miércoles, 21 de diciembre de 2011

Gobierno de crisis

Posa leyendo una prestigiosa publicación
A lo mejor es un wishful thinking, pero me gusta pensar que en la exquisitez de tiempos y de formas que ha mantenido Mariano Rajoy a la hora de su toma de poder es herencia de las dos legislaturas de Zapatero, que siempre puso mucho énfasis y práctica en estos modos. No era a lo que nos tenían acostumbrados los anteriores presidentes, ni mucho menos.

El PP ganó los comicios adelantados del pasado 20-N, tras unas elecciones aburridas y sosas por su propia elección. Sabedor de que ganaría de cualquier modo, puesto que el voto -y la abstención- estaban decididos de antemano, todo fue un dejarse llevar. Tras su debate de investidura el lunes, ha jurado su cargo esta mañana como sexto presidente de la actual democracia.

Y ese dejarse llevar parece ser su auténtica ideología, porque en el debate de investidura, que tendría que haber aprovechado el impulso del torrente electoral, no ha propuesto nada ni novedoso ni esperanzador, dos elementos que creo no deben faltar en la vida política, y más en tiempos de desafección democrática. Al fin y al cabo, es la misma persona que se presenta como "previsible".

De ahí la formación de su primer gobierno, que tiene visos de ser muy duradero a imagen y semejanza del de Aznar en 1996, donde sólo le falló Pimentel poco antes de las elecciones de 2000. Los nombres de este I Año Mariano son desasosegantes y grises, y aún así son lo máximo que se podría haber esperado del registrador de la propiedad de Santa Pola (Alicante). No hay nada más: cuando hay un cambio de gobierno se dice que hay una "crisis de Gobierno"; aquí estamos ante un Gobierno de crisis, y bien poco se puede esperar de él: Rajoy lo ha escogido por fidelidad a su persona, especialmente durante los cuchillos largos que siguieron a la derrota de 2008. La adecuación, eficiencia o aptitud lo dejamos para otra ocasión, aquí lo que cuenta es el lacayismo.

Soraya Saénz de Santamaría: Vicepresidente primera, Ministra de la Presidencia y portavoz. Era esperable que la elogiable vallisoletana obtuviese el premio gordo en el reparto de ministerios. Lo ha trabajado durante la última legislatura, tiene la experiencia -y con menos de 40 años- y el talante necesario para lo que va a tocar lidiar, y creo objetivamente que no debería provocar de entrada mucho rechazo.

Alberto Ruiz -Gallardón: se coloca en Justicia, lo que su idolatrado padre nunca fue -aunque su vástago se casó freudianamente con una hija de Utrera Molina-y hubiese querido de él, y no otras cosas que ha hecho en política regional. Al fin y al cabo, fue el joven Albertito, como así lo llamaban en la casa familiar, el que en 1985 puso un recurso en los tribunales ante la Ley del Aborto. De esta ley, y de otras muchas -como la de partidos- nos dará que hablar el chico más aplicado de la clase. Por cierto, el puesto es muy importante. Muy, muy importante.

Miguel Arias-Cañete: un desastre sin paliativos. Don manteca colorá, supuesto experto en economía, va al Ministerio de Agricultura, que recupera el nombre. Un Ministerio que apenas tiene competencias propias, porque todo se decide en Bruselas, y que representa un sector que supone el 2% del PIB español. Será una fuente constante de noticias. Y de ocurrencias. La-men-ta-ble

García-Margallo: un político viejo, aunque a nadie le suene. Viene de la UCD y viene del Parlamento Europeo. ¿Premio? Ministro de AA.EE, una cartera donde tendrá, de entrada, que intentar salvar la cumbre iberoaméricana de 2012, a celebrar en Cádiz por el Bicentenario de las Cortes y La Pepa, y a la que no va a venir nadie. También está Europa, nuestro vecino marroquí y, en fin, "recuperar nuestro lugar en el mundo", que no es desde luego el que quería Aznar.

Pedro Morenés: fue secretario de Estado cuando Rajoy era Ministro de Interior, y ahora será Ministro de Defensa, donde ya estuvo también con Eduardo Serra, uno de los mejores ministros de Aznar. Le espera la descomunal deuda del Ejército (26.000 millones en créditos comprometidos para comprar armas, y eso que tenemos un ejército de menos de 100.000 hombres) y los secretos de Estado.

Cristobal Montoro: el calvo que se peina con gomina, lenguaraz y chabacano, pertenece a la más triste realidad de las mentes grises en economía del PP: no hace tanto tiempo -una legislatura- que el candidato a Ministro de Economía era Pizarro, cuyo mayor mérito era haber malvendido Endesa a los italianos y no a los catalanes. Ahí estuvo mano a mano con Montoro, que ya fue secretario de Estado del ramo en que será Ministro: Hacienda. Y ahora también, Administraciones Públicas. Sí, Montoro lidiará con el sector público.

Jorge Fernández-Díaz: otro que viene de la UCD, y después estuvo en los aridísimos años ochenta de la derecha nada menos que en Barcelona, donde se bregó contra todos. Como pago a sus servicios, la dirección nacional le dió el puntapié con el cambio de década a favor del ultra y desequilibrado Vidal-Quadras. En cuanto Rajoy empezó a rotar por Ministerios, le siguió fielmente y muy de cerca. Ministro de Interior, lo que en la democracia española -con ETA o sin ella- equivale a ser el más próximo al presidente del Gobierno.

Ana Pastor: continuidad gallega en Fomento. Precisamente cuando una de las escasísimas medidas que han transcendido de este mes de "gobierno en la sombra" de Rajoy era que el PP gallego renunciaba a reclamar la costosísima e inviable conexión de su AVE local con la meseta. Nacida en Zamora, la fielísima de Rajoy tendrá un presupuesto menguado y cierto populismo en su cargo y sus maneras, el mismo que ejerció cuando el año pasado fue a visitar a los "atrapados" por la huelga de controladores, como si fuesen refugiados de patera. Risas garantizadas.

Fátima Báñez: la cabeza de lista por Huelva se dedicará a Empleo y Seguridad Social. La delfina de la irritante Teófila Martínez llega al Ministerio desde una provincia con tasas de paro propias de otro continente no muy lejano (30% en su provincia) y presencia asegurada en los medios.

Jose Ignacio Wert: el único Ministro del que se pueden esperar sorpresas e innovaciones. El sociólogo -conservador, pero no radical y habitual en los medios del grupo PRISA- es una persona muy inteligente, enemigo de los lugares comunes, contracorriente del pensamiento único y con argumentos razonables. Se lleva el ministerio bicéfalo de Educación y Cultura, donde tendrá mucho trabajo. Sinceramente, da confianza.

Jose Manuel Soria: el conocido clon físico de Aznar, al que incluso se le blanquea el bigote de la misma manera, deja sus islas queridas y canarias para venirse a Madrid a ser Ministro de Industria, Turismo y otra cosa más. Poco hay que esperar de esta persona de verbo limitado.

Luis de Guindos: el premio gordo para el antiguo responsable de Lehman Brothers en España, hombre de Rodrigo Rato, habitual de los medios de ultraderecha y conocido o supuesto pensador económico. Ministro de Economía "y competitividad". ¿No había nadie mejor? ¿En serio?

Ana Mato: la número tres del PP y eternamente bronceada, la misma que no se enteró de Gürtel había regalado un Jaguar a su entonces marido (alcalde de Pozuelo de Alarcón, el municipio con mayor renta per cápita de España) se lleva un superministerio: Sanidad. Otro ministerio feminizado, carente de competencias reales -salvo que se recuperen de las CC.AA, atención- y meramente figurativo. Como ella.

Y esto es todo. La mayoría absoluta del PP se traduce en trece ministerios (había quince), cuatro de ellos para mujeres, que ustedes podrán juzgar por su importancia. Con este equipo habrá que lidiar la nueva recesión, la crisis de nuestras vidas y el futuro de este país. Veremos que hacen, pero no es para que mañana alguien se levante muy reconfortado.



jueves, 15 de diciembre de 2011

Madrid se londoniza

Típica high street británica, todavía con Woolworths abierto
Con su habitual arrogancia de siempre, Esperanza Aguirre ha anunciado lo que venía planeando desde hace tiempo: la libre apertura comercial los 365 días y las 24 horas de todos los negocios establecidos en la región que domina, Madrid.

Ha sido una escalada paso a paso. Primero se declararon centros comerciales como "de interés turístico" (caso de la pista de nieve artificial situada en Arroyomolinos, Móstoles, a 30 kms. de la Puerta del Sol, o el centro comercial situado en la antigua estación de Príncipe Pío), después se amplió esa medida al entorno de la Calle Preciados, Sol y Gran Vía, no hace ni un año se extendió la libertad de abrir en domingo a otros distritos y, por último, se empezó a barruntar en octubre la total libertad de apertura (incluyendo la nocturna, hasta el momento semi-tabú) "para locales de más de 300 metros cuadrados".

Esta bien explicar esta evolución porque la arrogante y chabacana Esperanza Aguirre fundamenta la medida que quiere aprobar en que "nosotros estamos con la Libertad". Tal cual. Yo también, pero tengo mis serias dudas de que la reptilesca presidenta de la Comunidad de Madrid lo esté: como todos los autobautizados liberales que hay en España, son liberales porque la etiqueta les parece prestigiosa, pero a la hora del libre comercio asoma la pata del lobo. O de la lagarta.

Esperanza Aguirre está a favor del libre comercio. Muy bien. Esta medida está en la base de la prosperidad y el progreso. El problema es que los adalides de esta medida tan sana suelen poner trabas a su libre desenvolvimiento. Ahí está el reciente ejemplo de los comerciantes chinos (toda una institución en Madrid) manifestándose porque no les dejasen vender cervezas ni otras bebidas alcohólicas a partir de determinadas horas.

Un ciudadano incauto pensará que eso está muy bien, porque por ahí se cuela el botellón, la inseguridad ciudadana y Corea del Norte, y probablemente no le falte razón. El problema es que mientras a los comerciantes chinos se les prohíbe vender alcohol a partir de las 22:00, cualquier consumidor puede comprar esos productos de esa hora en adelante en gasolineras (al principio no era así, pero Gallardón lo cambió) y en el VIPS (lo más parecido a un drugstore que hay en España, no en vano el 30% de su capital es de Goldman Sachs), por no hablar de los establecimientos de come&corre que han proliferado por la capital en los últimos dos años, que venden pizzas y, si quieres, también cerveza.

Espe también quiere la libertad para la visión
Pero los chinos no pueden vender alcohol. ¿Ese es el libre comercio que propugna Aguirre? Sí, y que nadie se lleve a engaño. Libre comercio, pero no para todos, lo que de facto -y dada la arbitrariedad del poder político que administra los horarios y las normas- se convierte en un abuso aún más flagrante que cuando no había esa supuesta "Libertad" (¡cómo se les llena la boca!), porque es directamente una discriminación.

La propuesta de octubre, decíamos, de dejar libertad de apertura a comercios de "más de 300 metros cuadrados" era una propuesta antichinos, dado que los establecimientos de este colectivo (que paga sus impuestos y está más controlado que el tendero "de toda la vida", ese que jamás te dará un recibo o un albarán con número de serie) son de un tamaño muy inferior. Es más: era una medida para favorecer la implantación de grandes cadenas (como Opencor, de El Corte Inglés), las únicas que pueden resistir el tirón  y la barrera al libre mercado que supone la traba administrativa de una superficie mínima.

De hecho, los comercios de más de 750 metros cuadrados ya disponían de libertad horaria de lunes a sábado, pero locales de ese tipo son aún más infrecuentes. Con este nuevo giro de tuerca Esperanza Aguirre nos vende más libertad, pero es dudoso que se llegue a palpar. En la operación de propaganda con la que se lanza esta medida no falta el mantra que se repite una y otra vez en estos tiempos: "se crearán 20.500 puestos de trabajo".

Puede ser. Lo que no calcula es los puestos de trabajo que se perderán en el pequeño comercio, que no va a poder aguantar el tirón de las grandes cadenas. Y no sólo el situado en el centro, porque muchos de la periferia se resentirán, dado que los días festivos y de fin de semana en Madrid existe la cansina costumbre -también por falta de otra alternativa- de acudir en masa al centro, dado que es lo único presentable de una ciudad que se vende como próspera y que compite de tú a tú con otras grandes metrópolis, y que todo el mundo sabe que no es así.

De hecho, en el panegírico a sí misma de Esperanza Aguirre no ha faltado esa argumentación: que Madrid quiere competir con Londres o con Tokio (donde también hay libertad de apertura comercial) como destino de compras. De hacerse realidad esto, y desde luego la medida de la libre apertura a mansalva lo va a propiciar, Madrid perderá sus señas de identidad.

En francés existe un término muy divertido para definir a esas ciudades donde las principales vías comerciales están llenas de franquicias, que como es sabido estandarizan el consumo y te puedes comprar el mismo jersey en el H&M de Roma que en el de Berlín. Los franceses, muy amantes de lo suyo y de la petit boutique, califican el fenómeno de "londonización".

Así es: la capital británica tiene todas sus high streets (las calles comerciales con espacios destinados a este uso, el resto están desiertas) copadas por las mismas grandes cadenas, en una monotonía y atonía desesperante. Da igual en qué parte de Londres estes, que ahí estará tu HMV, el Boots, Subway o la cadena de librerías esa que siempre tenía la oferta de 3x2 en paperbacks, que acaba de quitar porque se hunde. Y lo mismo en Manchester, Bristol, Leeds, Glasgow o donde quieran.

Linwood, periferia de Glasgow
El fenómeno es tal que existen hasta clasificaciones sobre las ciudades más londonizadas y las que menos, algo que se suele vender ¡cómo atractivo turístico!, porque tienen sus pequeñas tiendas o, sencillamente, porque vas a encontrar algo diferente a las manidas high street y sus franquicias repetitivas. En Escocia, por  meter un ámbito geográfico concreto se puede encontrar Dumfries (la ciudad más londonizada) y al mismo tiempo Edimburgo, la gran ciudad que conserva más comercio local...y más actividad y encanto, pero lo que más abunda son sitios como Linwood, con el comercio de todo tipo arrasado y nombrada este año la ciudad más fea.

Nada de esto ha servido como ejemplo. Esperanza Aguirre se fija en Londres y Tokio, nada menos. En Tokio son limitados los distritos abiertos 24 horas: Shibuya y alguno más. En Madrid va a ser toda la Comunidad. En Reino Unido abren las 24 horas algunos comercios de indios -los equivalentes a los chinos- y el Wall-Mart, la mayor empresa del mundo de distribución y que opera en Europa con otro nombre.

La libre apertura comercial aplicada como café para todos (algo que al final no será así, ni mucho menos: ya verán como hay trabas al libre comercio) agravará los problemas que pretende solucionar, cuando podría ser una política muy útil de ser aplicada en determinados distritos desfavorecidos, que así conseguirían atraer  actividad comercial y movimiento. Sin embargo, Madrid ha preferido Guateque para todos.

Madrid tardará muy poco tiempo en londonizarse. De hecho, ya huele permanentemente a comida de comer&correr, y calles como Fuencarral ya son todo un muestrario de franquicias repetidas y donde sólo sobrevive el comercio tradicional en manera de tres bares y una empresa de placas grabadas en metal. Las grandes ciudades cada vez se parecen más entre ellas, y aquellas que sepan escapar a esta ola de supuestas ventajas para el consumidor conseguirán atraer un mejor turismo, radicar mejor su población y ser, en definitiva, ellas mismas. No será el caso de Madrid, ciudad históricamente maltratada por su clase dirigente.
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Una retroexcavadora en un yacimiento neolítico. Tras el susto inicial, todo se comprende viendo la responsabilidad de Vitorino Alonso, al que todavía se califica como empresario minero cuando, si es empresario, es de cazar la subvención pública. 

miércoles, 14 de diciembre de 2011

Valencia no tiene quien le escriba

Una gran edición la de aquel año
Tampoco hay que evitar los elogios cuando son merecidos: el reportaje de Josep Torrent sobre cómo la Comunidad Valenciana se ha quedado sin sector financiero en unos pocos meses es de lo mejor escrito que he leído en este año en la prensa española. Los mimbres no faltaban, pero se agradece el uso de un lenguaje que debería ser propio del periodismo -y más en estos casos- y que, hoy por hoy, vemos como una cosa extraordinaria cuando no debería ser así.

"Asalto", "Ambicioso", "Ansioso" o "los problemas de este político, correoso y frío como pocos" pueden inducir a pensar que este reportaje está lleno de insultos y descalificaciones, pero no: insisto en que está muy bien escrito, documentado e hilvanado, con momentos terroríficos de sólo imaginarlos, como por ejemplo la reunión en la que Zaplana repartió el poder. Sinceramente, recomiendo que lo lean.

No puedo añadir nada a lo relatado, y los efectos están a la vista de todos: tras Bancaja y la CAM, el último banco valenciano en caer ha sido el Banco de Valencia. Era el banco más antiguo -fundado por asturianos, como relata el experto conocedor de la historia empresarial de Asturias Javier Cuartas- y también el más débil comparado con los poderosos cimientos de barro y paja (¡un saludo a Blasco Ibáñez!) con las que contaban las dos primeras cajas, que llegaron a ser la tercera y la cuarta entidades financieras más grandes del país y con una capitalización muy por encima de los bancos.

El final de toda esta historia está a la vista de todos: Valencia se ha quedado sin sector financiero propio. Las causas también están muy claras: política y finanzas, pocas alabanzas. Sumen a esto la fenomenal especulación inmobiliaria vivida en la Comunitat Valenciana -alentada y favorecida desde el poder político, especialmente con su demencial Ley del Suelo que permitió que surgiesen engendros como Astroc- y la tradicional manera levantina de hacer negocios, y ahí hay un buen libro. Mejor que los de Chirbes. Un libro-reportaje, de esos que escasean en España, igual que los semanarios de información.

Por algo será. Un libro que recuperase que Zaplana, en 2002 y en plena borrachera de ladrillo, llegase a plantear trasladar el aeropuerto de Valencia -actualmente en Manises- a Sagunto, y para ello apelase a criterios de ecología. Afortunadamente no se realizó lo que era otra operación urbanística encubierta -hacer crecer Valencia ciudad hacia el oeste, visto que hacia el sur por la Albufera no se puede-, aunque la noticia llega a decir cosas que causan vergüenza ajena: "Los redactores del proyecto están convencidos de que se pagaría solo. El coste de las expropiaciones y de la construcción de todas las infraestructuras previstas se compensaría con los beneficios del aprovechamiento de los kilómetros de playa liberados. Naturalmente, solo grandes instituciones financieras podrían asumir tales inversiones".

Ahí está todo resumido, una vez más. Sin embargo, falta una recopilación sistemática donde se juntase todo: como Ryanair está expulsada del aeropuerto de Manises -por seguir con el tema de los aviones-, cómo el PP saca porcentajes de voto por encima del 50% en la región, la corrupción rampante y chulesca de Fabra, el veto a que Ikea se implante en la región...Valencia, para los valencianos. Y sus bancos, para los demás.

Por ejemplo, y para qué vean hasta que punto llega el nivel con el que los valencianos se guisan y se comen ellos solos su paella, está bien recuperar una historia que simplemente se puede calificar de italiana, en su vertiente del sur. Era finales de 2007 el candidato del PSOE en la región dimitía de su cargo por un escándalo de corrupción.

Como lo leen: dimite el de la oposición. Había perdido las elecciones de 2003 y las de 2007 de manera aplastante. No tenía acceso a ningún resorte de poder directo (aunque si local en Denia, el objeto de interés), y sin embargo se descubrió que un constructor le había pagado la reforma de su piso, y fue una reforma de nada menos que 78.000 euros. Que si ya lo iba a pagar, que si de estas cosas se encarga mi mujer...¿Por qué un constructor paga al líder de la oposición sin posibilidad alguna de rascar poder?

Para que todos estuviesen contentos. Para que nadie se quejase. En Valencia todo era un teatrillo, y el dimitido Joan Ignasi Pla hacia su papel a la perfección: tengan en cuenta que en 2006 planteó una moción de censura a Camps, ¡una moción de censura contra un presidente respaldado por mayoría absoluta abrumadora!. Un teatrillo al que Camps acudió hora y media más tarde, para favorecer la representación de que había algo.

Ahora que se está celebrando el juicio por los insulsos trajes de Camps, miren un poco más al fondo y no se queden en lo superficial. Sólo informan de lo menor, porque todos estaban metidos. Y en 2014, en las próximas elecciones locales y regionales, otra mayoría absoluta.