Durante los escasos días que duró el efecto Pizarro este simpático turolense, del que ya avisé que daría mucho juego por su locuacidad insensata, tuvo tiempo de decir un eslógan programático: "el dinero, donde mejor está, es en el bolsillo del contribuyente". Era toda una declaración de intenciones, como ese presidente de la CEOE (sí, Cuevas se ha ido, pero porque lo retira un cáncer) que dijo, de tarjeta de presentación, "la mejor empresa pública es la que no existe".
Yo estoy de acuerdo con ambas afirmaciones. Porque los hechos lo demuestran. Sin embargo, en el caso de las dos frases meadafueradeltiesto citadas arriba, los que las pronuncian lo dicen porque han oído campanas y no saben donde. Conocida es la trayectoria funcionarial de Pizarro ("y he sacado dos oposiciones, ojo", le espetó a un incrédulo Gabilondo), siempre en la administración, y que se hizo hombre de empresa (sic) en la empresa pública por excelencia, la eléctrica Endesa, construida a base de masivas inversiones de recursos y capital de varias generaciones de españoles. En el fondo, no se creen lo que dicen. Utilizan una retórica vacía que ellos mismos vacían.
El come-come político de esta semana, un poco más sosa de lo que se esperaba, es la propuesta electoral de los famosos 400 euros, una propuesta que comparte nombre con la película de Truffaut Los cuatrocientos golpes. La propuesta es bien clara: 400 euros irán directamente al bolsillo del contribuyente no autónomo. No necesita más explicación, pero el Gobierno se ha metido en camisas de once varas a la hora de explicarlo, y se ha tropezado con no poca incredulidad, cuando no indignación. En estos debates es cuando se ve el absoluto analfabetismo económico -gemelo de otros muchos analfabetismos sectoriales- de la mayoría de la población.
Algunos dicen que no es un impuesto progresivo, cuando lo es muchísimo más que una reducción porcentual de la cuota de IRPF: la gente que realmente lo necesita estirará mucho más esos 400 euros que los que, todos lo sabemos, 400 euros es un día de fortfait en la montaña o la factura de la cena; en cambio, una reducción porcentual haría que unos se ahorrasen los 400 euros, y otros podrían ahorrase 30.000. Así funcionan las matemáticas, y no las he inventado yo. Además, estas políticas del cheque en mano, tan de la Escuela de Chicago, se ven muy matizadas en el sentido de que el pago se haría en pequeñas cuotas mensuales, en vez de un pago único que se podría ir, como todos conocemos casos, directamente a una pantalla plana, una semana en Lanzarote o a droga, como pasa con la devolución del IRPF.
Otros dicen que, dado que el Estado no parece necesitar los 5.200 millones que va a costar la medida, que directamente no lo recaude. No es eso. La medida permitirá fiscalizar a mucha gente que no declaraba, y permitirá hacer un seguimiento. Quizás la crítica más razonable es la del absurdo electoralismo del anuncio. Es la tradición de Zapatero, que ha adoptado algunos de los clichés más grotescos de la anterior mayoría: no ha habido una rueda de prensa anunciando la subida de las pensiones, pero casi. Todo empezó cuando, en Rodiezmo, anunció la subida de las pensiones. No fue rueda de prensa, pero casi. Allí estaban los mineros -futura pieza de museo antropológico- para aplaudir.
Pero bueno, volvamos al principio. Reducido a propuesta básica, los cacareados 400 euros no son más que devolver al bolsillo del contribuyente el dinero, ¿les suena?. Pues ni mú. El turolense loco no ha dicho ni siquiera algo tan normal como "eso ya lo había dicho yo". Que vá. Su jefe político ("yo estaré al servicio de Don Mariano") no perdió ni un minuto en descalificar una propuesta fiscal orientada a estimular el consumo. ¡Eso es tener un criterio establecido! Da miedo pensar la política económica y fiscal de una gente que ni siquiera es capaz de mantener su supuesto credo (oyen campanas y no saben donde) cuando ven que su enemigo aplica las mismas políticas. Que país, y que políticos.
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