martes, 15 de diciembre de 2009

Historia de una pelea de bar

Como seguramente sabrán, no hace mucho el periodista Herman Tertsch fue agredido por un desconocido, que le propinó una patada por la espalda. Esta es su versión. De resultas, convalece en un hospital con un par de costillas rotas y alguna complicación más. En torno a este desagradable incidente ha surgido una curiosa polvareda que explica bastante bien el clima de Madrid.

La trayectoria de Tertsch está bien resumida en su entrada de la wikipedia. No dejen de reparar en un punto destacado: entre 1993 y 1996, la legislatura final de Felipe González, llegó a ser jefe de opinión de El País. En contra de lo que la propaganda insistente quiere hacer creer, en ese momento el diario era muy crítico con los sucesivos escándalos de corrupción -inventados o no- que salpicaban al sedicente presidente, y no es difícil entrever el estilo punzante de Tertsch en bastantes soflamas.

Con el tiempo ha ido encauzando su odio -en su juventud militó en el Partido Comunista de Euskadi- y, a la manera de una significativa parte de sus correligionarios de juventud, ha acabado en las marismas de eso que en España se llama "derechas" -así, en plural- y que no es más que excrecencias neofranquistas, cada vez menos disimuladas. El probablemente se considera un liberal, de la misma forma que yo considero que el Sol gira en torno a la Tierra. Actualmente presentaba el informativo de la noche de Telemadrid, con la misma soltura televisiva que Gabilondo, heredando el cargo por el que pasaron Germán Yanke -repudiado por otra autoconsiderada liberal, Esperanza Aguirre- y Sánchez Drago.

Sorprendió de entrada que medios afines a este converso no investigasen el caso y se dedicasen a proclamar las típicas consignas de liberticidio y demás. Es un indicio fundamental para desconfiar de la versión de los hechos. También aludir, como Berlusconi, a un clima de agresión externo. Afortunadamente, tanto 20minutos como los medios de Mediapro (La Sexta y Público) han ido allí donde no han estado ni Telemadrid -su propio canal, tiene narices-, ni ese El Mundo tan sensible a los ataques a la prensa ni otros miembros de esa papilla ("las derechas": come y calla) donde, todo hay que decirlo, Tertsch da un toque de distinción y cultura.

Como era fácil intuir, detrás de la agresión no hay una intencionalidad premeditada. Eso también lo sabía la Policía, que no ha dado mayor relevancia al asunto, y suerte que lo ha investigado: ni el propio Tertsch ha presentado denuncia, se limita a estar convaleciente y decir sus cositas, para el que las quiera oir. Algunas ya apuntan a la razón final de todo este embrollo inducido e inflado. Al parecer, la certera patada (que nadie vea intencionalidad en "certera", es simplemente asombro ante los resultados de un único golpe) se produjo a las 04:30 de la madrugada de un día entre semana en el pub Tony 2, sito en la calle Almirante 9 de Madrid.

Detengámonos aquí. Algunos medios han hablado de "Chueca" y sí, está muy cerca, pero la calle Almirante y el dédalo de calles estrechas que la rodean son casas burguesas típicamente decimonónicas y en donde está la casa familiar del alcalde Ruiz-Gallardón. De hecho, es una conocida zona de ocio nocturno para la gente de la edad de Tertsch, con conocidos café como el Olivier -muy utilizado durante la Transición-, un bar llamado Bristol donde sirven 100 tipos diferentes de Ginebra o tiendas de moda para viejas que se creen jóvenes como Aratat, que sobrevive desde los ochenta.

O sea, que esas insinuaciones de "Chueca" sobran, o más bien reflejan la incultura y la tontuna que afecta a todos los compañeros de profesión de Tertsch. Según se lee aquí, el agredido llevaba ya dos horas y media en el local y estaba "en muy mal estado", lo que combinado con las características de local sólo puede significar una cosa. Está discutiendo con un empresario de la noche y en ese momento se produce la agresión. ¿Ven qué fácil? Por eso no había testigos ni testimonios del incidente: parecía que Tertsch estuviese solo en el bar y se sirviese las copas él mismo. Nadie vio nada, porque seguramente eran empleados -pasados, presentes o futuros- del contertulio.

Eso sí, mucho más épico inventarse una agresión mediática, "moros", "profesionales" o gente de la SGAE, que reconocer una trifulca de bar, algo bastante habitual cuando te dan las 04:30 de la mañana en un día de entre semana. Es más, en esta misma noticia enlazada, no hubo ninguna patada certera, sino una caída de culo del periodista, que se golpea con un taburete. También se dice que discutió con los responsables de la clínica que le atendió, ¿quizás sobre lo que debía poner el parte de lesiones? ¿Puede un facultativo distinguir entre una patada y una caída? Yo creo que sí, pero no me hagan caso, que no soy médico.

En fin, ya tienen todos los elementos para hacerse su versión. La fantasmagórica o la de realpolitik, muy alejada de pretensiones ideológicas. Las causas finales ya las apunta el propio Tertsch en sus declaraciones desde la cama, igual que se intuían en sus soflamas y deriva profesional: ¿por qué son tabú las enfermedades mentales?

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Qué curioso. El artículo apunta todo a causas macroeconómicas (¡la crisis!) cuando es algo inmemorial: ¿no tendrá nada que ver las cuantiosas pensiones de sus padres y la política materno-filial? Por no hablar que la diminuta CC.AA es una de las que cuentan con un mayor índice de segunda residencia en propiedad dentro de la misma provincia...
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Si el problema no es el incendio, común a las estructuras antiguas y que hace que los teatros y las óperas hayan ardido siempre con mucho éxito. El problema es que seguramente se aprovechará el incendio -que ha afectado a cuatro filas de sillas- para remodelar a fondo la sala y convertirla en otra caja impersonal y repetida, muy del gusto de la zona.