martes, 26 de agosto de 2008

Italia, país de puentes

Italia es un país enemigo de lo contemporáneo. Por fin se va a inaugurar el puente que Calatrava ideó para Venecia. Será el próximo 18 de septiembre, y asistirá nada menos que el Presidente de la República. El alcalde, el filósofo Massimo Cacciari, no estará para evitar ser fotografiado junto a una estructura odiada simplemente por su condición de contemporánea.

Es una metáfora de este país. Los puentes sirven para unir las orillas, pero en Italia las separan. Conviene recordar que solo hay dos puentes en Venecia que salven el Gran Canal: el de Rialto, que cualquier día se nos cae por la masa de turistas; y el de la Accademia, hecho de madera de forma provisional y para ser desmantelado y que, como la torre Eiffel, ha terminado por quedarse para siempre. Esto también es muy italiano.

El nuevo puente de Venecia, ya bautizado popularmente como de Calatrava -eso de tener un apellido sonoro tiene sus ventajas- une el único sitio donde llegan autobuses desde tierra firme -Piazzale Roma- con la estación de tren. Hasta ahora, había que dar un rodeo típico veneciano que, aunque más placentero que en otras ciudades, no dejaba de ser una pérdida de tiempo. Es una infraestructura necesaria en un país que ha quedado anclado en los mitos del miracolo economico y en una modernidad decrépita y caduda.

El proyecto se remonta a 1996, cuando el Ayuntamiento encarga al arquitecto suizo (se ha formado en ese país y es su lugar de residencia) la obra. Desde entonces hasta ahora se ha pasado de los 4,7 millones de euros presupuestados a 20 millones. Claro, la culpa es del arquitecto-ingeniero. Igual fue cuando le obligaron a revisar la cimentación del puente, que según los sabios italianos se iba a caer. Revisión del proyecto y nueva cimentación. Tal y como funcionan las cosas en ese país, alguien se habrá enriquecido con la operación.

El resultado, en mi modesta opinión, es magnífico. Juzguen ustedes. Como siempre que Calatrava trabaja en dimensiones pequeñas. Abandonada ya la esperanza de que vuelva a obtener un hito como el de Zürich Stadelhofen (1984), una de sus primeras obras y un prodigio de integración, al menos de vez en cuando nos regala pequeñas maravillas. Y digo pequeñas porque le encanta el gigantismo y lo grandilocuente: ahí está el espanto de la Ciudad de las Artes y las Ciencias o la langosta que ha plantado en Oviedo. Será lo que piden las corporaciones locales, pero tampoco se puede decir que no se encuentre agusto.

En fin. No solo ha sido atribulada la historia de la construcción de este hito en Venecia, que se viene a unir a otras obras contemporáneas como la casa construida por Ignazio Gardella y que da la Giudecca, qué va. Ahora dicen que no se puede subir en silla de ruedas, algo obvio porque para tener el gálibo -por los canales de Venecia hay barquitos y góndolas- suficiente hay que poner una fuerte pendiente de arranque. Se quejaran de que no haya rampas de caracol o algo así, cuando seguro que las hubiesen boicoteado. Incluso les han puesto un vaporetto a los pies, sólo para cruzar ellos. No basta. Quieren pasar por el puente y se va a instalar una pasarela mecánica, que empleará ¡17 minutos! en el tránsito. Tremendo. Italia.

La foto ilustra otro puente famoso en Italia, el del estrecho de Messina. Promesa electoral de Berlusconi para las elecciones de 2006 -que perdió por solo 27.000 votos-, se había presupuestado en unos irreales 4.000 millones de euros. Para que se hagan una idea: el aeropuerto de Barajas costó 6.600 millones y el soterramiento de la M-30 unos 3.500 millones (un 40% de lo inicialmente previsto). Con esas premisas, imaginénse en cuanto se quedaría el coste final de esta obra de ingeniería imposible y muy peligrosa: es una zona sísmica y un temblor en 1908 dejó 100.000 muertos. Sí, en Japón también tienen puentes de este tipo y no se caen. Ya. Japón.Italia. Busquen las diferencias.

El proyecto inicial prevía ¡11 años! de obras para 3,6 kms. de longitud, más todos los accesos y demás. La Mafia ya se estaba frotando las manos: de partida, 11 años de dinero público contante y sonante llegando a construir una infraestructura faraónica. Afortunadamente, el tema salió del debate electoral -y del programa- en las elecciones de este año, ganadas por Berlusconi. Este gran personaje, autor de frases memorables, dijo en 2005 que con la obra "los sicialianos podrían ser realmente italianos". Ahora, que gobierna para todos los italianos y con el puente olvidado, ¿qué pensará?. Bueno, ya saben, el día 18 gran fiesta: se acaba una obra en Italia y encima ha quedado bien. A veces los puentes sirven para unir con el futuro y no simplemente orillas.

miércoles, 6 de agosto de 2008

Que acaben ya las Olimpiadas


El mundo se apresta a iniciar otros JJ.OO de la vergüenza. Tras las citas señeras de Berlín 1936, Moscú 1980 o Seul 1988 -el país era una dictadura militar, pero a Samaranch, uno de tantos catalanes que prosperaron y medraron en el franquismo eso no le importaba- el COI concedió la organización de unos Juegos a otro país lamentable, reflejo de los peores males que acechan a la humanidad en el próximo siglo.

Pekín 2008 ya está marcando hitos difícilmente comparables. Los países participantes se han amoldado a la censura previa, a enviar robots-atletas que no opinen -y les amedrentan a ello- y los periodistas, esa cadena de transmisión necesaria, cumplen su función de mensajeros al más puro estilo de la propaganda de un país comunista: las grandes obras del pueblo, la sociedad nueva y dinámica, el modelo alternativo, la felicidad.

Desde hace un mes, uno no puede informarse en ningún medio sin encontrarse de sopetón con propaganda camuflada de una dictadura comunista. Yo no creo que la democracia sea un método viable para un país de 1.700 millones de habitantes -por favor: no me saquen el sistema de la India, que es un país de castas-, pero de ahí a que me vendan las glorias logradas por una élite burocratizada de líderes embalsamados en vida media un trecho.

En China se plasma el hombre-masa, la negación de la individualidad del ser humano. La contaminación y la lucha por los recursos en un mundo cada vez más carente de ellos. Y la superstición: todavía estoy a la espera de que algún medio se cachondee de que los JJ.OO vayan a empezar el día ocho del mes ocho del año ocho a los ocho de la tarde, y todo porque el ocho es el número de la suerte para esa extraña civilización. Ese es el mundo que nos espera, mezcla de ciencia y tecnología mezclada con superstición. Y encima lo están publicitando.

Pero bueno, que mejor que unos JJ.OO. Un evento que pretende implantar una "tregua olímpica" en conflictos abiertos mientras se disputa un espectáculo deportivo es, simplemente, una superchería más. La negación de la racionalidad, mucho más que la guerra en sí. Seguiré las competiciones olímpicas con la misma curiosidad con la que leo las revistas científico-médicas: no dejan de ser la aplicación práctica. Pero por favor, la propaganda de la dictadura comunista, del futuro horrible que nos espera a medida que avance el modelo chino, que se la guarden para ellos. Y que acaben ya las Olimpiadas.