lunes, 16 de enero de 2012

Se va el caimán

El mejor animalillo político de Peridis
Desconfíen de los análisis que vayan a leer por ahí sobre la reciente muerte de Fraga, cuyos mayores hitos políticos verán también reflejados en una cuidadosa mezcla entre anécdotas chuscas y años señeros. Esta misma mañana he escuchado que su mayor mérito se encuentra en la Transición, un mérito atribuible casi por automatismo a cualquier jerarca del franquismo, y cuya razón última se encuentra en el propio concepto que nos han machacado de la Transición.

Lo de Fraga y este país es de verlo y no creerlo. Quizás la mayor prueba es que un personaje tan conocido y tan importante en la configuración de la actual democracia española no tiene ni una mísera biografía que no pase por ser una hagiografía (las hay con fotos y todo) laudatoria sobre la figura, que en algunos momentos de su vida llegó a cultivar el culto a la personalidad -el fraguismo- sin ningún tapujo.

Lo que sigue es un pequeño resumen de la vida de Fraga, así como lo veo yo, sin perder de vista que alguien que sobrevive tanto tiempo y en tantos regimenes distintos es porque tiene una habilidad política innata, la misma que caracteriza su acción: el resistir, el inmovilismo, lo gris. La pregunta vital a la que hay que responder en una persona que ha tenido esas cotas de responsabilidad en esos momentos es muy sencilla: ¿habría sido diferente España sin Fraga? Sí, y mucho mejor.

Hijo del que sería alcalde de Villalba (Lugo interior: riánse de la España secular) durante la Dictadura de Primo de Rivera, Fraga nació poco antes de esta, en la lejana fecha de 1922. Con el turnismo, vamos. Probablemente no fuese consciente de esto, pero es algo que modela su manera de concebir la política y con la que edificó su mayor legado, que le transciende en gran medida.

Fue número uno de sus múltiples promociones a cargos públicos, estableciendo una norma que ha continuado el partido que formó, integrado en sus partes más altas por gente con los mismos méritos, en una especie de meritocracia burocrática que haría estremecer a Schumpeter o a Orwell. Lo primero, el Estado, y ahí dedicó gran parte de su obra en su pasó por el mundo académico.

En su rápido ascenso dentro de la estructura del franquismo, el joven e hiperactivo Fraga pasó por sitios tan dispares como el Instituto de Cultura Hispánica (un intento neoimperial hacia Iberoamérica, muy del gusto de Falange y del primer franquismo, pero cuyo hálito llega hasta el Cervantes actual) y el Instituto de Estudios Políticos, actual CEPC, que era el think tank de la época. De ahí salían importantes mamotetros destinados a justificar la dictadura, lo órganico, el partido único y el Sindicato Vertical, al mismo tiempo que se acogía a Carl Schmitt para que orientase un poco con su clarividencia a lo que iba surgiendo.

Con 40 años y en 1962 pasa a ser Ministro de Información y Turismo hasta 1969. A él corresponde la idea de los teleclubs, que era poner una tele en cada pueblo para que pudiesen tragar la propaganda del régimen , consistente en niños prodigios, charadas y nada de información relevante. Hoy leerán lo de la Ley de Prensa e Imprenta de 1966, que continúo la censura militar vigente desde 1939 dándole una pátina de libertad: básicamente consiste en que el primer artículo garantiza la libertad de información y el segundo la deroga, aunque permitió abrir resquicios por los que se colaron los no adictos al régimen. En Turismo convirtió a España en la costa de Europa, creó la red de Paradores Nacionales -aunque ya había un intento anterior- y se vendía a sí mismo como joven y reformador, incluyendo el mitificado y casposo baño en Palomares. Hacía propaganda y turismo, especialmente de el mismo.

En 1969 cayó en desgracia tras haber intentado poner una zancadilla a los opusdeistas con el Caso MATESA, que por sí sólo explica todavía hoy tantas cosas de este país, y se fue de Embajador a Londres. Hay unas fotos tremendas donde se deja retratar con bombín y tuxedo, de tan simpático y aperturista que era. La propaganda llegará a un momento en que nos venderán que estuvo "exiliado" en Londres, ya lo verán, de tan demócrata que era.

No duró mucho ahí, pero la imagen de Fraga viviendo el swinging London de los sesenta, o paseando por Carnaby Street inquieta a cualquiera. ¿Se imaginan un encuentro entre Fraga y Twiggy? Tremendo, aunque hay equivalentes con Joselito y Marisol. Volvió a España rápidamente, porque el hecho biológico estaba rondando y había que tener posiciones en plaza. En los años entre 1970 y 1975 está el Fraga más poliédrico, alternando la empresa privada (llegó a tener acciones de la empresa que acabaría fundando El País, que en su origen se concibió como órgano de alabanza hacia su persona, pero cuando se desvinculó acabó siendo una cosa muy diferente), sus múltiples iniciativas políticas y el enconado esfuerzo de asomar la cabeza donde fuese y como fuese: si repasan las revistas de corazón de la época es muy habitual verlo.

Muerto su paisano Franco y hechos los respectivos honores, Fraga es nombrado Vicepresidente y Ministro de Gobernación (de los grises) por Arias Navarro, el chacalito de Málaga. Imaginénse: se ha muerto el dictador y hay un Ministro al que le gusta la autoridad, la notoriedad y los flashes dispuesto a promocionarse entre su electorado natural. Resultado: varios muertos en represiones de huelgas y manifestaciones, aunque no todo el mérito es de Fraga, que no estaba dando a la porra o al gatillo. La Policía era la que era, y no hay duda de que se ordenó mano dura, pero tampoco disparos a la barriga al modo Casas Viejas.

La pérdida de confianza del Rey en Arias Navarro y el nombramiento de Suárez sacan a Fraga del Gobierno, por lo que ya se puede dedicar plenamente a lo suyo: promocionarse. Funda Alianza Popular (su énesima marca política de la época) tras el verano del 1976, y concurre a las elecciones de junio de 1977 con nada menos que otros siete exministros del franquismo. Con esa tropa, inútil hablar de propósitos o ideologías. Eso sí, era un demócrata e  hizo mucho en la Transición, como si duda dirán en El Parte de hoy.

La apuesta de Fraga fue un fracaso rotundo, y así sería siempre: menos del 10% de los votos y 16 diputados, y con el mismo sistema electoral de ahora. Estaba claro que los españoles se equivocaban al no apostar por un político honesto, íntegro, nada cabezón y nada arrogante. En 1979 Fraga les dió una nueva oportunidad y los españolitos, que ya se sabe que no se pueden gobernar por sí solos, el 6% de los votos y 10 diputados a su nuevo invento político, a pesar de que se vendía como el autor único de la neonata Constitución.

En el famoso 23-F el apuesto gallego era de los que no sabían nada: vamos, el líder de la derecha no sabía nada de un intento golpista militar y decimonónico que pretendía poner un Gobierno de paja liderado por un paisano. Aún así, fue de los que se tiró cuerpo a tierra con el primer tiroteo (al techo), al revés que Suárez, Carrillo y Gutiérrez Mellado, los únicos que estuvieron a la altura de las circunstancias.

Con los socialistas en el poder lanzaba furibundos ataques desde la tribuna de oradores del Congreso, incluyendo unos muy divertidos apoyando la guerra sucia contra ETA, que seguramente ya hayan sido borrados de las actas. En 1986, con una soberana derrota a pesar de la reconversión industrial, a Fraga le hicieron ver (bueno, ya se lo habían hecho ver en esas elecciones, presentando aquel efímero partido de derecha rancia que fue el encabezado por Roca) que no valía como cabeza de lista de un partido de derechas por su tremendo pasado, pero el se resistía a creerlo.

Así fue: primero promocionó a Herrero de Minón, a Tocino, después a Hernández Mancha, a Gallardón y por último a Aznar, un poco a regañadientes. De este época data su mayor legado político, ese que le transciende y le supera: la unidad de la derecha en España, único país de Europa donde sucede algo así. Fraga siempre lo había intentando, y de hecho su acción política durante la Transición se basa en eso, lástima que la UCD le minase el caladero de votos, por muy centrista que quisiera pasar.

Con su ansia de figurar, encabeza la candidatura de Alianza Popular a las primeras elecciones al Parlamento Europeo que se efectuan en España, las de 1987: tampoco ganó, claro, pero apareció en todos los carteles electorales. De esa época también es muy meritorio los dos escaños de Ruiz-Mateos. En 1989, para ganar por fin en algo y dejando a Aznar al frente de AP, se presenta a las elecciones a la Xunta de Galicia, hablando en gallego y adoptando un discurso regionalista (ese es el término querido, y no autonómico) con mucha gaita, folklore pobre y axuda do Apostol.

Gana, cómo no. En su tierra Fraga es un mito, como la vaca y el coche. Ahí se queda 15 años con sucesivas mayorías absolutas, mientras la región seguía siendo de las más pobres de Europa (por debajo del 75% de la renta media europea) y todos los medios comprados y ensalzando su figura. Todavía en 2004, y ya completamente gagá (el término lo utilizó su paisano Rajoy para definirlo) se publicaba un publireportaje en la Voz donde se volvía a insistir en ese mito que rodea a las personas autoritarias o que venden imagen de que mandan: que nunca duerme, que aprovecha los viajes en coche para una siestecita como mucho.

Hablar del horror construido en Compostela bajo la palabra "cultura", la revitalización del Camino de Santiago, el recinto ferial de Silleda o el Prestige daría para mucho, pero es ya un Fraga crepuscular, al que invitan a Madrid para ponerlo como un jarrón chino en los Congresos Nacionales del Partido Único de la derecha que el ideó -y que le salió bien, por una vez en la vida-, una especie de Di Stefano al que hay que aguantar sus salidas de tono. Con su ánimo de aferrarse al poder, fue propuesto senador por su CC.AA y ahí estuvo hasta hace nada, porque las recientes elecciones del 20-N fueron las primeras en las que se quedó sin ningún cargo.

Gris, inmovilista, escasamente creativo (ideó el sistema político español esperando un turnismo, y también lo logró), con un pasado increíble (¿se imaginan a un Ministro de una dictadura dando lecciones en una democracia en otro país que no fuese España?), el mejor epitafío y realidad no puede ser otro que este: tras 50 años en el poder, nadie se ha atrevido a escribir una biografía digna de tal nombre sobre mí.
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Pasa esto mismo en el País Vasco y sería una de las primeras noticias a nivel nacional. Como pasa, y pasa frecuentemente, en otra región folklórica, no pasa nada.
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Según el Ministro de Economía De Guindos, muy bien retratado en la entrevista, la burbuja inmobiliaria comenzó en España en 2004. Antes no, que para eso gobernaban los suyos y el formaba parte del equipo. Hace falta ser caradura.