domingo, 28 de noviembre de 2010

Wikicotilleo

Ya está aquí la nueva hornada de cotilleos filtrados por Wikileaks. Como a estas alturas todo el mundo sabe en que consiste el portal de información libre de Julian Assange no merece mucho la pena explicar el procedimiento de la filtración, la veracidad de la fuente ni su efecto. Habrá que detenerse, pues, en el contenido.

Si hace unos meses el contenido era sobre las redes militares estadounidenses y las acciones de guerra empleadas en Afganistán e Irak, ahora el protagonismo son las comunicaciones de las delegaciones diplomáticas estadounidenses repartidas por todo el mundo. A mí me parece muy bien que todo esto se pueda saber -al menos una vez en la vida, no creo que vuelva a pasar- y también sirve, como esa maravillosa película de los Cohen Burn after reading, para desmitificar el valor de la información, el de la diplomacia y el de las instituciones establecidas.

Convenientemente, para que así pudiesen tener preparados sus especiales antes de la publicación oficial en wikileaks, una serie de publicaciones de importancia mundial y tendencia progresista (NYT, Guardian, Le Monde, Repubblica, Der Spiegel y El País) recibieron los 250.000 documentos con una anticipación no precisada, pero que ha permitido al semanario alemán tener toda su tirada impresa para estar mañana en los kioskos -las primeras noticia salieron esta tarde por un periodista que ya había visto un ejemplar para la venta en Basel, Suiza- y al resto de medios empezar a bombardear a eso de las siete y media de la tarde.

¿Y bien? Pues poca cosa. Cotilleos de diplomáticos, algo en lo que son especialistas. Por favor, no caigan en el recurso rápido de que esto es una provocación contracorriente y que lo escribo con tal de no postrarme ante el Dios revelado de los documentos: me parece bien que se publiquen, pero no dicen nada relevante. Son cotilleos dignos del ¡Hola!. Evidentemente, en tal volumen de información y para analistas avezados, habrá alguna cosa para sonsacar, pero los primeros titulares son tristísimos.

Les pongo varios ejemplos: Gaddafi usa botox, Berlusconi organiza orgías con mujeres al borde la edad legal, Sarkozy se cree un reyezuelo, "la política rusa está en manos de Vladimir Putin, a quien se juzga como un político de corte autoritario" y, en definitiva, "los lectores descubrirán al acceder a las sucesivas crónicas detalles insospechados sobre la personalidad de algunos destacados dirigentes y comprobarán el papel que desempeñan las más íntimas facetas humanas en las relaciones políticas". Cotilleo puro, o sencillas tonterías ya sabidas ("la apuesta de la diplomacia norteamericana por el derrocamiento del general panameño Manuel Antonio Noriega" o el glorioso titular "Espías en la Embajada de Berlín". ¿Espías en Berlín? ¿Seguro? Pues será la primera vez). Y por entregas sucesivas.

"Mañana EL PAÍS ofrecerá detalles, por ejemplo, sobre las sospechas que la presidenta de Argentina, Cristina Fernández de Kirchner, despierta en Washington, hasta el punto de que la Secretaría de Estado llega a solicitar información sobre su estado de salud mental". Pues eso, para el que lo quiera leer. Aprecio mucho la labor de filtrado, contextualización y marco que ofrece el periodismo para no tener que arrojarse al proceloso y trabajoso oficio de leer 250.000 documentos legales, pero insisto en lo del cotilleo. Si eso es lo mejor que pueden sacar, a mí me interesa bien poco.

Una de las mayores víctimas de todo este asunto es la Diplomacia. Con esta filtración masiva quizás acabe calando en el gran público una realidad rara vez manifestada, que no es otra que las delegaciones diplomáticas trabajan para y por el espionaje, en sus más variadas modalidades. Por eso cada vez que hay un rifirrafe de altura expulsan a oscuros agregados culturales (espías), porque todos y cada uno saben la función que ejercen las embajadas en suelo extranjero, cada una con sus propios medios y responsabilidades.

Lllegados a este punto, y para que vean hasta que punto es bastante hipócrita toda la misión diplomática, recordar esta noticia de 1998. En los bombardeos de la OTAN en Belgrado un misil "inteligente" -¡toma pedazo de oximoron!-, que se guían por satélite y no tiene posiblidad de fallo en su objetivo, fue a impactar directamente contra la Embajada China en Serbia. No contra la embajada de Polonia o la de Egipto, sino contra la de China.  La explicación oficial fue tan absurda que recordó a la de un deportista cazado con un positivo: habían utilizado para codificar el objetivo un mapa de los años ochenta, cuando el edificio no era una delegación diplomática y si un edificio oficial del Ministerio de Interior serbio. Me imagino a un soldado escaneando un plano en papel y metiendo un diskette en el misil...los chinos, evidentemente, no tragaron con la explicación, pero tampoco fueron muy allá: estaban espiando los vuelos y las tácticas de los aviones stealth, que al final no lo eran tanto.

De este tipo de cosas, como en la primera oleada de filtraciones sobre la guerra de Irak y Afganistán, si que me hubiese gustado leer y conocer. De este cotilleo diplomático bien poco. Eso sí, estoy seguro que se consiguirán más titulares con lo del botox de Gadaffi y la enfermedad mental de la nueva Evita que con el deficiente uso de los suministros y artillería en los dos primeros años de la ocupación en Mesopotamia. Eso no interesa a nadie. El periodismo, como suele pasar en estos casos, se traga un nuevo gol con los wikileaks.
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Este es el cambio del modelo productivo español. Dentro de la economía integrada que es la Unión Europea somos, por clima y vocación, la Florida turística. Y claro, hay que ofrecer todo tipo de servicios. Cada vez más industrializados y eficientes.
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La contaminación atmosférica en las grandes ciudades es una de las noticias más habituales en Europa. En Madrid no, porque hasta hace poco el Ayuntamiento ocultaba los datos, o los daba con retraso, además de colocar las estaciones de medición dentro de parques o cualquier otra treta. Hace una semana presentó un página web donde se podía seguir en tiempo real los índices de contaminación. Este es el resultado. A partir de ahora será habitual la información y un nuevo caballo de batalla político. En España ninguna gran ciudad hace restricciones de tráfico por contaminación, porque este es un país maravilloso donde, a pesar de tener un parque automovilístico viejo y con diesels de hace 30 años circulando -contaminan como seis coches-, el aire es puro y la cañita, bien tirada y fresquita.
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Estamos hablando del mayor empresario minero de España. Bueno, el mayor empresario minero es el Estado, que mantiene por vía de subvenciones algo que se tuvo que cerrar en los ochenta. Es todo un teatrillo. Por eso paga. Con dinero público. Y para el 2014, que es cuando se agota la última prórroga lograda para la minería del carbón, de nuevo a sacar la tramoya y el escenario a la calle: los mineros haciendo una marcha y reclamando su salario al Estado y no al empresario. Un famoso sindicalista del sector dice, en una noticia relacionada con la anterior y del mismo día, "que no entiende nada". Pues es muy fácil: la mejor mina de carbón es la que no existe, y estas dos noticias validan esta afirmación de puro sentido común. En todo caso, aquí tienen unos datos.
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Quejas y lamentos varios. Lo mejor es no admitirles de entrada, después se crea una masa incapaz de asumir que la investigación es una pirámide: todo el mundo se cree el mejor. Y todavía ven emigrar como una tragedia, a pesar de ser de donde son.
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Viajes de autor. ¿Habría alguien interesado en aguantar nueve días a este subproducto de España?
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Andrew Marr, uno de los periodistas más famosos de la BBC y autor de varios bestsellers, opina esto de la gente que tiene un blog.