miércoles, 27 de junio de 2012

Hay un trasatlántico en Ávila

Ávila, puerto de mar
Ávila siempre ha estado lejos de todo. Ya estaba fuera de las principales vías de comunicación de la época romana, y su altura (1150 metros) tampoco favorecía un gran asentamiento durante la época musulmana, así como su extremadamente pobre tierra, apta para la cria de vacuno (el famoso chuletón) y las afloraciones rocosas, que como saben no se pueden comer.

Era una "villa de frontera" entre la zona cristiana y la de adoración a Alá, objeto de pillajes, alguno ilustre como el de Almanzor en el siglo X. Sin embargo, la estrategia subyacente en esa etiqueta llamada "Reconquista" incluía políticas de repoblamiento y asentamiento de población en los territorios re-conquistados, lo que favoreció el auge de Ávila a partir del s. XI.

Empezó Fernando I y después Alfonso VI, que aseguró definitivamente lo que venía siendo el llamado "desierto estratégico", que no era más que la amplia franja entre el Duero y el Tajo. Ahí Ávila empieza a ser clave en la siguiente expansión al sur, como la importantísima toma de Toledo en 1084, donde sirvió de cabeza de puente.

A mediados del s. XIII, Ávila tiene 19 parroquias -es un índice de medición de la riqueza- y una considerable población cristiana de origen vasco, cántabro, franco y castellano, además de los consabidos mudéjares, musulmanes y judíos. La antigua sinanagoga, irreconocible, es ahora un hostal barato.

Ávila es, por tanto, una ciudad de origen militar con importante función eclesiástica: en pocos sitios se ve un ejemplo tan claro, al estar la catedral fusionada con la muralla, ya que se construyeron al unísono, aunque el templo religioso no se acabó hasta el siglo XV, y aún así faltó dinero para la segunda torre: el centro del poder peninsular ya había dejado atrás ese "desierto estrátegico", primero por el fin de la Reconquista en Andalucía, y luego por la expansión a América.

Vistas desde la cafetería
Las murallas que dan fama universal a Ávila comenzaron a construirse en el s. XI por Raimundo de Borgoña (¡ay los francos, la mitad de la Península tiene su sangre!), yerno de Alfonso VI, y cubren una superficie de 31 hectáreas con forma de cuadrilátero irregular (900 x 400 metros, un perímetro de casi 2´5 km), con 88 torres, nueve puertas y, al final del siglo,  6.000 personas, con un importante espacio dedicado a la ganadería y la agricultura para sobrevivir en caso de asedio.

Ahí acaba Ávila. Las numerosas fundaciones de conventos y monasterios -en parte para dar "ocupación" tras el fin de las empresas militares-, tan típico de ciudades castellanas, son un buen ejemplo de lo que se conocerá como "ciudad conventual", que en Ávila alcanza su éxtasis particular con la vida y obra -por este orden- de Teresa de Cepeda y Ahumada, y San Juan de la Cruz, pero la ciudad y su importancia ya habían acabado hace siglos.

La Revolución Industrial dejó en Ávila una línea de tren que, a pesar de la relativa cercanía a Madrid -apenas 100 km.- era un espejismo de comunicación por el importante sistema montañoso a superar, y porque después de Ávila la siguiente estación en importancia en esa línea era Salamanca, y para eso no se hace un tren. El tren entendido como factor de progreso, como en otras partes de España, no hizo parada en Ávila, que vivía su existencia entre bostezos y una castellanidad eterna. Por inamovible.

Es en este tipo de ciudades donde se pueden ver fácilmente los hitos de la historia de España plasmada en sus construcciones, y ¿qué mayor hito reciente que los 15 años de Despilfarro? En Ávila, además de los numerosos carteles de instituciones públicas carentes de contenido que adornan la ciudad, los 15 años de orgía de gasto incontenido han dejado un curioso transatlántico llamado Centro Municipal de Exposiciones y Congresos de Ávila.

Emplazamiento urbano. Nótese el aparcamiento y el picadero
El juguetito, con el que toda ciudad ha querido contar en estos últimos años, es un magnífico edificio -nada de ironía aquí- construido por el notable arquitecto navarro Patxi Mangado, que consiguó la fama con otro edificio de características similares construido en su Pamplona, llamado Baluarte. Una cereza tira de otra cereza, y como en el caso de otros arquitectos que, habiendo logrado un encargo importante se especializan en este tipo de obras que les dio la primera fama, Mangado fue a ganar -no digo que lo escogiesen a dedo porque en Ávila quisiesen tener un centro igual que el pamplonica, no- limpiamente un concurso internacional con un gran, gran proyecto.

El primer gran es por la dimensiones, sobre las que abundaré más adelante. Y el segundo gran es porque el edificio resultante -ya lo era el proyecto, aunque al final se ha prescindido de la pasarela sobre  el río Adaje- es muy bueno, como mucha de la arquitectura realizada en España en estos 15 años de desenfreno.

Situado en los antiguos terrenos al noroeste del alfoz de Ávila, extramuros pero pegado a los mismos y sólo separado por la carretera por la que suben casi anualmente los ciclistas en una de las llegadas más famosas de la Vuelta, el edificio logra no ser intrusivo, al moderar la altura -sólo tiene dos plantas en altura y las dos cajas escénicas, más otras bajo rasante aprovechando la pendiente que baja al río y continua el otero donde está situada Ávila-, se extiende a lo largo y está realizado de manera noble, con un gran muro corrido de cristal que evita el "efecto muro" de las edificaciones mastodónticas. Muy de Piacentini, si me permiten la osadía.

El momento "guau, soy un arquitecto y hay que impactar" (especialmente al jurado-político que me va a encargar la obra) lo deja muy moderado, con un cubierta-escultura de perfiles irregulares que hace de tejado para la sala de exposiciones, un volumen enterrado que se adosa al rectángulo de la edificación principal. El edificio es muy bueno, especialmente en su integración con el paisaje.

Área de exposiciones, muy adecuada a Ávila
Los problemas vienen con el gigantismo y la poca adecuación del proyecto a la realidad de su emplazamiento, uno de los males de estos 15 años. Y ha sido, como todo, por voluntad política. Según la presentación firmada por Juan Jose Vicente Herrera, el casi analfabeto presidente vitalicio de Castilla y León, estamos ante "un proyecto que tiene la entidad de las grandes obras arquitectónicas capaces de convertirse en símbolos de una ciudad, y de contribuir como parte protagonista en su crecimiento, desarrollo y futuro".

Vamos, que querían un Guggenheim, entendiendo por esto no un "edificio arrugado" -estamos en Castilla, señores-, sino un "edifico estrella" que, por algún poder mágico -digamos místico en homenaje a Santa Teresa- logre lo que esta ciudad castellana no ha logrado en siglos y siglos de apatía, siesta y amargor.

"Se dota a Ávila de un instrumento más que propicia su desarrollo, que contribuye a hacer ciudad, y siempre tratando de respetar el complejo equilibrio entre modernidad y tradición, difícil de lograr en ciudades como la abulense, tan ricas arquitectónicamente", según el Consejero de Fomento de la Junta de Castilla y León en el momento de la adjudicación e impresión de los folletos de propaganda, Antonio Silván Rodríguez.

Proyecto original, con la pasarela sobre el río
El "complejo equilibrio" sería más bien el de una Comunidad Autónoma pobre por naturaleza y mentalidad, envejecida a niveles insostenibles, y que no ve más elemento de progreso que enterrar decenas de millones de euros en un proyecto del que les paso las características tipológicas, para que se pasmen:

18.900 metros de superficie construida. Una plaza de entrada digna de Albert Speer -sí, mucho granito- en sus dimensiones, nada menos que ¡10.000 m2!. Un auditorio principal de 1600 m2, con capacidad para 1412 espectadores, y dos salas divisibles de 444 y 968 espectadores respectivamente, con un espacio escénico de 432 m2; Una sala de cámara de 490 m2 y un espacio escénico de 140 m2 con capacidad para 440 personas; una sala de exposiciones con una altura de 15 metros y una superficie total de 2000 m2, con 6 salas anejas con superficie de 510 m2 y con capacidades para hasta 80 personas cada una; cafetería y restaurante en 750 m2; además, los diferentes vestíbulos incluyen uno de 750 m2. La guinda a esta locura la pone una ¡sala de prensa! de 72 m2 con capacidad para ¡70! periodistas, que a saber con qué criterios de viabilidad se planificó.

Yo no voy a utilizar esa conocida unidad de conversión que es "una hectárea=un campo de fútbol". Ahí están las dimensiones del edificio construido -al final han sido un poco menores a lo proyectado-  y finalmente inaugurado con el nombre de "Lienzo norte", por la ubicación geográfica respecto a la muralla. Ahí están para que cada uno vea la adecuación del proyecto a una ciudad que cuenta con 60.000 habitantes, contando perros y gatos, y que es un destino turístico europeo de tercera fila.

Quizás si el auditorio-centro de congresos se hubiese construido en los ochenta, o cuando era una dotación novedosa, hubiese tenido algo de éxito. No fue así, y no tiene sentido alguno, aún menos cuando está dentro del área de influencia de Madrid -como cualquier sitio a 250 km. alrededor de la capital-, que es capaz de construir cuantos centros de este tipo necesite,  y con la misma falta de sentido.

La inauguración, con dos especialistas
"La riqueza patrimonial de Ávila y lo estratégico de su posición en relación con la capital de España hacen pensar en un contexto óptimo donde han desarrollarse buen número de eventos congresuales y de actividades diversas. Junto a la necesaria dinamización y servicio de la vida interna de la ciudad le ocupa (sic) a la nueva dotación un papel de relación exterior de difusión y de reclamo. El edificio nace pues con vocación de acoger Congresos, reuniones, exposiciones y actos culturales. La versatilidad y funcionalidad de todos sus espacios es objetivo prioritario en la definición y construcción del edificio", se leía en el panfleto de publicidad cuando se concedió el proyecto.

"Congresos". Ya. Con esas dimensiones, aspirarían a acoger el Congreso Anual de Oncología, o algo así. La realidad, sin embargo, siempre es terca, y esa "relación" con Madrid no parece muy favorecedora. La programación para los próximos tres meses se basa en actuaciones del Club de la Comedia, cine infantil en 3D a precio subvencionado, el Campeonato de España de ajedrez y finales de curso de las academias de baile "Mirabrás", zumba fitness Master Class, Debora´s Dancers, ballet Eoan, la II Feria de Antigüedades de Ávila y final del concurso de Clarinete. Tal cual.

"Será un edificio con voluntad de emblema y con afán de significar y representar la vida económica de Ávila" Pues lo ha logrado plenamente. El día que lo visité había un camión del circo en el aparcamiento. Probablemente llevaba ahí un tiempo. "Es un edificio cuyos espacios mantienen, por encima de todo, una vocación de servicio. Su organización permite una gran capacidad de adaptación a los distintos requerimientos funcionales". Sí, como la próxima feria de destockaje y de outlet.

Ningún Congreso a la vista, claro. Tampoco ayudan las tarifas, que se pueden consultar en la web, aunque sean más económicas que en otros sitios. Al final, para lo que da ubicar un trasatlántico de ese tamaño en un sitio como Ávila es para actuaciones de teatro colegial y poco más, con la cafetería con 20 lámparas de Poulsen (modelo AJ Royal) de las 1.000 euros unidad para el cocktail de bodas de pueblo, y otra sensación de dinero público tirado por la borda, una expresión muy adecuada para este trasatlántico. Huelga decir que todo se ha pagado con deuda.

Ávila ha vuelto a perder el tren del progreso y se ha quedado con un edificio con la misma utilidad que las murallas, cuando la frontera (en este caso, económica) ya se ha movido a otra parte.

Y así, en toda España.

jueves, 21 de junio de 2012

¿Quien asesora al Rey? ¿Por qué lo hace tan mal?

The Rock will stand forever
No acaban los dislates, no. Ayer mismo el Rey de España Juan Carlos I cometió otra de la innumerable serie de torpezas que han caracterizado esta última parte de su reinado representativo, unas torpezas que no pueden ser únicamente atribuidas a su libre albedrío, y que ya apuntan directamente a una operación interesada en su contra.

Una más en una larga lista, donde la más recordada al margen de las de origen militar fue la del pontevedrés Mario Conde. No es posible tanta torpeza en la primera institución del Estado, la que da continuidad histórica a este país -incluso aunque haya cambiado de dinastía, vale- y que ejerce sus funciones con bastante eficacia.

Vean si no la pésima gestión del llamado caso Urdangarín -una más de las múltiples piezas del caso Palma Arena, a su vez una más de los múltiples casos de corrupción en Baleares, la que debía ser la CC.AA más rica de España es de las que más flirtea con la quiebra-, donde por intentar dar más protagonismo al Rey se acabó confundiendo la figura del yerno con la del Monarca. Fue una buena muestra de lo que se venía encima.

El lamentable discurso de Navidad, donde la reacción de cualquier ciudadano medio fue acotar las palabras del Rey con varios insultos, ante la lamentable redacción del mensaje -no vamos a entrar en la dicción, que ya son treinta años-, como si este no hubiese pasado los filtros oportunos, ni siquiera el final del propio Jefe del Estado.

"Junto a la crisis económica, me preocupa también enormemente la desconfianza que parece estar extendiéndose en algunos sectores de la opinión pública respecto a la credibilidad y prestigio de algunas de nuestras instituciones. Necesitamos rigor, seriedad y ejemplaridad en todos los sentidos.Todos, sobre todo las personas con responsabilidades públicas, tenemos deber de observar un comportamiento adecuado, un comportamiento ejemplar".

¿Por qué dijo esto el Rey? Porque por primera vez en la historia de la actual democracia la Monarquía que representa suspendía en la encuesta periódica que el Centro de Investigaciones Sociológicas realiza. Vivimos  en la dictadura de los sociólogos, esos que asesoran a políticos como Zapatero para que haga tal o cual guiño a mujeres o gays, o a Rajoy, en manos de Arriola -sociólogo- y que nombra ministro de Educación y Cultura (uno de los más visibles) a un inteligentísimo catedrático ¿de qué? Lo han adivinado: de sociología.

Suspende la Monarquía en la encuesta del CIS, y el Rey empieza a decir esas tonterías, desgranándolas una a una: "cuando se producen conductas irregulares que no se ajustan a la legalidad o a la ética, es natural que la sociedad reaccione (...) Afortunadamente vivimos en un Estado de derecho, y cualquier actuación censurable deberá ser juzgada y sancionada con arreglo a la ley. La Justicia es igual para todos".

¡Y eso lo dice alguien que, según nuestro ordenamiento jurídico, es "irresponsable" ante la Ley! La figura jurídica, ideada para que el Rey nunca pudiese ser encausado, se ha revelado muy útil en el desempeño de sus funciones, aunque la mayor parte de la ciudadanía no lo entienda ni lo quiera entender, pero tampoco hace falta que lo restriegue a la cara con un "la Justicia es igual para todos".

Primer error, y muy grave. El segundo vino con el famoso viaje de caza a Botswana, que directamente hay que calificar de conspiración contra el Rey. Y si no les gusta el Rey por los motivos que sean, conspiración contra la primera institución del Estado. Y si no les gusta el Estado, hagánselo mirar, que eso de la acracia siempre ha tenido nombre de enfermedad.

Vamos a ver: ¿es que nadie se ha dado cuenta de la fenomenal concatenación de casualidades que confluyeron en el famoso incidente? Como sabrán, el Rey se fue de caza en un viaje privado a Botswana, una actividad que le pirra y a la que ha dedicado grandes recursos de tiempo y empeño a lo largo de su vida. El Rey, acostumbrado a no hacer nada a nivel organizativo -igual que los políticos, por eso hay redes como la Gürtel, de conseguidores/organizadores/facilitadores- fue en la fecha que le indicaron sus espléndidos amigos, que le invitaron a título de gratis total, como se indicó para apaciguar la tormenta.

¿Por qué esa fecha? Casualmente, y digo casualmente con la misma gracia que antes, supimos del viaje privado del Rey porque sufrió un accidente y tuvo que informar a la ciudadanía, visto que antes no había informado al resto de las instituciones del Estado. Casualmente, eso se produjo el mismísimo día de la celebración del aniversario de la proclamación II República, ese periodo histórico extremadamente denso que muchos han mitificado como una especie de Valhalla.

Es un día en que los republicanos, inarticulados como fuerza política por la misma inconsistencia que caracteriza su ideario, adquieren cierta visibilidad en los reductos que tienen (twitter) y cantan sus proclamas de un futuro que llegará mañana sí o sí (igual que el comunismo), aunque algunos de los creyentes en esta fatua esperanza hayan muerto. De viejos.

¡Menudo regalo! ¡365 días que tiene el año y se tiene que conocer la noticia del accidente del Rey precisamente ese! ¡Vaya puntería con el elefante y el calendario! Al parecer, la fecha fue escogida porque coincidía con la Pascua ortodoxa, la religión de la familia de la Reina consorte y griega que tiene España, que se había desplazado a su lugar de origen, pero también coincidía con el famoso -para algunos- 14 de abril.

La noticia se conoció por la mañana -estaba escuchando a Montserrat Domínguez en la SER, y la buena periodista a la que han condenado a un reducto igual que a Gabilondo, se indignó bastante, la reacción que esperaban los urdidores en el conjunto de la ciudadanía-, con un detalle muy, muy significativo para los familiarizados con las tramas arribistas que ha habido recientemente en la Historia de España: no se comunicó hasta que el Rey hubo aterrizado en España en el avión medicalizado que fue a recogerle al África sur.

Parece que todavía hay alguien que vela por el Rey en la Casa Real o su entorno; o quizás fue el propio monarca. No me quiero imaginar la situación de interinidad que se podría producir con la que está cayendo en caso de que el Rey quedase incapacitado, o algo aún peor, en un viaje privado a un país de pandereta para cazar elefantes. No se sabe como se cayó, pero si se sabe que salió de la operación de cadera como si nada. Y pidiendo perdón, como si tuviese que rendir cuentas de su vida privada o de a lo que dedica su ocio. Es el efecto "Sálvame" en la sociedad, o el de los sociólogos urdidores, siempre tan próximos a lo que supuestamente quiere la ciudadanía.

Afortunadamente, esa más que posible situación de interinidad se salvó anunciando el accidente cuando ya estaba en suelo español; sin embargo, la erosión gravísima de la figura del Rey y la importante función que desempeña en la vida política española ha surtido el efecto deseado. Sinceramente, ¿no había nadie en la Casa Real que hubiese evitado que una empresa de safaris pusiese fotos del Rey en Internet? ¿Por qué da la sensación de que hay un topo dentro de la Casa Real que va filtrando noticias y fotos de amantes, desaveniencias y aconseja hacer un vídeo humillante de disculpas? ¿Dónde ha quedado la tradicional discrección? ¿Hay alguien que haga bien su trabajo en esa institución tan sensible?

Ojo, que el contexto es de órdago: con una crisis económica que contaremos a nuestros nietos -y con deudas que todavía pagaremos por entonces, se lo aseguro-, con un Estado autonómico cuestionado aprovechando el caballo del ahorro económico, con un País Vasco que va hacia la independencia ahora que va descubrir los logros de la vía política, y con una ciudadanía aletargada esperando el siguiente golpe, parece que la figura del Rey se puede zarandear mejor que nunca. Hay alguien o algunos que lo están haciendo, y a saber con qué oscuros fines.

Y aquí llegamos a lo de ayer. Desde que el Partido Popular subió al poder está azuzando el tema de Gibraltar, territorio ubicado en la Península Ibérica de plena soberanía británica, porque para eso se entregó en un tratado internacional vigente. Como si volviesemos a los tiempos de Castiella, tan inspiradores para el conjunto del Gobierno.

Al parecer, los gibraltareños están hostigando a los pescadores de Algeciras, que no pueden faenar por sus aguas. Hablan de "400 o 500 familias" en riesgo, cuando dudo que haya tanta gente que trabaje en ese polo de industrialización del franquismo, que al menos tuvo el acierto de poner un puerto de categoría en el Estrecho de Gibraltar, algo que nadie se había planteado antes.

Tras varios rifirrafes que no pasarían de un breve en un periódico, ayer el Rey visitó Algeciras ¡vestido con el uniforme de Capitán Mayor de los ejércitos de España! ¡Y se fotografió mirando a Gibraltar! O esta completamente desquiciado -un poco gagá si que está, como se ve en su reproches a la prensa- o está francamente mal asesorado y sin rumbo.

¿A qué viene ese gesto? No recuerdo que hiciese lo mismo con Perejil -que también hubiese sido de chiste-, ni que lo haya hecho en ninguna actividad fuera de las propias de su Alto Mando del ejército y en funciones representativas. También en el 23-F, claro, porque era un colega que hablaba a los colegas, ya me entienden.

Según la Casa Real, responsable inmediato de este dislate -aunque no último, que se guarda en las penumbras-, oficialmente el Rey estuvo ayer visitando el patrullero oceánico "Rio Segura" -la mayor embarcación de la Guardia Civil, que lucha schumpeterianamente con la Policía por esas competencias- y el Centro de Vigilancia Costera de la zona -llega la temporada de pateras, no les extrañe que la propaganda oficial vuelve a activar el tema-, pero no dice nada de lo de Gibraltar.

Sin embargo, ahí están las fotos. Y la falta de oportunidad y el más mínimo tacto, claro. El patrullero de alta mar -impropio de la Guardia Civil- lleva tiempo operando, y el centro de Vigilancia mucho más. ¿Por qué ahora? Por mucho que quieran disimular ("ya estaba previsto desde enero", dice el sucesor de Roldán, con méritos semejantes), han azuzado al Rey en este nuevo circo, donde incluso se entrevistó -vestido de jefe de la FF.AA- con los pescadores.  ¡Toma ya!

A saber en qué acaba esto, pero viendo esa foto completamente desquiciante sólo cabe esperar que vaya a peor.

(Añadido posterior) A las tres semanas de escribir esto reparé en otra "curiosa coincidencia" de esta campaña de desprestigio del Rey y la institución que encabeza. El pasado 28 de diciembre, en plenas vacaciones de Navidad y cuando más gente "comenta" cosas de este tipo, se publicó por primera vez el sueldo oficial de Juan Carlos I en calidad de Jefe del Estado. Aquí la discusión no es si cobra mucho o poco, porque el dato se publica para que todos pensemos que es "mucho". Y para reforzar esta opinión inducida y condicionada, ese mismo día del 28 de diciembre pasado se publicó casualmente otro importante dato sobre sueldos.

Ya ven, lo dicho antes: el año tiene 365 días y en el mismo día salen esos dos datos para que la gente los correlacione, en perjuicio del Rey. ¿Cúal es el otro dato? Nada menos que el del salario mínimo interprofesional, que se congela para 2013.  Después de treinta y muchos años de no saber el sueldo del Rey, lo publican el mismo día que el de la congelación del salario mínimo. Pobre Juan Carlos, le están moviendo la silla -a él y su institución- y todavía no se ha dado cuenta.
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De la redacción de Cinco Días llega este artículo indecente. Afirma que, como apenas hay 20.000 sentencias judiciales al año sobre impagos de arrendamientos urbanos, la cosa no es para tanto...el problema es que en el mismo artículo, y de entrada, la poco perspicaz redactora afirma que la mayor parte de los alquileres no están legalizados....de ahí que no se recurra a la vía judicial, lumbreras.
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"A final de año, cuando hay superavit, se piden facturas para cubrir el presupuesto" Una frase que revela el descontrol con las cuentas públicas que ha habido en este país, al margen de la corrupción.