miércoles, 21 de noviembre de 2012

Aquella noche en Bengazi

Estos son sus atributos visibles
Es una historia tan buena que parece mentira que esté pasando. Sin embargo, vivimos en una época en lo que lo imposible y lo novelesco forman parte de la realidad informativa del día a día. En un caso como este, me quedan dudas de que ganemos todos con tanto outing. 

Hace unas semanas se produjo un hecho muy grave. La embajada de EE.UU en Bengazi fue asaltada y, en la lucha, murió nada menos que el embajador de EE.UU, un hecho insólito que hacía décadas que no se producía.

Gadafi en vida dictatorial de 40 años no consiguió algo ni siquiera parecido: se tenía que contentar poniendo bombas en vuelos civiles, algo muy valiente y de mucho mérito. Ha sido asesinar al coronel libio y producirse algo tan grave como la ejecución de un embajador, para que vean como están las cosas.

El ataque a la embajada se produjo en plena campaña electoral americana, y el candidato derrotado Rommey lo intentó aprovechar en su beneficio. Sin descartar la pista de un uso electoral, parece que la cosa es mucho más truculenta, insidiosa y más atractiva. De hecho, el gran pastel se ha empezado a descubrir una vez pasadas las elecciones.

De manera muy sorprendente, porque apenas llevaba un año en el cargo, y sólo dos días después de las elecciones estadounidenses, el director de la CIA ha dimitido. Era nada más y nada menos que el famoso general David Petraeus, conocido por el gran público por su papel destacado -y mediático- en las guerras de Afganistán e Irak.

Con una hoja de servicios realmente increíble, dejó la vida militar para abrazar un cargo de gran confianza política como es el director de la CIA, lo que le ha costado emborronar su expediente y trayectoria de una manera indeleble. A ver si consigo contarlo bien, porque se entrelazan diferentes tramas -algunas con fines puramente de maquillaje- con pecados veniales.

Empecemos con la versión oficial.

La razón de la dimisión de Petraeus ha sido una relación extramatrimonial con Paula Broadwell, una escritora que realizó una biografía sobre el general, conviviendo con el en varios frentes durante muchos meses. En principio parece un escándalo típicamente estadounidense, de faldas e infidelidades, con una mujer oficial devota durante 37 años de la brillante carrera de su marido, y una MILF (con formación militar también, ojo) que se entromete, nunca mejor dicho.

El gran Bob Woodward, en los brillantes libros que ha escrito ya muy viejo sobre las últimas guerras de EE.UU, ya había avisado que Petraeus era extremadamente narcicista y lo que le gustaba era que le hiciesen la pelota y le dijesen lo brillante que era; si es cierta esta observación, el romance con Broadwell debió surgir muy pronto. ¿Qué es un biógrafo si no un enamorado del biografiado?

¿Por qué confiesa Petraeus? Aquí la historia se empieza a complicar. Al parecer, el FBI encontró correos cruzados entre los dos amantes. ¿Que hacía el FBI investigando nada menos que al director de la CIA? Ay, ay....se tardó varios días en conocer la respuesta, que por rocambolesca es todavía más patética que toda la historia.

Al parecer, otra buscona MILF de Florida había estado cortejando a Petraeus, y la muy celosa Broadwell la amenazó ¡desde las cuentas de gmail del propio Petraeus, que se las había hecho para evitar el encriptado propio de su cargo y las miradas ajenas! La amenazada, de nombre Jill Kelley, contactó con un superagente del FBI que conocía, llamado Frederick W. Humphries II, que llamándose así no podía ser otra cosa que espía.

Llegados a este punto -y eso que es la versión oficial-, uno no puede dejar de recordar y recomendar ese monumento de película que es Quemar después de leer, de los hermanos Coen, o cualquiera de esta genial pareja de cineastas, que siempre pueblan sus producciones de expertos que no lo son, manazas, narcicistas y demás. Vean también, aunque no salen espías, la fabulosa Ladykillers, y quizás contextualicen mucho mejor todo.

Humphries es un agente federal famoso, propio de un guión cinematográfico: en 1999 desarticuló una trama terrorista que iba a atentar en Los Ángeles y, al parecer, ama su trabajo, hasta el punto que se tomó como algo personal la denuncia que le hizo Kelley. Por cierto, esta buscona también se intercambiaba e-mails de contenido sexual John R. Allen, el general al cargo de las tropas de la OTAN en Afganistán. ¿Una cama redonda? Quizás.

Tan personal que ha llegado a derribar nada menos que al director de la CIA, lo que demuestra una vez más que en EE.UU y su estricta separación de poderes (y agencias gubernamentales) puede hacer que un ratón asuste a un elefante. Y sí, ya he citado antes a Woodward, quizás la persona que mejor encarna esta realidad de EE.UU junto a su colega Bernstein.

Sin embargo, aquí no hay épica periodística, al contrario: hay carencia de periodismo, como en tantas otras ocasiones. Cosas de seguridad nacional, me temo. Ya se vio muy clarito como los medios agraciados con la pedrea de los wikileaks utilizaron ese caudal de información para contar cotilleos y poco más. Y en la versión oficial del caso Petraeus estamos con cotilleos, faldas, relaciones cruzadas y demás. Hay que ver en el bosque.

La versión no oficial

Sin descartar que todo esto haya salido porque Petraeus tenía que comparecer en la Cámara de Representantes sobre el caso de la embajada de Bengazi pocos días después (y no dijo gran cosa) y la ya apuntada versión de su uso en las elecciones, está claro que un caso en el que se entrecruzan la CIA, el FBI, generales de cuatro estrellas y un embajador muerto tiene más de sí, mucho más. Con todo el respeto a los hermanos Coen.

De entrada, es sencillamente increíble que un general de cuatro estrellas y 40 años de servicio en el Ejército (¡y director de la CIA!) se abra cuentas de e-mail en servidores privados para chatear con su amante; o se embobó como un adolescente, o no se entiende nada. Sólo por este cosa tan absurda merece cualquier oprobio; o que un agente raso del FBI, por muy celoso de su trabajo que sea, investigue al director del CIA sin toparse antes con ningún cortafuegos en forma de seguridad, aviso de superiores o rapapolvo paralegal.

Quizás ayude a comprender todo esto el margen de días que hubo entre la sorprendente dimisión de Petraeus justo después de que Obama ganase las elecciones, y antes de que el caso se ramificase hasta Kelley y las amenazas. En esos días llovían las informaciones sobre el caso, como es lógico, informaciones que después se han diluido o olvidado en el fenomenal lío de faldas, espías y relaciones triangulares, perfecto para el consumo de la opinión pública.

Las informaciones de esos días se centraban en torno a Broadwell, por supuesto. Al parecer, la escritora se había metido muy bien la piel de Petraeus, hasta el punto de defenderlo acerrimamente en las ruedas de prensa, charlas y presentaciones que dio a lo largo y ancho de EE.UU presentado su libro. Al parecer también, la señora Broadwell es de boca caliente y muchas veces se le escapaban cosas que hacían intuir que entre ella y el general de cuatro estrellas había más que comunicación.

En ese contexto salieron las primeras informaciones sobre que el FBI estaba investigando Broadwell por revelación de secretos de estado, la vía más lógica de investigación, mucho más que la del agente Humphries y los e-mails amenazantes. Recuerden que hay un embajador muerto de por medio, y una imagen internacional del "policía mundial necesario" seriamente comprometida.

Tras el fiasco de Bengazi, donde su amante era el principal responsable, a la señora Broadwell se le fue la lengua en su defensa mucho más de lo habitual, y ahí fue donde saltaron todas las alarmas, y la relación extramatrimonial mantenida durante años -y de la que más de uno en el FBI, la CIA o el Ejército estaría al corriente- saltó a la luz. Me imagino que sólo las más altas gestiones habrán conseguido que la dimisión se produjese después de las elecciones, pero todo había llegado a un límite.

Aunque Petraeus diga que jamás compartió "material clasificado" con su amante, es difícil imaginar las charlas poscoitales entre un hombre de sesenta años y una mujer de cuarenta hablando de la colada o los niños, y más cuando -como he indicado-, la señora Broadwell tenía formación militar, nada menos que graduada en West Point.

Lo que dijese o no pertenece a los secretos de alcoba, el problema es cuando es información secreta y que afecta a terceras personas, en este caso -ya lo habrán adivinado- a un embajador muerto o la seguridad nacional, ampliamente entendida. Y aquí es donde empieza a ser interesante el caso para el observador atento y el lector paciente que haya llegado hasta aquí en este relato deslavazado.

El pasado 26 de octubre la señora Broadwell ofreció una conferencia en la Universidad de Denver. En el toma y daca tras la presentación -y les aseguro que en EE.UU es un toma y daca, especialmente en ambientes académicos, donde se va a cuchillo pero con gran educación y respeto-, que duró 35 minutos, la biógrafa-amante se calentó demasiado.

Preguntada sobre el asalto a la embajada de Bengazi, dijo que "los asaltantes querían liberar a miembros de milicias libias que la CIA tenía recluidos en un edificio contiguo". El que sepa leer entre líneas sabrá que ahí detrás está la palabra tortura, y EE.UU todavía no se ha recuperado de lo de Abu Graib. Esas son cosas que no se dicen así, o si se dicen no quedan sin consecuencias.

Al día siguiente la CIA tuvo que dar un desmentido, y ahí se desencadenó todo. Aquella noche en Bengazi, como se intuía, hubo mucho más: un embajador de EE.UU no muere así como así. Tuvo que haber fuego pesado. Los agentes de la CIA no se esperaban eso, pero ¿que podían esperar de un país donde se distribuyó armamento pesado por doquier, y que se podía esperar de unos compañeros que saben que sus camaradas están recluidos sin juicio, sin acusación, sin esperanza de volver a verlos?

Murió el embajador, las autoridades de EE.UU nunca han confirmado si se escaparon los presos (sería admitir a renglón seguido la pregunta ¿por qué había presos en una embajada?), ha caído el director de la CIA y, si me permiten decirlo también, Hillary Clinton, que a pesar de su desmedida ambición de poder, anunció justo después de las elecciones que no continuaría al frente de la Secretaría de Estado. Es cierto que ya lo había anunciado hace casi dos años, pero nadie le creyó, como en tantas otras mentiras de esta tahúr. Como para continuar en su cargo ahora que se sabe que la CIA ha seguido torturando durante su mandato.

¿Y quien sustituirá a la Clinton? Se hablaba de Susan Rice -esa gran y reciente tradición americana de poner al frente del poder exterior a mujeres-, la actual embajadora ante la ONU, pero la pobre ha quedado quemada también por aquella noche de Bengazi, como se explica muy bien aquí. También que Obama se enfada mucho con todo este asunto. No me extraña. Y todo por una hooker con la boca caliente.
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Noticias de la crisis. Grandes oportunidades de empleo. Parece un publireportaje, pero en teoría es una noticia.

sábado, 10 de noviembre de 2012

Morirás en Barakaldo

Lugar exacto de la ejecución hipotecaria
Barakaldo es margen izquierda de Bilbao, donde antes había industria pesada y donde ahora hay pisos residenciales, otro ejemplo más del devenir de España, incluso en sus zonas menos españolas. Ayer una mujer de 53 años, que iba a ser desahuciada por no pagar su hipoteca, se suicidió tirándose del balcón de la casa que habitaba sin ser suya, justo a la altura de uno de los vestigios industriales de los antiguos altos hornos de la zona.

El suceso venía poco después de otros hechos similares a lo largo de la geografía española, especialmente destacado el de un kioskero de Granada que se había suicidado pocos días antes y en el momento de ser desahuciado por no poder afrontar una hipoteca de 240.000 euros; si, han leído bien: un pobre granaíno de la popular coplilla que, siendo kioskero, había contraído una deuda con el banco de esa cuantía.

Como este Gobierno -y también el anterior- gobierna a base de hechos luctuosos, como se ha podido comprobar tras los sucesos que llevaron a la muerte a cuatro jóvenes en una macro-party de Madrid en fechas recientes y la subsiguiente clausura y prohibición municipal de utilizar recintos públicos para estos eventos -que son los únicos en los que se puede emplear la hiperabundancia de estos edificios-, ayer el presidente de Gobierno ya anunció que intentará modificar la ley para que no se produzcan estos suicidios por desahucio.

Y eso que es registrador de la propiedad.

Todo esto es un despropósito. Dicen que hay ya 400.000 desahucios en España, y pocos me parecen por el volumen de crédito contraído para comprar ladrillo -muchas veces como segunda residencia o inversión- en los Quince Años de Despilfarro en España. Si hay 400.000 desahucios en España, hay al menos el doble de personas que sigue metiendo dinero en esa inversión llamada ladrillo, a pesar de que jamás va a ver retorno alguno de esa masiva movilización de capital hacia un bien inmueble, en muchos casos el ahorro de toda una vida: gente que paga por algo que ya no es que no valga el precio que alguna vez tuvo, es que directamente vale mucho menos.

Sin embargo, el que compró debe pagar. Para eso está la Ley Hipotecaria, con su especial consideración por el tipo de bien contratado, los plazos y la cuantía. Si no puedes pagar, se ejecuta la hipoteca, y no vale la dación en pago. No vale. Lo sabía el que compró la casa, lo sabía el banco y lo sabe el presidente del Gobierno registrador de la propiedad.

Tomemos como ejemplo el trágico suceso de Barakaldo. Según han publicado los medios, la suicida tenía 53 años y llevaba nada menos que 30 trabajando en la empresa de transportes local, actualmente en el puesto de responsable de recursos humanos. La ecuación de nuestro mercado laboral consistente en antigüedad en el puesto + relevancia del puesto arroja eso que están todos ustedes pensando: un sueldazo bajo cualquier perspectiva.

No se trata del caso de un kioskero granaíno ni de una familia de inválidos (en estos casos  es especialista el periódico 20 minutos, parece que los desahucios afectan especialmente a gente lisiada y con grados de incapacidad superiores al 66%), sino de una persona que mantenía su trabajo -y qué trabajo-, su familia y -aquí está la clave- su estatus social.

Militante y ex-edil socialista en Eibar, nadie en el barrio dice saber que estaba a punto de ser desahuciada. Difícil de creer habida cuenta que la casa llevaba en el mercado inmobiliario desde hacía un año, y más difícil de creer sabiendo lo cotillas que son los vascos -por pocos y por estar apretujados- hacia el vecino. Me da a mí que ha sido un nuevo caso de esa variante local, acendrada por décadas de conflicto político-social, de mirar hacia otro lado. ¿Que no sabían? Y un cuerno. Hasta la foto de la casa salía en Internet.

Al parecer, la familia consistente en hombre, marido e hijo de 21 años entró en la casa en 2006, y en el momento del deceso todavía debía 214.000 eurazos de hipoteca. Haciendo cuentas, la mujer suicida entró a pagar la casa con nada menos que 46 años, en pleno pico del boom inmobiliario, y seguramente para pagar una cifra altísima, por encima de los 250.000 sólo de hipoteca. Nadie informa de si tenían otra casa en propiedad -por el perfil de familia todo indica que sí-, o por qué se embarcó en el pago de otra nueva casa y de esa cuantía a esa edad.

En 2006 le quedaban 20 años de vida laboral y 250.000 euros de deuda. No parece una buena operación. Será que en 2006 alguien la encañonó a la altura de una sucursal bancaria y la obligó a suscribir una hipoteca por un bien construido al lado de un residuoo fabril, a razón de 12.000 euros al año. Ni siquiera esta me parece una cifra muy alta: si hubiese optado por el alquiler, serían algo menos de 1.000 euros al mes. Pero no, quiso ser propietaria bajo las condiciones de la Ley Hipotecaria.

Las noticias, centradas en los sensiblero y la gazmoñería más ramplona, no dicen cuando dejó de pagar la hipoteca, ni por qué dejó de hacerlo teniendo empleo, y muy bien remunerado. Tampoco por qué no optó por el alquiler. Sólo ponen fotos de sus vacaciones, seguramente en sitios más exóticos que Benidorm o Plentzia. Vacaciones pagadas a crédito, supongo.

Mientras el registrador de la propiedad de Pontevedra prepara la ley populista ad-hoc, quiero poner mi impresión del caso y su tratamiento mediático. Una persona que se suicida porque la van a desahuciar, teniendo hijos y familia sin ningún otro problema aparente, tiene un problema que va más allá de la índole económica.

La suicida de Barakaldo perpetra su acto porque es clase media que no asume su ida a menos: yo todavía no he visto ninguna noticia de ecuatoriano o rumano suicidado por la hipoteca, y bien que la sufren y en condiciones más penosas que una señora vasca con 30 años de empleo en empresa pública e incluso pasado como edil público en un municipio de más de 50.000 habitantes, no precisamente un pueblo. Ahí hay un problema mental, o de no saber afrontar la realidad.

La reacción de los medios va en el mismo camino. La suicida de Barakaldo encaja en el perfil de clase media con el que todo el mundo consumidor de medios se puede identificar, aunque dudo mucho que conozcan a una edil municipal: mediana edad, hijo ya criado, con deudas increíbles de contraer, y por cuatro paredes con ladrillo. Ahí está el drama y el éxito de esta historia. La empatía, digamos, aunque notarán que a mí no me ha afectado.

Estoy completamente seguro, y seguro que no discrepan mucho conmigo, que si el suicida hubiese sido un pobre emigrante, o siquiera un habitante de Albacete a nivel de pueblo, la noticia no hubiese tenido tanto impacto. La clase media española se suicida por no poder afrontar el pago de una hipoteca; ya, pero hay que ver qué tipo de clase media, qué tipo de hipoteca ha contraído y, especialmente, por qué no lo conocía el vecindario ni los allegados: por la vergüenza social.

El mismo mecanismo que empujó a tanta gente -y no banqueros encañonando a clientes por la calle- a adquirir propiedades que no se podían permitir, y que era el "no ser menos" que los demás, es el mismo que hace que nadie cuente sus penas con la vivienda; los inmigrantes, como no tienen problemas para contar sus penas económicas, no tienen porque pasar esa vergüenza social. Ahí está el drama personal de la ex-edil del PSOE suicida, al margen de los números de sus finanzas personales, que tampoco parecen tan diferentes de tantos otros ciudadanos que no han optado por la vía fácil del suicidio.

De hecho, creo que estoy escuchando el cuchicheo de sus vecinos durante el año en que el propietario de la casa la puso de nuevo a la venta y el trágico desenlace de esta historia. Esperen: lo estoy escuchando de verdad. Ninguno sabía nada. Seguro, seguro: la espiral del silencio, que en el contexto vasco adquiere siempre esos matices localistas y folcklóricos. 

Morirás en Barakaldo, especialmente cuando vienes de Eibar, tiene título de canción del rock radical vasco de los ochenta, que tanto vivió del desmantelamiento industrial y su mitología asociada. Sin embargo, ahora ya no hay bardos que canten esta triste historia, ni medios de comunicación ni clase política a altura de poder contar con sentido y en su contexto la historia de la ex-edil suicida con 53 años y 214.000 euros de deuda hipotecaria.
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Coincidiendo con el Congreso del Partido Comunista Chino, El País -que está que da pena- publica esta noticia muy del gusto occidental: que viene el lobo. Si leen bien el panfleto, verán que está lleno de errores (un acorazado llega a poner), exageraciones y fantasías. Viene sin firmar, lo que demuestra un poco de vergüenza, o no se si será por la huelga.