Códigos de identificación rusos |
En contra de lo que la propaganda en esta parte del mundo está repitiendo, la estrategia militar rusa en Ucrania está siendo bastante exitosa. Hoy se cumple una semana del comienzo de la invasión y los atacantes controlan la totalidad de la costa del Mar de Azov, después de que Mariupol cayese esta noche tras un cerco de varios días.
Al otro lado de Crimea la situación es más o menos semejante: Jerson está rodeada y los vehículos de avanzadilla se ven en la principal estación de tren, y la ciudad portuaria fluvial de Nikolayev -donde se construyeron gran parte de los barcos de guerra de la Unión Soviética- completamente tomada desde hace días. El destino del último gran puerto de Ucrania está cantado: Odessa quedará rodeada por tierra en unos días, cerrando por completo el acceso de Ucrania al mar.
Son días de no dejarse llevar, como siempre en las guerras, por la propaganda. Las redes están inundadas de imágenes de columnas de abastecimiento rusas destruidas, y supuestos expertos militares pontificando sobre la falta de preparación, deserciones y demás tonterías sin soporte real alguno, al menos para la magnitud de lo que afirman. La realidad es que el ejército ruso está logrando sus objetivos de manera bastante eficaz y rápida, usando el tiempo como arma.
Quienes creían en una guerra relámpago -qué malas son las metáforas, y qué efectivas en la gente que no entra en el fondo del asunto- pues dirán que han acertado y los rusos han fracasado. Nada más lejos de la realidad. La estrategia está muy clara desde hace días: avance rápido sobre Kiev y Jartov sin entrar a tomarlas, mientras se asienta un corredor continuo por tierra entre Rusia y Crimea. Sin prisa. Una vez caída Kiev, cerrar toda la parte oriental del país -con la ciudad más importante de la zona en el centro, Dnipro- en un gran embolsamiento.
Esa es la palabra clave, con la que el ejército ruso se ha manejado históricamente, tras haberlo aprendido a marchar forzadas de la Alemania nazi: en un campo de operaciones tan grande y tan poblado dispersamente, y con un oponente tan débil y desorganizado -han llamado al combate a cualquier varón-, habiendo ganado la superioridad aérea, el Kesselschlacht es la medida más eficaz.
Más si, como se está viendo, el ejército ocupante usa la táctica de los alienígenas de V, el presentarse como amigos y hermanos. Hay vídeos de civiles parando columnas de blindados a la manera de Tiananmen y, en contra de lo que cabría esperar, no han recibido una ráfaga de balas ni se han quedado debajo de la rueda de oruga. Si así fuese, no duden que nos lo hubiesen mostrado, y cien veces. Rusia aspira a una posguerra manejable, y eso no es viable si en cada pueblo por el que pasan -al principio iban por carreteras principales, ahora ya hay imágenes de caminos secundarios e incluso algún campo a través- dejan un reguero de cadáveres.
Ese es otro asunto. Las máquinas de propaganda de ambos bandos están funcionando a pleno rendimiento y confieso que he sido un poco ingenuo al pensar que la primera guerra con teléfonos móviles por doquier iba a dejar una gran muestra de vídeos; los hay, pero en mucha menor cuantía de la que cabría esperar, y todos cortados por el mismo sesgo, independientemente del bando. No hay muertos en combate.
Esas mismas columnas de logística y a veces de blindados referidas antes se muestran con vídeos tomados desde un coche como de casualidad, como que acaba de suceder y lo estamos viendo en falso directo, cuando la realidad es que no hay ni un cadáver. Columnas de diez o quince unidades, completamente calcinadas, y ni un cadáver. A nadie le interesa mostrar las atrocidades de la guerra, y lo que le haya pasado a los soldados invasores que hayan sobrevivido al fuego y las llamas. Vamos, es que no se ha visto ni uno carbonizado.
Y es mejor así. Es la guerra más caliente de la posguerra fría, y es también la guerra con el hiperacceso a redes sociales, donde la sociedad del sentimiento se expresa y se muestra más voluble a la siempre perversa acción de la propaganda. Abundan los ejemplos en la historia -por ejemplo, el hundimiento del Lusitania- donde una emoción colectiva a partir de un hecho puntual se troca, en pocas horas y gracias al fértil sustrato que trae una guerra, en decisiones no lógicas, y tomadas desde los sentimientos.
A pesar de los incesantes titulares del New York Times y otros medios perfectamente alienados -y ¡ay! del que rompa la columna, bien prieta-, no hay masacres en Jartov ni en Kiev. No hay bombardeos de edificios de viviendas -aún no, veremos como se desarrolla la lucha urbana en esas grandes ciudades planificadas a lo soviético, con grandísimos espacios y distancias- ni un mercado de Sarajevo que vender a la opinión pública e, inmediatamente, a los que toman las decisiones.
De momento. Ucrania, como era de esperar, está perdiendo la guerra y a gran velocidad. Es ahora cuando empiezan las presiones para establecer una zona de restricción aérea sobre Ucrania, por parte de insensatos belicistas perfectamente conscientes de que eso supone una acción de guerra. Usan, por supuesto, razones como "proteger a los refugiados", como si estuviesen siendo víctima de algún hostigamiento, pero la razón principal es que quieren cambiar el curso de la guerra.
Ahí está por ejemplo la Unión Europea -noten como EE.UU, que prometió el oro y el moro a Ucrania, está completamente de perfil en este asunto-, prometiendo en boca de su representante gagá "suministrar aviones de combate" a Ucrania, como si fuese un videojuego. Lo dijo y se quedó tan ancho, y su mentira duró 24 horas. Como tantas otras de Josep Borrell, un hombre superado por los acontecimientos y por su edad, además de un evidente declive cognitivo.
No puedes suministrar aviones de combate a un país salvo que sean de modelos que ya estén usando, porque si no tendrían que ir con sus pilotos y red de apoyo. En eso consistió la Legión Condor, que no hace falta explicar. Caído de su fantasía, a Borrel le informaron que solo hay unos sesenta aviones de combate soviéticos en países de la Unión Europea, los únicos que podrían usar pilotos ucranianos, y sus dueños se han negado a donarlos porque saben perfectamente que es una acción de guerra. Preguntado sobre cómo pretendía llevarlos al frente, un Borrel que institivamente hubiese dicho "volando", se contuvo y dijo "estamos en guerra y no voy a dar ayudas al enemigo"; traducido: no tengo ni puta idea de lo que digo, y ni siquiera de las consecuencias.
Pero ahí queda la frase, "estamos en guerra". Primero empezaron con sus medidas (iluminar con los colores de la bandera ucraniana edificios, expulsar a Rusia de Eurovisión) y después, azuzados por la opinión pública y el hazmerreir evidente, medidas que respaldan la declaración entrecomillada. "Estamos en guerra". En una cascasa de decisiones, muchos países se han apresurado a anunciar envios de armamento defensivo a Ucrania, y en cantidades francamente apreciables y con origen realmente sorprendente: miles (miles, 1000+) misiles antitanque unipersonales por parte de Finlandia y Suecia, países neutrales y no alineados en la OTAN y, el más notable, 200 MANPAND -leer esta vieja entrada sobre el tema- por parte de Holanda, en un claro guiño al avión derribado sobre Donestk en 2014, con casi 300 nacionales a bordo.
España, que en un principio anunció chalecos antibalas y equipos NBQ -como si vas a una fiesta y llevas cava de Valencia-, ha corregido sobre la marcha, y anunciaba ayer envío de armamento de verdad, sin especificar cúal. Por supuesto, sin pasar por la Comisión del Congreso que tiene que vigilar la exportación de armamento. Nadie quiere quedarse atrás en el primer esfuerzo bélico de la Unión Europea, consistente en enviar equipos y material, porque tampoco hay coordinación para nada más.
Es una escalada, sin embargo. Comparada con los que abogan por establecer una zona de exclusión aérea -ningún país de la Unión Europea podría- es un juego de niños, pero un paso significativo, así como que Alemania haya roto su tradicional contención presupuestaria en Defensa, anunciando un gasto extra de 100.000 millones de euros, después de tres décadas resistiendo las presiones de EE.UU al respecto. Lo ha hecho, para que quede constancia, con un gobierno rojiverde en el poder. Da miedo pensar en qué podrá gastar ese dinero uno de los ejércitos del mundo con equipamiento más moderno y actualizado. La perversa maquinaria de la lógica de la guerra, y leerán un poco más abajo esta frase de nuevo, ya se ha puesto a rodar.
Con este escenario, volermos a lo anteriormente planteado. Mucho ojo con una guerra así en una sociedad hiperconectada e hiperemocional a través de redes sociales y otros mecanismos mucho más perversos que los que tenía Hearst y el hundimiento del Maine, aunque beban de la misma fuente. Una intensificación de la lucha en Ucrania, una ruptura en la compuerta de la censura de ambos bandos para no mostrar muertos ni atrocidades, una bomba caída en una guardería, y esta sociedad en la que estamos inmersos se convertirá, en un plazo breve de tiempo, en un Kesselschacht de odio y venganza, y que explotará en una única dirección: la que nos llevan indicando los medios de propaganda desde hace una semana, la pura y simple guerra.
Por último, Borrel respondió ayer a una pregunta evidente de un periodista (minuto 10´23"): ¿Temen que Rusia ataque esos envíos de armamento europeo? "Ya ha anunciado que tan pronto como entren en terreno ucraniano lo hará (silencio) Es la lógica de la guerra" ¿Eso sería un acto de guerra contra Europa? "Seamos serios. No podemos pretender que los rusos vean el envío de armas y [con sorna] cómo lo mandan los europeos lo vamos a dejar pasar", para después evitar afirmar que estamos en guerra con Rusia.
¿Se dan cuenta de que ya estamos embolsados en la lógica perversa y circular de la guerra, y que puede estallar por cualquier parte? ¿O soy yo el único? Están ya todos los ingredientes. Vivimos en un Kesselschlacht y no somos muy conscientes de lo que eso supone.
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De esto se ha hablado poquísimo, y permanece oculto para el historiador que dentro de unas décadas estudie el año 2022: el máximo responsable de los espías alemanes estaba en Ucrania la noche de la invasión, y tuvo que ser rescatado por un operativo especial tras haberse perdido la primera evacuación. Seguro que estaba de turismo, cuando EE.UU ya había anunciado lo que iba a pasar.
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Interesante entrevista a un miembro de la farándula:
o nos retratan como una Galicia tercermundista o bien como la de la cocaína, me gustaría que se hiciera algo de la juventud gallega o de las empresas de I+D. Pero el público reclama esto porque la cocaína es muy cinematográfica y televisiva
Sí, yo soy pesimista por naturaleza, pero mis padres ya lo eran. Todo lo veo negro y eso que me va como dios
Me está dando la sensación de que soy subnormal en esta entrevista
No hay nada como asumirlo.