Una forma poco honrosa de llevar a Wilson |
Para establecer la par conditio necesaria, en esta entrega trataré -a raíz de una coincidencia cronológica- dos estatuas recientemente levantadas en dos países democráticos, no se vayan ustedes a pensar que eso de gigantismo+estatuas es algo exclusivo de la dictaduras.Por cierto, ¿han visto ustedes alguna estatua de Gadafi en las gloriosas imágenes de la liberación de Libia? Pues eso mismo.
Praga es una ciudad maravillosa. Lo era antes de la II G.M y, tras la gran contienda, quedó maravillosamente intacta al no haber sido nunca línea de frente. Destino ineludible para cualquier aficionado a la arquitectura (sólo por la Villa Müller de Loos merece la pena la visita) y el urbanismo (Opatov, el gran desarrollo de Praga IV en los setenta, es el mejor ejemplo de la concepción comunista de esta disciplina), la ciudad alberga altas cumbres de casi cualquiera de las artes humanas.
Eso incluye la Historia. Praga fue siempre la capital de la República Checo-Eslovaca (escrito así), el país que surgió de la rapiña y el reparto del Imperio Austrohúngaro tras la I G.M, en parte propiciada por los famosos puntos de Woodrow Wilson, el idealista presidente de EE.UU. En su honor se erigió en 1928 una estatua de cuerpo entero mirando de frente a la principal estación de trenes de la ciudad dorada.
En 1941 los nazis la quitaron de su lugar según la historia oficial, que siempre tiene sus matices, puesto que fue realmente un checo. La resistencia checa (si no han ído nunca hablar de ella no se preocupen, a Heynrich tuvo que ir a matarlo un comando de paracaidistas) hizo a partir de que se fueran los nazis -que nunca tuvieron apoyos locales, ya saben- un pequeño homenaje en lo que quedaba del pedestal, pero un año después y en pleno clima de Guerra Fría, y con los comunistas checos estaban a punto de dar el golpe de estado institucional que les daría el poder en el auténtico estado centroeuropeo, se borró hasta el más mínimo vestigio.
Con el tiempo, el urbanismo comunista pasaría una autopista por delante mismo de la estación, que también perdió su condición de central a favor de la de Holesovice, construida en un barrio industrial en un meandro del Moldava. La antigua estación no podía ampliarse más, y la bellísima arquitectura art-noveau (obra de Josef Fanta, otro más de la larga lista de checos geniales) adquirió un tono decrépito, mientras por debajo se hacía una renovación a base plástico y kitch, también muy estimable.
En el año 1989 los checos recuperaron la democracia, y la autopista se rebautizó como Wilsonova, así como la estación, que sin embargo siguió decrépita. En el 2008 se empezó a barruntar la idea de volver a poner una estatua de Wilson en el mismo emplazamiento, con una génesis y un desarrollo que pueden leer en detalle aquí. Lástima la fecha prevista de finalización: se ha adelantado en nueve meses.
Si comparan la foto de época, verán que el pedestal está francamente rebajado: son otros tiempos. La estatua es prácticamente un calco de la original, obra de Polasek (en el exilio llegó nada menos que a director del Art Institute de Chicago, y durante 30 años). Si ya son harto infrecuentes las estatuas a un presidente de EE.UU fuera de este pais, el hecho de que se vuelva a poner una adquiere la categoría de evento, algo a lo que han sido sensibles los medios de este país, acostumbrados a ese antiamericanismo primitivo que impera por todo el mundo.
No en los países ex-comunistas, desde luego. Ellos saben perfectamente lo que significan los EE.UU y su apuesta decidida por la libertad: ahí son prácticamente fans del país de las barras y las estrellas, aunque también se pueden ver este tipo de adhesiones en Holanda (constreñida entre Francia, Alemania y Reino Unido) o los países escandinavos, con la excepción de Suecia.
Eso sí, no hasta el punto de erigir una estatua a un presidente de un país extranjero. Quizás si debiesen su independencia al idealismo singular de un gran hombre la historia sería diferente. En todo caso, los checos son un pueblo especial para estos temas: en Praga pueden asimismo disfrutar de la mayor estatua ecuestre del mundo -dedicada a un caudillo medieval, recuperado por los comunistas para su adoctrinamiento-, el pedestal en recio mármol pulido de la mayor estatua de Stalin -ahora lugar de skaters y con una escultura de un metrónomo encima- y, apenas a 100 metros del reinstaurado Wilson, de una estatua a la amistad checo-soviética que es un conocido icono del movimiento homosexual, por razones obvias.
Seguro que en su momento no recibieron tantos honores como Wilson, porque hasta incluso la de Stalin estuvo muy breve tiempo en pie -ya corrían tiempos de la desestalinización- y, en un pueblo dado a fabular e inventar leyendas, se dice que la estatua del bigotudo de Georgia yace en el fondo del Moldava. Los honores incluyen la presencia del presidente Klaus, del expresidente Havel (no es fácil verlos juntos, salvo para estas cosas) y de Madeleine Albright, la antigua secretaria de Estado, de origen checo. Pueden ver los discursos y las fotos aquí.
Es ya una tradición en Praga. Por una parte, las estatuas embarazosas por su tamaño; por otra parte, las estatuas a líderes democráticos. No hace mucho también se inauguró, y nada menos que en la entrada más noble al complejo del castillo -en sí mismo, una ciudad dentro de la ciudad- una estatua a Masaryk, el presidente de la independencia, formado en EE.UU.
Y ahí precisamente nos vamos en este último repaso a las estatuas. En Washington, una ciudad ideada para este tipo de monumentos (y también para la simbología masónica) y que es goce para cualquier persona interesada en estos aspectos y en los de la Humanidad en general (ver el Smithsonian), se acaba de inaugurar una estatua dedicada a Marthin Luther King, el activista de los derechos de las minorías que murió asesinado en los turbulentos años sesenta.
Bautizado con el nombre del último gran hereje de la Iglesia Católica, es bastante dudoso que al homenajeado le hubiese gustado verse ennoblecido en un gran estatua de mármol blanco, pero ha acabado así tras nada menos que ¡veinte años! de proyecto. Todo se puede leer en la maravillosa entrada de la Wikipedia, donde explican que entre los donantes al proyecto se incluyen el matrimonio Gates, la Walt Disney, Tommy Hilfiger y George Lucas, que para algo desgravan impuestos por acciones de este tipo.
En el discurso inaugural, el presidente Barak Obama (encarnación viva de parte del sueño de King) dijo estas bellas palabras: "And so, as we think about all the work that we must do –- rebuilding an economy that can compete on a global stage, and fixing our schools so that every child -- not just some, but every child -- gets a world-class education, and making sure that our health care system is affordable and accessible to all, and that our economic system is one in which everybody gets a fair shake and everybody does their fair share, let us not be trapped by what is. We can’t be discouraged by what is. We’ve got to keep pushing for what ought to be, the America we ought to leave to our children, mindful that the hardships we face are nothing compared to those Dr. King and his fellow marchers faced 50 years ago, and that if we maintain our faith, in ourselves and in the possibilities of this nation, there is no challenge we cannot surmount."
Obama, reciente rebautizado por Thomas L. Friedman como Barak Kissinger Obama -ver la guerra de Libia- acabará teniendo su propio memorial en Washington, y seguramente antes de que pasen 50 años. Para entonces, es muy probable que las estatuas monumentales siguen surtiendo el mismo servicio que hasta ahora: propaganda. Y diversión, claro.
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El reproche es increíble. El artículo está muy bien escrito: en estilo, forma y retranca. Lástima que toda la historia sea para llorar.
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¡Qué mal encajan las críticas -cinematográficas- algunos! El cine español es intocable.
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España cañí. Que los ponga a hacer tortillas. Sí, sí de esa de patatas, las que vulgarmente se llaman "tortillas españolas".
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Jo, siempre me ha gustado la parafernalia electoral -y tengo una pequeña colección-, pero esto es demasiado. Me parecen más fáciles de conseguir -y más en línea con mi colección- esta otra iniciativa.
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Teodorín Obiang, el hijo del amigo de José Bono, se ha gastado tres millones de dólares en cachivaches de Michael Jackson. Nosotros también tutelamos la transición ecuatoguineana, como hacemos también en Cuba o en el Sáhara. Cada día que pasa están más cerca de la democracia.