Diario de la peste (XXXIV): entre el ridículo y la realidad

Garry Galaxy Burguer Cangreburger

Esta tarde ya ha salido el primer globo-sonda en El Parte sobre la certeza que Pdr Snchz va a pedir otra prórroga del estado de Alarma, o sea que a lo mejor mientras estoy escribiendo esto ya ha anunciado una comparecencia pública para esta noche -como en las tres primeras semanas de la epidemia- o para el domingo en la sobremesa, como últimamente.

Una prórroga que vendrá con matices, porque ayer la Ministra de Trabajo, saltándose el secreto de las deliberaciones del Consejo de Ministros, ya adelantó que la vuelta a la actividad productiva "se alargará hasta el verano" y que algunos sectores, como el de la cultura, lo harán a finales del año. Del turismo mejor no hablamos, ya que la ministra gallega ha adelantado que "va a estar muchos meses sin actividad".

De momento, el confinamiento se prolongará hasta el 10 de mayo, pero ya el 26 obligarán a ir a trabajar a bastantes sectores no esenciales porque, aunque las cifras de muertos durante toda la semana se hayan mantenido sospechosamente estables en torno a 550, es la cifra que les parece normal, dentro de esos planes que ya tienen hechos y de los que solo atisbamos su realidad por las indiscreciones de alguien como Yolanda Díaz.

Un anuncio de ese estilo -ayer se cayeron al suelo las esperanzas falsas de muchos trabajadores de los sectores más afectados- lo tendría que haber hecho el Presidente del Gobierno en una comparencia de nivel, y no una Ministra por accidente en una desafortunada entrevista, la enésima donde mete la pata esta impresentable, incapaz de diferenciar nada. El Presidente e Iván Redondo muy contentos con librarse del marrón, y alguno de Pablemos también contento porque así tienen protagonismo, cuando es otra muestra más de la chapuza de este Gobierno de coalición, el primero de nuestra democracia. 

Lo venderán como algo "realista" -que hay que trabajar- mientras todavía no han asegurado, ni falta que les hace, la seguridad sanitaria. Es mucho mejor hacer cosas como la vergüenza de que ayer con Amaral, De Pedro y otros titiriteros  dando un "concierto" en un hospital de Madrid, porque todo es una fiesta para los de siempre. Hoy no pongas la sirena, Chemita, que hoy hay música de la buena.

Vergüenza por todos los lados, como el ridículo Ministro astronauta diciendo que la vacuna española "será mejor", y hoy participando en una rueda de prensa con niños, el nivel mental en el que se quedó. Esa es la gente al mando, capaz de tener tiempo para todo en esta crisis, incluyendo regalarlo en actividades de dudosa eficacia, porque tampoco se diferencian mucho de los titiriteros, a los que también ayudarán aunque una parte importante de ellos sean millonarios con cuentas en paraísos fiscales, o con esquemas societarios para defraudar.

Son cosas de el Gobierno más social de la Historia, tan, tan social y tan para todos que es capaz de pasar por encima en sus medios de propaganda sobre el espantoso escándalo de las mascarillas que no cumplian ninguna normativa de seguridad, distribuidas a las CC.AA, usadas durante al menos díez días por personal sanitario pensando que les ofrecía protección, y denunciadas por la siempre irresponsable Generalitat de Cataluña (también Aragón) porque eran una puta mierda.

El nuevo escándalo en la compra de material es bastante diferente de los 640.000 test rápidos de Covid-19 que sólo tenían una precisión del 30%, porque ahí se detectaron relativamente rápido y no pusieron en peligro a nadie. Con las mascarillas, de las que ya les adelanté que son la metáfora perfecta de la crisis, se han cometido todo tipo de negligencias que demuestran mejor que nadie las costuras de uno de los grandes países del mundo y de sus responsables.

Garry Galaxy es el improbable nombre del suministrador chino, más propio de un personaje de Bob Esponja o de un millonario enloquecido de los tebeos de superhéroes, por eso de compartir inicial en el nombre y en el apellido. El Estado español compró a precio de tinta de unicornio una cantidad muy importante de mascarillas FFP2 -que ofrecen protección tanto al portador como al paciente- para el personal sanitario, aunque han preferido no dar cifras concretas y decir que han comprado "900.000 mascarillas de dos tipos, y que no todas fueron repartidas", seguramente por el diezmo que se cobran las FSE y los intermediarios hasta el destino final.

Explico esto último porque las mascarillas siguen siendo un bien muy escaso. En el Metro de Madrid, tras el experimento de los dos primeros días, se dejaron de repartir, y eso que eran simples mascarillas quirúrgicas y no FFP2. Otros sitios, como el Ayuntamiento de Torrejón (sí, Torrejón: no es casual) han iniciado un reparto masivo a todos los vecinos para que tengan al menos diez (ten-dieci) en sus casas: ¿de donde han salido? ¿Tiene el Ayuntamiento de Torrejón capacidad para contratar por su cuenta el suministro de mascarillas?

Son tan escasas que, aún así, el Gobierno tiene el cuajo y la desvergüenza de decir que, de esas 900.000 suministradas por Garry Galaxy, "no todas fueron repartidas". Casualmente, 400.000 fueron a Cataluña. 400.000, casi la mitad. Eso es un reparto equitativo entre CC.AA, y que podría llevar a pensar que el Gobierno central sabía perfectamente que producto de papelería estaba comprando como si fuese material sanitario, y a saber por qué. Las preguntas y conclusiones que se pueden sacar son realmente desasosegantes.

Según Sanidad, una fuente siempre creíble ("es como una gripe"), "solo se trata de un lote concreto", y que el defecto no se ha detectado en otros productos. La Conserjería de Salud de Cataluña, con muy buen criterio, ya ha devuelto 200.000 mascarillas, y que sea en Madrid donde busquen el código de barras de los lotes defectuosos. Por otra parte, es lo que se tenía que haber hecho nada más que se descargó el avión, pero era mucho más importante sacarse la foto con el aparato recién aterrizado de China, al igual que hace Ayuso.

¡España! ¡Cuatro institutos públicos, misma conclusión!

Algo debieron raro debieron ver en las mascarillas los primeros empleados sanitarios -los más familiarizados con ellas- que las usaron, de tal manera que las devolvieron y desde Madrid se enviaron al Instituto Nacional de Seguridad e Higiene en el Trabajo (INSST), donde con ayuda de la Asociación Española de Normalización (vaya nombre distópico) dijeron que "no cumplían ninguna clasificación indicada". Vamos, que ni FFP2, ni N95, ni nada. Según Salvador Illa, "hemos remitido el material defectuoso a AITEX (Instituto de Investigación Textil)[Tercer instituto público para analizar el mismo material, ojo] para que validen si son adecuadas para otro uso, como puede ser mascarilla quirúrgica o higiénica".

O sea, que como mucho van a valer para lo mismo que esas mascarillas textiles hechas en casa. Como hay cerrojazo sobre la política de compras gubernamentales -no quisieron ni decir el nombre del proveedor del fiasco de los test rápidos- tampoco se puede saber cúanto han costado, ni habrá fiscalización alguna de este nuevo fiasco, uno que ha puesto en riesgo las vidas de las personas que han usado esas mascarillas, recibidas en Madrid y redistribuidas desde Madrid sin control alguno, saltándose todos los procedimientos operativos en aduanas.

Es realmente espeluznante en un país donde ya se han infectado 30.000 trabajadores sanitarios, la proporción más alta de todo el mundo, y donde hoy la Asociación Profesional de Enfermería ha lanzado un durísimo comunicado -no podía ser menos- contra la negligencia de este Gobierno. Por otra parte, ayuda a explicar como se puede seguir infectando la gente a ritmo de cuatro mil o cinco mil al día en la quinta semana de confinamiento, y es que los sanitarios son el mayor vector de contagio.

Según el informe del INSST, que reproducen varios medios pero no Lo País (dedica media página al asunto, porque así es Soledad Gallego-Díaz), las supuestas mascarillas FFP2 ofrecían protección únicamente durante 3 minutos y medio. Es fácil imaginarse al facultativo pasando visita en esas UCIs atestadas y cogiendo el virus, para después transmitirselo a otros compañeros, quizás cuando bailan la conga a las puertas de los centros al son de las sirenas de los Policías o de los ripios de Jorge Drexler o cualquier otro vividor.

Al parecer, algunas de las mascarillas no traían nada impreso: ni el modelo, ni el fabricante, ni la normativa que cumplía, por lo que se hace muy arduo saber la trazabilidad que estará haciendo el Gobierno para su retirada y posterior distribución como gasas decorativas para la cara. Por eso es todavía más elogiable que la Generalitat haya cogido todo lo que tengan de ese fabricante y lo hayan devuelto a Madrid.

A alguien en el Hospital Universitario Parc Taulí de Sabadell le pareció muy sospechoso que un producto sanitario tan crítico no llevase trazabilidad ni identificación alguna, y las envió motu proprio al Centro Nacional de Medios de Protección en el Trabajo [cuarto organismo público citado, así funciona todo]. Allí dijeron la puta mierda que eran, y enviaron copia del informe al Ministerio de Trabajo de Yolanda Díaz, que se ha olvidado de hablar de esto en sus comparencias para dar limosma y auxilio a cambio de votos.

De Trabajo se lo dijeron a Salud, y entre una cosa y otra han pasado los al menos diez días con personal sanitario usando material de chichinabo en esa primera línea de frente con la que se pone viril y marcial el JEMAD Villaescusa, que si algún día tiene que usar sus juguetitos militares se encontrará con la misma incapacidad y chapucería, como demuestran los aviones militares que se estrellan, los portaaviones retirados con corrosión estructural a los 20 años, y los tanques con amianto. Porque es un modelo de país.

Desconfíen de todos aquellos que les vayan a decir que esto ha pasado en otros países. Se han dado casos por doquier de países timados con material -Reino Unido, Holanda, Finlandia, por ejemplo-, pero se ha detectado en origen o en una fase inicial de la distribución. Aquí han fallado todos los controles: ha fallado el personal de aduana, ha fallado el personal que elige los repartos a las zonas, han fallado los institutos de verificación -que tendrían que hacer de oficio ese trabajo y no a petición de nadie- y ha fallado el Gobierno, que intenta vender esto como un accidente cuando es una cadena sin fin de negligencias con visos de criminalidad.

Esa misma gente pretende hacer creer que van a hacer una desescalada -menudo palabro-  racional de la misma crisis mundial que en España se vive de manera agravada por haber animado a salir disfrazado de violeta el 8 de marzo, y cuyos contagiados ya tendrían que haber salido del sistema sanitario hace semanas, bien con los pies por delante o con una cámara de televisión para hacer propaganda de lo bien que lo estamos haciendo entre todos. Bien, pues ya tienen una razón por la que en España la curva de contagios se mantiene al 3% constante, y no es por problemas estadísticos de no contar a los muertos o los infectados, o por no tener tests salvo para políticos, militares y deportistas: es porque no se están haciendo las cosas tan bien como nos dicen. Ni el confinamiento (700.000 multas), ni la prevención mínima, ni el aislamiento domiciliario (¿qué fue de las arcas de noé? ¡Se las llevó el Nilo!), ni la distribución de material sanitario ni nada dentro del más mínimo sentido común. Pero, eh, el problema son las fake news y que los niños no pueden salir a la calle, además de las maltratadas y ese 016 que no para de sonar, porque está en la agenda política.

A ver si de esto salimos consiguiendo diferenciar entre el ridículo y la realidad, lo que realmente sucede. No es mucho pedir.
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Este impresentable empezó hace años con una especie de revisión de noticias para ver si eran falsas o si estaban plagiadas. Tonto como pocos, en un claro caso de plagio que me hicieron dijo que "no era concluyente", porque así es este tipo de gente. Por eso es normal que a estas alturas de la película se haga estas preguntas. A ver si lo ficha Newtral o el psiquiátrico de su pueblo vasco, de donde nunca tuvo que salir.
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Asturias es una de las regiones más contaminadas de Europa, gracias a una industria pesada variada, abundante y muy concentrada en una región urbana de 700.000 habitantes que es su "área central". Como esa industria es a la vez fuente de trabajo -y también de que la región esté mucho más poblada que todas las colindantes, casi el doble-, desde que se empezó a levantar la veda sobre el tema de lo tóxico de ese sector industrial, insisten en que la contaminación viene de los coches y no de las siderurgias, cementeras, térmicas y plantas industriales de todo tipo que hay. También de las "tormentas de polvo" que vienen del Sahara. O de la "inversión térmica". O de "la ausencia de lluvias".

Lo dicen las autoridades, y lo dicen los pobres muertos de hambre que repiten las consignas de los medios de propaganda, empezando por los periodistas apesebrados y acabando por los prejubilados. Así es normal que se pueda publicar una cosa así sin ruborizarse y sin que nadie se escandalice.