Como era evidente a todas luces, las dos chifladas de León que ejecutaron a
La Carrasca no actuaron solas: entre la noche del martes al miércoles, y cuando la Policía llevaba 30 horas rastreando la zona para encontrar el arma del crimen, la agente de policía local Raquel Gago entregó a sus compañeros una bolsa con la pistola Taurus -una quincalla- que tantos desvelos había causado.
Según su relato, una de las asesinas se la había entregado en el intervalo que hubo entre el crimen y su detención. Según los primeros relatos, este había sido extremadamente breve (10 minutos), pero ahora parece que
ya se estira hasta los 50 minutos. Se la había entregado, sin que ella se diese cuenta, dentro de una bandolera.
Sin darle mayor importancia, dejó el paquete en la parte de atrás de su coche, todo siempre bajo su relato. Hasta 30 horas después del asesinato. Es una historia sencillamente increíble, y más sabiendo que la agente y
una de las asesinas eran "íntimas amigas", y que, en el cometido de sus funciones, había estado en el dispositivo del velatorio a
La Carrasca.
León, cinco y poco de la tarde de un día laborable, y ambas amigas se encuentran por casualidad. No ha transcendido si la agente Raquel Gago, pues este es su nombre, vio a su amiga azorada o nerviosa. Le debió parecer de lo más normal recoger un paquete y verla salir a las carreras (o no, ya saben la diferencia entre 10 y 50 minutos); o si, mientras veía pasar el cortejo fúnebre ante
La Carrasca, y sabiendo desde el primer momento que su amiga estaba detenida, reparar en el paquete que le había dado bastantes horas antes. Ese del que no se había dado cuenta.
Lo que parece evidente para cualquiera -que estaba en el ajo, y que era la cómplice necesaria para hacer desaparecer el arma porque ¿quién va a sospechar de un agente?- no lo es tanto para el juez que lleva el caso, que la ha dejado en libertad con la obligación de presentarse a declarar en breve. ¿Por qué la agente Gago estaba en ese lugar y a esa hora? ¿Por qué no está en prisión incondicional?
Ahí están María Montserrat, madre y autora confesa del asesinato, y Montserrat Triana, hija y despechada opositora a la Diputación de León. Un lector me preguntaba si había una razón detrás de que no pusiese los nombres de las dos asesinas: no la hay, simplemente me parecen unos nombres extraños a unas leonesas de pura cepa, y muy característicos. Habrá tiempo de abundar en esto más adelante.
La agente Gago confirma lo que se intuía desde un primer momento: esposa e hija de Comisario que se convierten en tiradoras expertas, adquieren un arma de fuego en el mercado negro porque en casa no tienen acceso al mismo y planean una fuga perfecta -hasta pagando el ticket de aparcamiento- después del asesinato con total impunidad, y todo ello sin asesoramiento policial, incluido el negarse a declarar durante el primer día de detención.
Está por ver el grado de implicación de la agente Gago, que seguramente acabó entregando el arma ante el miedo atroz a que su amiga del alma -y a ver de qué eran amigas, puesto que era agente municipal desde los 24 años, y le saca 6 años a Triana
la Teleco- la acabase delatando. Aquí cabe plantearse el contrafactual: si el asesinato hubiese salido bien, ¿cómo se hubiese deshecho del arma la agente Gago?
¿Tirándola en una antigua mina o, en su condición de Policía, encontrándola casualmente -trabajaba habitualmente en la zona- y como parte de su trabajo, para después entregarla a sus compañeros y así crear más confusión? Nadie hubiese sospechado de su relato porque, recuerden, Montserrat y Triana eran insospechables: militantes del PP, esposa e hija de Comisario...¿Quién hubiese podido tirar del hilo de la amistad entre Triana y Raquel Gago? Nadie.
El plan salió mal y Raquel Gago se encontró conque tenía el arma del crimen dentro de su coche y no tenía modo alguno de justificar decentemente eso, al menos no para nadie que no fuese el juez del caso, al que imagino advertido de la gravedad de imputar a una agente en un caso de crimen entre militantes y cargos electos del partido del Poder, así con mayúsculas.
Bueno, pues aquí vuelve a pasar por encima del caso el espíritu de Azcona y Berlanga: según Gago, que acudió a la comisaría acompañada del "novio de su hermana, que es Policía Nacional" (vaya imagen de emancipación que está dando la juventud femenina leonesa), se había encontrado con Triana, habían tenido una conversación normal y, sin que se diese cuenta, en ese momento había dejado en el maletero la bolsa con la pistola. Y que no se había dado cuenta hasta mucho después, cuando iba a meter la bici.
Para avalar lo descabellado de este relato, ha llegado a afirmar que su amiga tenía un juego de llaves de su coche. Llaves mágicas, puesto que permiten abrir el maletero sin que nadie se de cuenta. Y que ambos vehículos tenían un ticket del Sistema de Estacionamiento Regulado de la misma hora. Que le había dejado el coche a ella esa misma tarde. O lo que sea. Seguro que llevaba 30 horas meándose de miedo ante la que le iba a caer. Una cobarde, que tiene que ir a declarar ante compañeros acompañada del novio de su hermana, también compañero. También cabe que su amiga del alma quisiese meterla en el embolado de manera pérfida, pero no parece plausible. Ya saben,
el arma "cayó en manos de la Policía", según El País. Concretamente, desde el Cielo. O desde la Comisaría.
Pero, si Raquel Gago es una roñosa y una cobarde a la altura de su amiga y su madre,
capaz incluso de estar en el velatorio de La Carrasca sabiendo que tenía el arma homicida en el coche, ¿Qué hay que decir de otro de esos policías que hay en el relato de esta truculenta historia? Y son tres: el Policía jubilado que desbarata el plan supuestamente perfecto, ideado y ejecutado con colaboración policial; la citada Raquel Gago, colaboradora necesaria; y el padre y marido de las dos chifladas leonesas.
Desde un primer momento la propaganda de Régimen lo ha apartado de los sucesos, en contra de cualquier lógica humana. Ayer se supo que había pedido la baja ("a petición propia",
la noticia está borrada pero se conserva su dirección, ojo al detalle) de su destino en Astorga, y automáticamente
le habían concedido el traslado a Gijón (¡en un día!), donde ejerció durante veinte años -se dicen pronto: veinte años- y donde residió toda la familia durante ese periodo. Mientras tanto, su familia está internada en la cárcel de Mansilla de las Mulas, pero el ya ha pedido -y le han concedido- el traslado a un región diferente en tiempo record. Prioridades de cada uno, desde luego.
La ciudad costera asturiana tiene su importancia en este relato: al parecer, y según la Propaganda oficial, las dos enajenadas militantes del PP adquirieron las dos armas de fuego en esa ciudad, y a un yonki que, casualmente, hace un año que ha fallecido. Por tanto, las tuvieron que adquirir incluso antes. Mucho tiempo, dos años y cinco intentos fallidos de asesinato, dice la Propaganda. Para completar el relato -que el yonki no puede corroborar ni desmentir, mira que fácil se lo dejan al juez-, también adquirieron
"importante cantidad de munición" para ensayar el asesinato, porque insisto en que lo del tiro de remate en el suelo es obra de alguien muy practicado.
Todo esto según lo relatado por la madre ante los compañeros de su marido, claro. Y lo que los compañeros de su marido nos han dicho, claro. ¿Está clara la veracidad del relato oficial y sus fuentes? Clarísima. Todo encaja: tiempos, el vendepistolas muerto, el marido-padre que no sabe nada....
La familia conservaba un piso en la ciudad asturiana, donde acudían regularmente para ver el mar -como tantos otros leoneses- y donde también eran socios de la conocida institución deportiva Real Club Covadonga. Hacían vida social y eran conocidas, además de por sus nombres foráneos y hasta pintorescos, por el cargo de su marido, y por el hecho no suficientemente destacado de que Triana había hecho toda su escolarización obligatoria en Gijón.
Este hecho me tiene ofuscado: ni el diario local
El Comercio ni el regional
La Nueva España han tenido a bien recabar ningún testimonio de los compañeros de instituto o amigos en la ciudad de la pareja de chifladas (no hay ni fotos de colegio, ni de nada), aunque si que remarcan que no eran de allí. Montserrat y Triana -menudos nombres, ya les avisaba- de nombre, no precisamente Ana y Laura, y nadie se acuerda de ellas. Es lo típico en estos casos. Lo hace hasta
El País yendo a Astorga ("Extranjeras", que hipocresía), en un artículo que es el día y la noche de
otro similar en el Diario de León.
El diario nacional intenta vender a la pareja asesina como una locas y unas extrañas incluso en su mísero pueblo, y el provincial justo lo contrario. Los medios asturianos son incapaces de encontrar un solo testimonio sobre ambas, y mira que son especialistas en el género ese de "era prima del conocido restaurador" o "colaboraba activamente en", que hacen de Asturias ese aldea tan entrañable para el que le guste el género.
¿Con qué versión nos quedamos? ¿Eran un par de chifladas que iban siempre de la mano y no hablaban con nadie, o eran unas ases de la vida social, pagando clubs privados y practicando el
bienqueda con cualquiera? Yo me quedo con lo segundo, pero ahora que han caído en desgracia nadie las conoce. Ni siquiera su amiga Raquel Gago, o en la ciudad donde pasaron los mejores años de su vida.
Es importante este matiz. El relato oficial pretende hacernos creer que estas pijas de pueblo son capaces de contactar con un maleante que posee pistolas "y abundante munición" para vender. ¿Cómo lo hicieron? ¿Por la sección de anuncios por contactos? ¿pateando los bajos fondos de Gijón, una ciudad que no tiene chabolismo ni zonas de miseria? Cuando hacían sus pesquisas en pos de pistolas del mercado negro, ¿iban vestidas de Zara o en chándal?. ¿O quizás contaron con la agenda de contactos de su marido y padre, que no casualmente en Gijón estaba en la unidad de estupefacientes? Ya saben que la mitad de los camellos de poca monta son confidentes de la Policía.
¡Virgen Santa, el comisario de estupefacientes en uno de los puertos de entrada de la droga en Europa!
En Gijón se han llegado a dar casos de fardos de droga flotando en la playa en plena temporada turística, o
el dueño de un kiosko en el sitio más céntrico de la ciudad que guardaba en su finca una piedra hueca a la manera de un zulo con decenas de kilos de cocaína, y eso sólo por citarles los casos más espectaculares y no entrar en el ambiente general de la ciudad.
¡El comisario de estupefacientes en la región donde se vivía Trashorras, no en vano confidente de la Policía y aficionado al tráfico de explosivos con yihadistas islámicos! ¿Ustedes saben lo que hizo el Ministerio del Interior cuando se descubrió la "rama asturiana" del 11-M? Relevó a toda la cúpula de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado en la región ante la corrupción generalizada encontrada, donde se pagaba a confidentes con la droga incautada. Entre otras cosas que es mejor no abundar en ellas.
Droga. Ajá. En el registro policial de la casa de Triana en León, un ático en una zona bien considerada, además de numerosa documentación sobre como ejecutar el plan -incluyendo mapas y recortes de periódico de
La Carrasca, como en la pelis malas: falta una diana dibujada en la cara de la finada-
se encontró 1´5 kg de marihuana -cifra rebajada después a 0´5 kg- y, según las informaciones de hoy mismo, también hachís.
Lo siento, pero la
teleco despechada en lo laboral no casa con el perfil de camello, por mucho que haya una serie de televisión sobre amas de casa que, ante las estrecheces, se hacen traficantes. Pija de pueblo de manual y con una cantidad de droga en casa para ser considerada un
dealer, y que tampoco casa en el perfil de consumidora, ni la cantidad era para autoconsumo.
Quiero pensar que el hallazgo no está relacionada con
esta noticia de hace un año, donde dos cargos electos del PP de la provincia también manejaban importantes cantidades de marihuana. Quizás la desarticulación de Gürtel haya hecho que la financiación de partido sea mucho más imaginativa que la simple extorsión pero, insisto una vez más, el padre y marido de las dos asesinas ¡era comisario de estupefacientes! ¡Y el que supuestamente les facilitó las armas -ya fallecido, pobrecito- era un yonki!
¡Y no un arma, dos! Porque en el registro del ático también se encontró una segunda arma, supuestamente también sin número de serie,
¡que no se había localizado en el primer registro de la casa! ¡Apareció ahí cuando fueron a mirar otra vez! Demencial. Hay fotos de policías mirando al río, a ver si saltaba la pistola como una trucha.
Quiero pensar eso, pero no puedo. En esta historia, que el demócrata Ministro de Interior ya da por "básicamente" resuelta -y noten la ambivalencia del término-, me da que se ha zanjado todo a las bravas (como con el
Yak, como con el
Prestige) y para evitar males mayores a las ya de por sí debilitadas instituciones de este país. Drogas. Policía (tres). Luchas internas del partido en el Poder. Armas que aparecen y desaparecen. Y el comisario de Policía, que vale más por lo que calla en función de sus antiguas responsabilidades, no ha tenido nada que ver con el crimen, ¿te enteras? Caso cerrado.
***
Qué pena no tener más tiempo para tratar
in extenso este y otros temas:
las bajas laborables se desploman hasta en un 45% desde el inicio de la crisis. El sindicato hará una lectura ("hay más miedo de perder el puesto"), pero yo hago la más evidente, y la que cada uno puede constatar por sí mismo: no es que España sea un país de vagos y de gente poco afecta al trabajo, es que la
dieta mediterránea nos ha hecho más resistentes a la enfermedad.