables con la corrupción. 

Las cosas no son mucho mejores en el antiguo partido Pablemos, descompuesto en una miriada de siglas, con el único denominador común del rechazo al liderazgo personalista, destructivo y de tierra quemada de su Único Líder. Por eso hicieron bien los de Compromís en no unirse en 2015, y por eso les han seguido con posterioridad en Galicia y otros sitios. Mejor no hablamos de cómo han despachado en Andalucía a la otrora elogiada Teresa Rodríguez. Mucha gente que los votó en las municipales y autonómicas de 2015 jamás lo volverá a hacer, y volverán a su abstención de siempre durante muchos procesos electorales venideros. 

En todo caso, el mejor ejemplo es Madrid. Si el efímero Gobierno municipal de Carmena y su equipo fue un ejemplo de eficacia y hacer las cosas bien , en gran parte se debió a haber rechazado desde el principio las injerencias de Pablo Iglesias, con el que acabaron tarifando, hasta el punto de formar otro partido político y presentarse a las nacionales con un resultado de 600.000 votos (solo dos escaños) que siempre han sido una estaca clavada en el corazón de vampiro del dueño de Villa Tinaja. 

Recientemente, a pesar de ser el partido con más representación en el Ayuntamiento de Madrid, el Más Madrid fruto de esa escisión se ha quedado en minoría, porque cuatro cargos electos se ha pirado a no se sabe muy bien donde, pero sin entregar su acta de diputado. Se habla mucho de la descomposición de Ciudadanos, un partido que tenía los mimbres de su propia destrucción, pero muy poco de la descomposición de Podemos y sus escisiones, solo camuflada por su presencia en el Gobierno de España. 

Por otros motivos se ha iniciado un ciclo electoral en la Comunidad de Madrid, uno que ha pillado de sorpresa a todos los actores políticos. Tanto que ni siquiera tenían presentada esa moción de censura de la que tanto han hablado. Tanto que ni siquiera el PSOE tenía buscado alternativa a Ángel Gabilondo, el inexistente líder de la oposición, a pesar de haber lanzado globos-sonda constantes. Mejor así, porque ya sabemos que la alternativa hubiese sido un Pepu, o cualquier otro producto de mercadotecnia. 

Por cuestiones complejas que empiezan en el artículo V de la Constitución Española, Madrid es mucho más que una autonomía. Con el País Vasco pacificado y Cataluña desactivada a base de porrazos y exilio, Madrid ha pasado a ocupar el espacio mediático que antes se repartían ambas regiones de España, y que más o menos es el 40% de la información política del país. No olviden nunca que ninguna de esas zonas llega al 20% de la población, pero así funciona el asunto: parece que son más, y luchan por seguir siendo más, aunque no lo sean. 

Así es como Madrid se ha autoerigido en supuesto baluarte de la libertad y no se qué otras cosas más, como si en el resto de España viviesen con alguna otra opresión que no fuese otra que la de sus mafias locales, en todo caso meras aprendices de la que se enseñorea de la capital y su región federal desde hace décadas. Es un discurso maniqueo (socialismo/comunismo vs. libertad) de graves consecuencias, pero que los irresponsables medios compran con placer, porque les encanta el salseo, y porque todos están radicados en Madrid. 

Si ya la situación estaba mal, la decisión de Pablo Iglesias -decisión personalista, apenas comunicada a su socio de Gobierno una hora antes- viene a añadir más keroseno al ambiente existente, precisamente la misma estrategia que ha perseguido siempre su enferma ideología de base. No olviden nunca que, sabiendo la entrada del delincuente Pablo Hasel en prisión, días antes Pablemos caldeó el ambiente con lo de la supuesta "baja calidad democrática española", aunque aparentemente hubiese dicho el exabrupto refiriéndose a otras cosas. Aparentemente, porque no dice nada de casualidad. De Valtonyc, exiliado político y mucho menos delincuente que Hasel, no ha dicho nada. Casualidad, eh. 

Ni que decir tiene que Iglesias, en su vídeo de 8 minutos donde se autopresenta -esta vez sin consultar a las "bases", que en todo caso refrendarían al 98% búlgaro, como cuando preguntó por Villa Tinaja-, aprovecha para hacer un llamamiento a la "unidad" frente a la ultraderecha, porque quiere presentar la cita electoral como un todo o nada, como un yo o el caos, como una choque entre dos, cuando hay muchas otras opciones políticas en el tablero. Muchas, porque hasta hace solo dos citas electorales, únicamente había dos partidos con opciones de gobernar.

Lo que busca Pablemos es unificar de nuevo el voto de su izquierda, por supuesto en torno suyo. No hay que olvidar nunca que su partido es un partido visceralmente madrileño, fundado como una secta en un departamento universitario -perdón por la redundancia-,e Iglesias es un madrileño que ejerce de tal en todos los aspectos de su vida, incluyendo irse a vivir a la sierra. Al parecer, la desgraciada que ejerce de líder de Más Madrid en la región -la que amenazó en la Asamblea con el gesto de una pistola- ya ha puesto ojitos a la propuesta del líder estalinista, porque se le veía la patita desde hace tiempo. El que está amancebado con una compañera de partido, a la que aupado a un Ministerio para el que carece de la más mínima formación o decoro. 

Por eso mismo le interesa polarizar la campaña. Yo, o la ultraderecha. Votadme a mí, que si no va a gobernar Vox. Es urgentísimo salir de ese marco mental totalmente artificial. Ni Vox va a gobernar más allá de una coalición -ni el más drogado de sus acólitos se imagina haciendo un sorpasso al PP, en cambio Pablemos soñó con el sorpasso a nivel nacional del PSOE-, ni el liderazgo cesarista y despótico de Pablo Iglesias es la única alternativa. Eso sí, de la campaña política más asquerosa desde la Euskadi en 2001 no nos libra nadie, y después dirá que él no ha contribuido nada al asunto. Que han sido los demás. 

Con la irrupción sorpresiva de Pablo Iglesias, de repente el candidato del PSOE ha ganado enteros. Es  muy plausible que una parte importante de los votantes de Ciudadanos que hubiesen votado sin tapujos al PP se lo piensen dos veces ante el ninguneo al que los están sometiendo, y ante la posibilidad real del acuerdo con Vox. Esos votantes podrían recalar en el PSOE, que necesita más que nunca quedar  por delante de Pablemos, como ya ha hecho en la última cita electoral, donde Gabilondo fue el candidato más votado. De largo.

De ser así, el nada humilde Pablo Iglesias jamás presidiría la Comunidad de Madrid -que maneja un presupuesto ingente, que dilapidaría en políticas públicas de corte chavista para aumentar su reducida base de votantes-, y como mucho tendría una consejería, si es que eso puede satisfacer su descomunal ego, el mismo que llevó a poner su careto en el anagrama de la papeleta electoral de su partido al Parlamento Europeo en 2014. Debería ser el fin de su carrera política, algo que no se si ha calculado hasta sus últimas consecuencias. 

Todos damos por descontado que, aún apartandose del Gobierno central, seguirá dando instrucciones y mandatos a los que deja detrás suyo, porque así opera el comunismo, pero ¿hasta donde podrá seguir manteniendo su liderazgo si se da un batacazo en Madrid? Yo confío en que solo los más subnormales y retrasados que han dado su voto a Mas Madrid caigan en la falacia de agrupar el voto en torno al mismo Stalin que los purgó, y que permanezcan más fieles que los de Ciudadanos a su partido. Quizás es demasiado confiar.

Si así es, y si el PSOE se beneficia de la polarización tercermundista que nos espera en esta campaña, habremos jubilado de la primera línea de la política a este desgraciado que vino a regenerar la política, y ha acabado haciendo leyes para trans (una minoría de una minoría), repartiendo dinero que no es suyo en forma de EREs, ultima una Ley de Vivienda que se salta la propiedad privada y beneficia a las mafias de vagos y maleantes, y que anunciaba seriales mientras se morían 100.000 personas en España (imaginen lo que hubiese montado de haber estado en la oposición). 

¿Quería una campaña polarizada? Pues la va a tener. Y va a perder.

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Podría ser increíble, pero no lo es. Un sector económico que no tuvo restricción alguna durante el confinamiento y el posterior periodo de pandemia solicita ayudas públicas por su pérdida de negocio. Ese sector, además, pertenece a una actividad que se ha visto incrementada durante todo este periodo, dado el mayor tiempo de asueto y para reflexionar: los índices de lectura han crecido de forma generalizada. 

Entonces, ¿dónde está la picaresca? ¿Dónde está la mamandurría? Como casi siempre, en #MafiAsturias, la región de las subvenciones, el pedir, el llorar. La del maná del dinero público. 

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(Relacionado con lo anterior) Esto lo explicaba mucho mejor Roberto Saviano en sus libros, pero nunca viene de más dejarlo indicado

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Extenso reportaje-resumen sobre Ponferrada, esa agujero social y moral que ahora vuelve por una serie. No hay gilipollas que no haya hecho su contribución a lo que fue entonces una campaña orquestada desde Madrid para poder poner una muesca más de satanismo al Gobierno del PP de entonces. Ponferrada sigue siendo un agujero inmundo. No ha cambiado en nada.