Supongo que algo no iba bien con el conocido tertuliano y sociólogo -por este orden- Amando de Miguel cuando sus memorias aparecieron publicadas en la desconocida editorial Infova, en una edición casi artesanal y chapucera. Recuerdo haberlas visto en un VIPS (lo más parecido a un drugstore en España, donde se mezclan libros con compresas), un lugar donde no iban a vender ni un ejemplar. La pregunta es en qué lugar iban a vender ese libro.
Fue en 2010. Ahora se ha sabido que Amando de Miguel pasa por una supuesta grave situación económica, hecho denunciado por él mismo, algo insólito en alguien de su condición y en estas circunstancias. Recuerdo que hace unos años el mismo medio que ahora sirve de espacio de propaganda para De Miguel se inventó una historia parecida con Fernando Morán: habían visto que ojeaba los periódicos sin comprarlos en un kiosko de la localidad donde residía -El Escorial, Madrid- y se habían inventado que estaba en la indigencia. Con la pensión de ex-ministro y diplomático, claro.
En este caso sí que hay base real. A pesar de su pensión pública por encima de los 2500 euros -De Miguel fue catedrático de sociología durante muchos años en la Complutense-, dice que no llega a fin de mes, y que solo puede destinar 25 euros a su alimentación. La raíz de su mal, por ir a la más inmediata, es un casoplón que ideó y le construyó su hijo arquitecto cuando ya pasaba de los 60 años, nada menos que con 12 habitaciones y cuatro plantas, situada en un risco en la sierra de Madrid, y a cota mil metros.
El recinto, que ha costado 2 millones de euros pero que seguro que ahora son mucho menos (¡un saludo a Pedro Sánchez, teleñeco del PSOE!), paga de IBI 2.600 euros al año, que no es gran cosa si se tiene en cuenta su pensión. El problema es que su considerable paga pública se va en "la pensión de mi mujer, de la que me separé; la ayuda a mi hijo, en el
paro; la señora que limpia mi casa una vez a la semana; el guardia de
seguridad; el abono de metro.."
Es un relato patético: un hijo que debe tener cuarenta años o más, y al que todavía le tiene que pasar dinero; una señora de la limpieza cuando se toma duchas frias por ahorrar parece un lujo prescindible; el guardia de seguridad para una casa que tiene unos muros enormes, también; el abono de metro, una concesión sentimentaloide....
A medida que se avanza en el texto, se descubre el objetivo del famoso tertuliano de medios de ultraderecha: vender su biblioteca de 13000 libros, para la que parece que se edificó la casa: pide por ella 225000 euros, una cifra fabulosa que da un precio por ejemplar de 17´3 euros por volumen. Los libros mejor valorados en el mercado de segunda mano son los de literatura, y no parece la especialidad de este "autor de 130 libros", la inmensa mayoría de ellos complemente prescindibles.
"Ya he tenido algunos interesados, como la Diputación de Zamora". En un pueblo de mala muerte de una de las provincias más pobres de España nació este intelectual en 1937. Quizás esas fechas den la clave de lo bien que se adaptado a su dieta de fruta y duchas frías, porque fue con lo que pasó su primera infancia, adolescencia y juventud. Creo que Zamora tiene muchas otras prioridades antes que comprar la biblioteca de este hombre.
Conocido el caso, especialistas en la miseria moral como Isabel Gemio han llegado a cambiar la escaleta de su programa para ahondar en lo que parece una campaña de propaganda para empaquetar unos libros. Si tan mal está el sociólogo, ¿por qué no vende la casa y se va a una más pequeña y acorde a sus necesidades? Para haber estudiado tanto la sociedad española, demuestra ser un auténtico españolazo de esos pegados al ladrillo por encima incluso de su manutención básica. O de su decencia moral, porque ha acabado mendigando con pensión de 2500 euros, chacha, segurata y coche.
Un reportaje en Libertad Digital, su medio amigo -ese que recibía financiación en sobres del PP, por mucho que Jiménez Losantos lo niegue-, permite ahondar en la supuesta valiosísima biblioteca de De Miguel: son 10 minutos que enseñan una casa lóbrega y con estanterías llenas de folletos. De hecho, hasta tiene una estantería con sus propios libros, muchos de ellos repetidos, como si no hubiese encontrado nadie a quien regalar los ejemplares que dan los editores a los autores. O porque los haya atesorado pensando que se iban a revalorizar.
El supuesto censo español que se "han llevado los americanos" -supongo que serán los mormones, y su intención de hacer el árbol genealógico mundial- y que es tan valioso pues...no se; las primeras edicones de Blasco Ibáñez o el Abel Sánchez de Unamuno tampoco es que sean Petrarcas o una edición de La Galatea del s XVII. Ojo, y eso es lo que enseña: imagínense lo que no enseña.
La bibliofílía es una patología como otra cualquiera, mucho menos extendida que la discofilia o la numismática. Lo común a todas estas aficiones es que se tienden a valorar por encima de su valor real lo que uno tiene, y que rara vez los vástagos siguen esa aficción: el hijo arquitecto que hizo ese casoplón por encargo, el que recibe la paga de su padre con más de cuarenta años, no debe ser muy aficionado a los libros, pero sí a quedarse con la casa de su progenitor cuando la diñe. Si antes no lo hace el banco.
Circula por internet que la razón de que La Caixa quiera embargar la casa de De Miguel es que había sido puesta como aval en un préstamo hipotecario. Seguramente también del hijo porque, ¿a quien otro habría de avalar alguien tan españolazo como el sociólogo zamorano, el mismo que duerme en una cama de monje y tiene una banderita de España encima de su escritorio?. Dice que ha quedado atrapado en la burbuja, "como tantos otros españoles", en lo que es una broma macabra viniendo de un sociólogo.
Del Díaz-Plaja de la sociología. Sus libros son acientíficos, y los más famosos se remontan al final del franquismo, donde fue el primero en analizar los cambios en la sociedad española. Desde entonces, libros estrambóticos -incluyendo uno analizando refranes- y mucho despliegue en medios de la ultraderecha. No en vano, siempre estuvo en la órbita del Sindicato del Crimen, apelativo despectivo y muy real que fue dado a la Asociación de Periodistas y Escritores Independientes (AEPI), fundada en 1994.
Tan independientes, que lo primero que hicieron nada más constituirse fue ir a visitar al PP a Génova 13. Sus integrantes, entre otros, eran los consabidos Cela, Pedro Jota, Del Olmo, SuperGarcía, los Herrero, García-Trevijano, Pablo Sebastián, Martin Ferrand, Martín Prieto, Umbral....Ya ven como han acabado muchos de ellos. De Miguel acabó escribiendo una hagiografía a Aznar en 2002. Y ahora está en una indigencia fingida, usada para hacer propaganda de la venta de una biblioteca que nadie quiere.
¡Qué cosas más raras pasan en este país! ¡El sociológo que hace exactamente lo que hace toda la masa a la que estudia! ¡El liberal que decía que en este país los jóvenes no quieren trabajar, pasando una paga a un hijo de más de 40 años! ¡El de la corrupción en las administraciones, intentando colar a precio de oro una biblioteca sobrevalorada a una de las provincias más pobres de España! Parafraseando uno de los títulos más conocidos de De Miguel, 40 años después, todavía muertos de hambre.
Blog personal sobre cuestiones sociopolíticas. No es un blog de antipolítica. El autor tiene sus opiniones, que casi nunca coinciden con las de ningún partido ni ningún medio de comunicación.
martes, 21 de octubre de 2014
lunes, 20 de octubre de 2014
El cura, los mandarines y el cotilleo
Había que esperar a que el propio protagonista contase su versión de los hechos, y así ha sido este sábado en su aldabonazo semanal -y ya son décadas- en La Vanguardia. El gran Gregorio Morán confirmaba todo lo filtrado y adelantado por otros medios. Su último libro había sido censurado a nivel empresarial y tendrá que buscar otra editorial para su publicación.
El cura y los mandarines pasa a formar parte de los libros censurados en democracia, ese régimen político donde la censura opera entre bambalinas, y no tiene porque contar con un departamento ministerial al efecto. Es igualmente efectiva, como lo son sus múltiples manifiestaciones por medio del olvido que los grandes grupos de comunicación hacen de temas concretos (la agenda-setting, que diría un pedante de la comunicación), la coacción o, directamente, la compra y destrucción de toda una edición.
Hay precedentes en el caso Morán. El libro de Javier Cuartas sobre El Corte Inglés, de finales de los ochenta, jamás fue distribuido en su primera edición. Lo había publicado -es un decir- Espasa-Calpe, pero a alguien de la empresa más opaca de España no le debió parecer bien alguna cosa y compraron toda la tirada -20.000 ejemplares-, que jamás llegó a librería alguna. La editorial saldó los derechos de autor y todo quedó en una operación paralegal.
A Jesus Cacho, el periodista palentino obsesionado con la Familia Real, y antiguo empleado a sueldo de Mario Conde, la misma editorial que ha censurado empresarialmente a Morán le devolvió el manuscrito de un libro de encargo a finales de los noventa. Había empezado como un libro sobre la guerra del cable, se fue alargando y metiéndose en otros asuntos -ojo: la editorial no reprochaba los habituales diálogos inventados del autor- y acabó publicándose en Akal con el título El Negocio de la Libertad.
Hay múltiples ejemplos más: los conocidos de El Jueves -donde la Fiscalía del Estado acabó llevando al tribunal a unos humoristas- o Egunkaria -donde directamente ese órgano estatal cerró un medio, aunque años después el artículo 20 CE dijese que eso era una barbaridad: lo venía diciendo desde 1978-, pasando por Un Rey golpe a golpe, una historia truculenta -y muy bien escrita- que tuvo que salir con el seudónimo de Patricia Sverlo, bajo la seria amenaza de acabar en la cárcel que tenía su principal autor, el periodista filoetarra Pepe Rei. Sin embargo, no es el tema de este post.
Ni siquiera lo es el tema del libro, una trayectoria cultural de España entre 1962 y 1996 a lomos del jesuita Jesus Aguirre (el cura), que pasó de la sotana a casarse con la Duquesa de Alba, y cuya parabola vital sirve a Morán para tratar otros muchos aspectos de las relaciones culturales de la época. Una continuación de su obra maestra El Maestro en el erial (1998), donde Ortega y Gasset hacía esa función de personaje-puente y personaje-nodo para hablar de un tiempo y un lugar.
Aquí el tema es Gregorio Morán, un brillante polemólogo, aupado en tiempos recientes por la generación mejor formada a la altura de faro intelectual por la sencilla razón de que no hay otro con la trayectoria que ellos buscan: alguien que durante estos casi 40 años de Segunda Restauración haya criticado de manera sistemática, convincente y sin tapujos los conchaveos y mamandurrias de El Poder, ampliamente entendido.
Resulta paradójico que, después de décadas dedicándose a esos temas, sólo en tiempos recientes la generación mejor formada -y algunos de sus miembros pasan de los 40 años, o los frisan de manera vergonzosa para sus aspiraciones vitales- haya reparado en Morán, un hombre fiel a sí mismo. Estarían ocupados en otras cosas, como aprender de memoria como deletrear el apellido de un director de cine iraní, o con drogas recreativas. En esas llegó la crisis, la constatación de que la generación que hizo la Transición no iba a dejar sus carguitos y puestos a los que venían por detrás -nunca ha sido así, y es de ilusos pensar lo contrario-. Así empezaron a acuñar constructos verbales estúpidos, como CT, y buscar algún referente.
Porque era imposible que nadie hubiese visto lo que se cocinaba dentro del Reino de España, especialmente en sus fontanerías. Estaba lo visible, y estaba lo invisible, en gran parte porque nadie hablaba de eso. Vale, estaba Morán, pero precisamente su singuralidad -y reparen en el significado original del término- lo convertía en la excepción que confirma la regla. Después, ya con la crisis, alguno como Muñoz Molina se ha subido al carro, señalando con el dedo medio encogido que nadie lo hiciese durante los tiempos de bonanza (¡brillante actitud!), cosa que le ha valido una fuerte reprimenda por parte de Marías. De esas tipo "¡mira quien habla!", transmutadas en breve en "¡y tu más!".
Da tapujo citar a estos buenrrollistas profesionales, más el primero que el segundo, en relación inversa a su talento. Morán es todo lo contrario. Como excomunista, mantiene ese visión amargada de la sociedad del que ha sufrido todas las derrotas posibles, y con la que tiñe todos sus escritos. El éxito de su mordaz biografía de Adolfo Suárez en 1979, con el abulense en el cénit de su popularidad, le permitió comprarse un piso en Barcelona. Desde entonces, un par de puñados de libros y su puñetazo en el ojo de todos los sábados en La Vanguardia.
Yo los tengo todos, y leídos, desde los famosos (Los españoles que dejaron de serlo, sobre el tema vasco) hasta los que no son de política, incluyendo uno de mis libros de viajes favoritos, Nunca llegaré a Santiago, una obra en la mejor tradición de Ciro Bayo o Ramón Carnicer, la del viajero peninsular que no tiene porque adorar o enaltecer los lugares por los que pasa, al contrario. Me gusta como escribe, y me gusta los temas de los que escribe y, especialmente, cuando los escribe.
Así no es de extrañar que la primera crítica a la beatificada Transición desde posiciones no periféricas fuese la suya, nada menos que en 1991 (El precio de la Transición) y con El Sistema ya bien asentado, pero sin autoreplicarse hasta la parodia, como pasa ahora mismo. Fue publicado por la misma editorial que ahora le censura, igual que el de Suárez: la más grande de España. Sin embargo, es un libro que jamás ha sido reeditado y que hoy por hoy es inencontrable, ni siquiera por Amazon. Quizás con eso descubran a los que ahora esperan, sábado tras sábado, su nueva columna, y afirman haber leído todo del autor. Quizás lo tengan en e-book. Nunca se sabe con la generación mejor formada.
Ya he explicado lo que me gusta del autor, y por qué. Ahora queda explicar por qué no me va a gustar El cura y los mandarines, que sin embargo leeré cuando salga. Yo no he sido de los afortunados que tienen el manuscrito, que circula entre reducidos círculos como un samizdat, en afortunada expresión de Rodríguez Rivero. No he sido como Victor de la Concha, director de la RAE y con título nobiliario entregado por el Rey, que al parecer si lo ha leído y está en el origen de la censura empresarial aplicada a Morán.
Cuando se empezó a saber del caso, sospeché algo así. Morán es un autor al que le encanta el cotilleo, de una manera morbosa y obsesiva. Además, le encanta el cotilleo de pueblo. Siendo como es de Oviedo -aunque reside en Barcelona desde mitad de los ochenta- eso es ya casi una patología. Muchas de sus columnas semanales están entreveradas de ese cotilleo insano, que rara vez aporta nada, pero que hace las delicias de los nuevos seguidores de aluvión que le han surgido en los últimos tiempos.
Le ha llevado diez años escribir el libro, y de vez en cuando iba dando pinceladas en sus artículos. Yo me temía que iba a dar rienda suelta y exagerada a esa característica suya, más que nada porque trataba un periodo y unos protagonistas que había conocido y tratado de primera mano, y así se ha confirmado.La no casual coincidencia de que el supuestamente vejado De la Concha también sea asturiano ha hecho de catalizador, y confirmado las sospechas.
Que si era seminarista, que si era falangista, que si era un pelota, que si se casó con una novicia, que si venía de un pueblo de hambre -todos lo eran en la época-, que si estuvo en el seminario de Valdediós para escapar de ese hambre...todo, todo, charlatanería de pueblos, esa que siempre ha sabido tocar muy bien Morán. No en vano su gran éxito Adolfo Suárez. Historia de una ambición se fraguó con ese material, en las conversaciones que mantuvo entre 1978 y 1979 en la mansión de Torcuato Fernández-Miranda en Somió (Gijón).
El antiguo protector del entonces Presidente del Gobierno, al que promocionó como un valido y con finezza italiana, se despachó agusto sobre el chaval que le había salido díscolo y con ideas propias. Resulta inquietante pensar en el ambiente de esas charlas, llenas de modismos asturianos, tabaco, rencor y malidicencias. Por supuesto, Fernández-Miranda no quiso salir citado. En eso consiste el cotilleo, que con el avance de la tecnología ha llegado a niveles propios de la delación anónima de tiempos pretéritos.
Es una pena que Morán abandonase el proyecto de libro que tenía, y muy avanzado en su redacción final, sobre Leopoldo Alas, Clarín. Hubiese sido mucho más interesante que lo que parece, a todas luces, un ejercicio de desgañitamiento -típico de excomunista-, sobre su generación y sus múltiples derrotas, incluída la vital. Sin embargo, y como este país es así, El cura y los mandarines será mejor que el 99% de los libros que se publican como ensayo, igual que gran parte del valor de Morán viene por manejar en exclusividad temas y lenguajes que otros autores desentienden. Por las razones que explicará en el libro aún por leer y por publicar.
El cura y los mandarines pasa a formar parte de los libros censurados en democracia, ese régimen político donde la censura opera entre bambalinas, y no tiene porque contar con un departamento ministerial al efecto. Es igualmente efectiva, como lo son sus múltiples manifiestaciones por medio del olvido que los grandes grupos de comunicación hacen de temas concretos (la agenda-setting, que diría un pedante de la comunicación), la coacción o, directamente, la compra y destrucción de toda una edición.
Hay precedentes en el caso Morán. El libro de Javier Cuartas sobre El Corte Inglés, de finales de los ochenta, jamás fue distribuido en su primera edición. Lo había publicado -es un decir- Espasa-Calpe, pero a alguien de la empresa más opaca de España no le debió parecer bien alguna cosa y compraron toda la tirada -20.000 ejemplares-, que jamás llegó a librería alguna. La editorial saldó los derechos de autor y todo quedó en una operación paralegal.
A Jesus Cacho, el periodista palentino obsesionado con la Familia Real, y antiguo empleado a sueldo de Mario Conde, la misma editorial que ha censurado empresarialmente a Morán le devolvió el manuscrito de un libro de encargo a finales de los noventa. Había empezado como un libro sobre la guerra del cable, se fue alargando y metiéndose en otros asuntos -ojo: la editorial no reprochaba los habituales diálogos inventados del autor- y acabó publicándose en Akal con el título El Negocio de la Libertad.
Hay múltiples ejemplos más: los conocidos de El Jueves -donde la Fiscalía del Estado acabó llevando al tribunal a unos humoristas- o Egunkaria -donde directamente ese órgano estatal cerró un medio, aunque años después el artículo 20 CE dijese que eso era una barbaridad: lo venía diciendo desde 1978-, pasando por Un Rey golpe a golpe, una historia truculenta -y muy bien escrita- que tuvo que salir con el seudónimo de Patricia Sverlo, bajo la seria amenaza de acabar en la cárcel que tenía su principal autor, el periodista filoetarra Pepe Rei. Sin embargo, no es el tema de este post.
Ni siquiera lo es el tema del libro, una trayectoria cultural de España entre 1962 y 1996 a lomos del jesuita Jesus Aguirre (el cura), que pasó de la sotana a casarse con la Duquesa de Alba, y cuya parabola vital sirve a Morán para tratar otros muchos aspectos de las relaciones culturales de la época. Una continuación de su obra maestra El Maestro en el erial (1998), donde Ortega y Gasset hacía esa función de personaje-puente y personaje-nodo para hablar de un tiempo y un lugar.
Aquí el tema es Gregorio Morán, un brillante polemólogo, aupado en tiempos recientes por la generación mejor formada a la altura de faro intelectual por la sencilla razón de que no hay otro con la trayectoria que ellos buscan: alguien que durante estos casi 40 años de Segunda Restauración haya criticado de manera sistemática, convincente y sin tapujos los conchaveos y mamandurrias de El Poder, ampliamente entendido.
Resulta paradójico que, después de décadas dedicándose a esos temas, sólo en tiempos recientes la generación mejor formada -y algunos de sus miembros pasan de los 40 años, o los frisan de manera vergonzosa para sus aspiraciones vitales- haya reparado en Morán, un hombre fiel a sí mismo. Estarían ocupados en otras cosas, como aprender de memoria como deletrear el apellido de un director de cine iraní, o con drogas recreativas. En esas llegó la crisis, la constatación de que la generación que hizo la Transición no iba a dejar sus carguitos y puestos a los que venían por detrás -nunca ha sido así, y es de ilusos pensar lo contrario-. Así empezaron a acuñar constructos verbales estúpidos, como CT, y buscar algún referente.
Porque era imposible que nadie hubiese visto lo que se cocinaba dentro del Reino de España, especialmente en sus fontanerías. Estaba lo visible, y estaba lo invisible, en gran parte porque nadie hablaba de eso. Vale, estaba Morán, pero precisamente su singuralidad -y reparen en el significado original del término- lo convertía en la excepción que confirma la regla. Después, ya con la crisis, alguno como Muñoz Molina se ha subido al carro, señalando con el dedo medio encogido que nadie lo hiciese durante los tiempos de bonanza (¡brillante actitud!), cosa que le ha valido una fuerte reprimenda por parte de Marías. De esas tipo "¡mira quien habla!", transmutadas en breve en "¡y tu más!".
Da tapujo citar a estos buenrrollistas profesionales, más el primero que el segundo, en relación inversa a su talento. Morán es todo lo contrario. Como excomunista, mantiene ese visión amargada de la sociedad del que ha sufrido todas las derrotas posibles, y con la que tiñe todos sus escritos. El éxito de su mordaz biografía de Adolfo Suárez en 1979, con el abulense en el cénit de su popularidad, le permitió comprarse un piso en Barcelona. Desde entonces, un par de puñados de libros y su puñetazo en el ojo de todos los sábados en La Vanguardia.
Yo los tengo todos, y leídos, desde los famosos (Los españoles que dejaron de serlo, sobre el tema vasco) hasta los que no son de política, incluyendo uno de mis libros de viajes favoritos, Nunca llegaré a Santiago, una obra en la mejor tradición de Ciro Bayo o Ramón Carnicer, la del viajero peninsular que no tiene porque adorar o enaltecer los lugares por los que pasa, al contrario. Me gusta como escribe, y me gusta los temas de los que escribe y, especialmente, cuando los escribe.
Así no es de extrañar que la primera crítica a la beatificada Transición desde posiciones no periféricas fuese la suya, nada menos que en 1991 (El precio de la Transición) y con El Sistema ya bien asentado, pero sin autoreplicarse hasta la parodia, como pasa ahora mismo. Fue publicado por la misma editorial que ahora le censura, igual que el de Suárez: la más grande de España. Sin embargo, es un libro que jamás ha sido reeditado y que hoy por hoy es inencontrable, ni siquiera por Amazon. Quizás con eso descubran a los que ahora esperan, sábado tras sábado, su nueva columna, y afirman haber leído todo del autor. Quizás lo tengan en e-book. Nunca se sabe con la generación mejor formada.
Ya he explicado lo que me gusta del autor, y por qué. Ahora queda explicar por qué no me va a gustar El cura y los mandarines, que sin embargo leeré cuando salga. Yo no he sido de los afortunados que tienen el manuscrito, que circula entre reducidos círculos como un samizdat, en afortunada expresión de Rodríguez Rivero. No he sido como Victor de la Concha, director de la RAE y con título nobiliario entregado por el Rey, que al parecer si lo ha leído y está en el origen de la censura empresarial aplicada a Morán.
Cuando se empezó a saber del caso, sospeché algo así. Morán es un autor al que le encanta el cotilleo, de una manera morbosa y obsesiva. Además, le encanta el cotilleo de pueblo. Siendo como es de Oviedo -aunque reside en Barcelona desde mitad de los ochenta- eso es ya casi una patología. Muchas de sus columnas semanales están entreveradas de ese cotilleo insano, que rara vez aporta nada, pero que hace las delicias de los nuevos seguidores de aluvión que le han surgido en los últimos tiempos.
Le ha llevado diez años escribir el libro, y de vez en cuando iba dando pinceladas en sus artículos. Yo me temía que iba a dar rienda suelta y exagerada a esa característica suya, más que nada porque trataba un periodo y unos protagonistas que había conocido y tratado de primera mano, y así se ha confirmado.La no casual coincidencia de que el supuestamente vejado De la Concha también sea asturiano ha hecho de catalizador, y confirmado las sospechas.
Que si era seminarista, que si era falangista, que si era un pelota, que si se casó con una novicia, que si venía de un pueblo de hambre -todos lo eran en la época-, que si estuvo en el seminario de Valdediós para escapar de ese hambre...todo, todo, charlatanería de pueblos, esa que siempre ha sabido tocar muy bien Morán. No en vano su gran éxito Adolfo Suárez. Historia de una ambición se fraguó con ese material, en las conversaciones que mantuvo entre 1978 y 1979 en la mansión de Torcuato Fernández-Miranda en Somió (Gijón).
El antiguo protector del entonces Presidente del Gobierno, al que promocionó como un valido y con finezza italiana, se despachó agusto sobre el chaval que le había salido díscolo y con ideas propias. Resulta inquietante pensar en el ambiente de esas charlas, llenas de modismos asturianos, tabaco, rencor y malidicencias. Por supuesto, Fernández-Miranda no quiso salir citado. En eso consiste el cotilleo, que con el avance de la tecnología ha llegado a niveles propios de la delación anónima de tiempos pretéritos.
Es una pena que Morán abandonase el proyecto de libro que tenía, y muy avanzado en su redacción final, sobre Leopoldo Alas, Clarín. Hubiese sido mucho más interesante que lo que parece, a todas luces, un ejercicio de desgañitamiento -típico de excomunista-, sobre su generación y sus múltiples derrotas, incluída la vital. Sin embargo, y como este país es así, El cura y los mandarines será mejor que el 99% de los libros que se publican como ensayo, igual que gran parte del valor de Morán viene por manejar en exclusividad temas y lenguajes que otros autores desentienden. Por las razones que explicará en el libro aún por leer y por publicar.
martes, 14 de octubre de 2014
De supuesto corrupto a estafado fehaciente
Como es nuevo en el circo político, a Pedro Sánchez le están buscando los asuntos turbios pasados. Quien lo está haciendo con más denuedo es el comunismo 3.0 que tenemos en España, siempre más preocupado de lo que hacen los socialistas que de lo que hace la derecha, con la que siempre estará dispuesta a pactar, o a hacer la pinza, o a entrar en consejos de administración.
Desde que se supo el nombre del nuevo secretario general del PSOE, un teleñeco articulado fruto de complicadas maniobras de marketing político y telegenia, e incubado desde hace años, le han afeado que formase parte de la Asamblea de Caja de Madrid, como dando a entender que ahí se tomaban las decisiones, amparándose en el analfabetismo funcional de la sociedad, que tiende a equiparar "Asamblea" con "Consejo de Administración", "Junta de Accionistas" o "Directorado", esto es: un grupo reducido que es el que toma las decisiones.
Nada más lejos de la realidad. La Asamblea de Caja Madrid la formaban hasta 320 individuos, incluyendo 100 que eran cargos políticos como representantes de la Caja ante los Ayuntamientos de la región que le daba nombre. Como Pedro Sánchez era concejal del Ayuntamiento de Madrid, y joven, le tocó ese cargo testimonial, sin remuneración añadida alguna. Los cargos con remuneración, como en todas las estructuras piramidales -y un partido político lo es en sentido euclidiano- son para viejos zorros de los partidos.
Además, cuando algo tiene el nombre de "Asamblea" (o Consejo Social, o Consejo Consultivo, o cualquier otro constructo verbal similar) no suele mandar nada. Según los estatutos de Caja Madrid, los 320 miembros de la Asamblea ("el máximo organo de Gobierno de la entidad", de la misma manera que el Senado es la tercera institución del Estado, por delante del Congreso) tenían que "aprobar las cuentas anuales, el informe de gestión y la propuesta de aplicación del resultado a los fines propios de la entidad, así como la gestión del Consejo de Administración". Poner la firma a lo que ya se había decidido en otros foros. Públicos, o del reservado de Zalacaín, o del palco VIP del Bernabeú.
Esa era la implicación de Pedro Sánchez en Caja Madrid. Figurar como representante de su partido, y firmar lo que le dijesen los veteranos: por eso Virgilio Zapatero tenía una tarjeta black. Más de uno se las prometía felices con la publicación del tabulado y los gastos de esas tarjetas opacas, plenamente convencido de que saldría el muñeco articulado de sonrisa captasuegras que ahora está al frente del PSOE, para así poder hablar de "casta", "corrupción" y "PPSOE", auténtico mantra de algunas mentes egregias, obnubiladas por sus fobias.
Como no fue el caso, ayer mismo El Mundo, un periódico que se mueve por el ánimo de informar, y que jamás realiza campañas ad personaem fruto de estrategias elaboradas en sedes de partidos políticos, publicaba un escandalazo, término castizo a la altura de aguachirris, mamandurria o pistola (para definir un tipo de pan que haría vomitar a las cabras, y que se consume en la capital de España). "Blesa ofrecía créditos blandos a los asambleístas de Caja Madrid".
Firmaba Jaime G. Treceño, un vulgar y triste periodista de la plantilla de redactores del peor periódico de Europa, autor (pongan la voz de Troy Mc Clure) de otros hitos señeros y recientes como "El Consejero no engañó a nadie" (en consecuencia lógica con el titular: la auxiliar ebolizada sí lo hizo, ¡malvada!) y demás carcoma típica de la mierda de sitio donde trabaja, y donde es una mosca.
Fíjense en la noticia de los "créditos blandos", como las dietas: con partes en negrita resaltando términos como "«línea especial de préstamos» de la entidad. Es decir, créditos ventajosos." o "Es decir, que los representantes públicos por el mero hecho de ser seleccionados por su partido, ya disfrutaban de unas condiciones más ventajosas que el ciudadano de a pie que había votado a su formación" Aprecie el estimado lector como Treceño, un periodista de raza -bovina o caprina- reitera en dos párrafos seguidos el "es decir", el auténtico canario en la mina de la persona que no sabe escribir o hablar o explicarse o formular un pensamiento complejo. Es un decir, claro.
La noticia es una mierda, y no sólo por lo de "blando" (más adelante llega a hablar de "con Blesa se produce una cierta laxitud", toda una obsesión coprófila la de este Treceño), porque lo que viene a explicar con misterio ("Según la misiva a la que tuvo acceso esta redacción", y cualquiera que haya querido leer los correos de Blesa, publicados por otro medio) no tiene ninguna relevancia. Ninguna.
Las "condiciones ventajosas" ofrecidas por Caja Madrid a los miembros del Consejo no difieren en absoluto de las ofrecidas por esta entidad bancaria, y otras semejantes, a sus empleados o sus conyuges. Son una mierda de ventajas, equiparables a las que ofrecen grandes corporaciones (Apple, Sanitas, Mapfre) a empleados públicos. Paso de desglosarlas, porque parecen de un folleto de esos que ojeas con desgana cuando te toca tragar fila detrás de ancianas y ancianos -por este orden- en un banco.
Sin embargo, y por esa hiperreación propia de la gente elaborada en un departamento de marketing, Pedro Sánchez publicó a última hora de la tarde los detalles de una hipoteca que tenía suscrita con Caja Madrid cuando era miembro de la Asamblea de la extinta Caja, y dentro de una más amplia declaración de bienes publicada días antes. Esto tiene más interés, y ya verán por qué.
Aparte de impuesto revolucionario a su partido (420 euros al mes), la idiotez new-age de una cuenta en Triodos Bank y 85mil euros en un plan de pensiones sin haber cumplido 40 años (esto si que daría para más) destacaba en su momento que Pedro Sánchez declaraba 13.411,20 euros de ingresos por "arriendos". No es una cifra espectacular, al contrario.
Entre sus propiedades, donde es susceptible esperar que estuviese la arrendanda, figuran dos pisos con garaje: uno comprado en 1992, cuando llegaría de Don Benito (Badajoz) y su familia, una de las potentadas del lugar, le puso un piso en capital con 20 años. A su nombre. Es una práctica muy común entre gente con posibles de provincia, porque ya saben, "alquilar es tirar el dinero". El año 92, por cierto, fue el pico de la anterior burbuja inmobiliara, pinchada de manera aún más abrupta en 1993-1997.
De ahí se explica que su valor catastral sea solo 5mil euros inferior a la segunda vivienda con garaje, comprada en 2005 y a sólo dos años del pico de la siguiente burbuja inmobiliara: 78mil euros contra 83mil euros. Con 13 años de por medio. También influye la ubicación: en 1992 se compraba en zonas más prime, con mayor valor catastral.
Esta ya la compró en gananciales, no se sabe si con el dinero de papá o no. Lo que si se sabe, y porque a raiz de la "información" publicada por El Mundo ayer ha considerado conveniente hacer una addenda a su declaración de bienes, es que el 15 de septiembre Caja Madrid le concedió una hipoteca de ¡293.700 euros!. ¡A un tío que era el escalafón más bajo de profesor de una universidad privada! Flipante, pero nada raro en aquellos tiempos, donde fontaneros y lavaplatos obtenían créditos similares.
¿Qué casa con un valor de catastro de 83mil euros necesita una hipoteca de 293mil euros? Pues una burbujizada. Mucho. Demasiado. Si los periodistas dignos de tal nombre quieren investigar algo, que sigan por esa línea, no la de las condiciones del préstamo hipotecario. El mismo fue objeto de una novación el 29 de julio de 2008 (dos años y nueve meses después) y ampliado a ¡318mil euros! cuando los precios ya iban en picado. Seguramente Pedro Sánchez se creía el zapateriano "la crisis es pasajera".
No sé. En la primera hipoteca paga Euribor + 1´75%, una exageración cuando el diferencial bancario estaba por debajo del 1%, y la bonificación por ser miembro de la Asamblea -esa que preocupa a Triceño- era del 30% sobre el total, o sea: menos de 60 euros al mes según los propios cálculos de Pedro Sánchez; en la segunda, las condiciones caen a Euribor + 1´25%, 25 años y cuota de 1400 euros/mes= 300 meses que dan un total de 419mil 220 euros por un puto piso con garaje con valor catastral de 83mil euros.
A mí me da que hay alguien estafado, y no es el ciudadano común por los supuestos "privilegios" a Pedro Sánchez, miembro de la "casta" y del "PPSOE". Para confirmar esta hipótesis, en la declaración de bienes se incluye que, actualmente, el inmueble hipotecado -del que quedan por pagar bastantes años, a razón de 1400€/mes- está alquilado por ¡750 euros!.
Esto es: Pedro Sánchez está palmando todos lo meses 650 euros por un inmueble que no vale lo que le costó. Por las cifras que se manejan en Madrid, y dando por supuesto que tiene dos habitaciones, el piso no está situado en ninguna zona prestigiosa, ni mucho menos. Es un estafado más, al revés que un corrupto. Por cierto, 750€ x 12= 9000 euros brutos, lejos de los 13.411, 20 declarados por "arrendamiento".
Paradójicamente, esto le puede servir para conectar con esa amplia masa de la población en su misma situación, esos de "un piso nunca baja", que son una amplia cohorte de la población, más o menos coincidente con la audiencia de Sálvame en números totales. El programa a donde llama el telegénico Pedro Sánchez. Sin embargo, da pocas esperanzas de que, si llega a tocar el poder, vaya a hacer algo para evitar que los pisos vuelvan a dispararse. Todos los endeudados hasta las cejas como él sueñan con esa posibilidad: de que sus cuatro paredes de ladrillo valgan algún día lo que les costó. Ya ven de qué situaciones más ridículas se sacan ejemplos de este país irremediable: desde el supuesto escándalo -que no son más que condiciones aplicables a cualquier empleado en cualquier empresa- hasta un estafado más. Suerte que en su declaración de bienes no sale nada de Afimsa.
Desde que se supo el nombre del nuevo secretario general del PSOE, un teleñeco articulado fruto de complicadas maniobras de marketing político y telegenia, e incubado desde hace años, le han afeado que formase parte de la Asamblea de Caja de Madrid, como dando a entender que ahí se tomaban las decisiones, amparándose en el analfabetismo funcional de la sociedad, que tiende a equiparar "Asamblea" con "Consejo de Administración", "Junta de Accionistas" o "Directorado", esto es: un grupo reducido que es el que toma las decisiones.
Nada más lejos de la realidad. La Asamblea de Caja Madrid la formaban hasta 320 individuos, incluyendo 100 que eran cargos políticos como representantes de la Caja ante los Ayuntamientos de la región que le daba nombre. Como Pedro Sánchez era concejal del Ayuntamiento de Madrid, y joven, le tocó ese cargo testimonial, sin remuneración añadida alguna. Los cargos con remuneración, como en todas las estructuras piramidales -y un partido político lo es en sentido euclidiano- son para viejos zorros de los partidos.
Además, cuando algo tiene el nombre de "Asamblea" (o Consejo Social, o Consejo Consultivo, o cualquier otro constructo verbal similar) no suele mandar nada. Según los estatutos de Caja Madrid, los 320 miembros de la Asamblea ("el máximo organo de Gobierno de la entidad", de la misma manera que el Senado es la tercera institución del Estado, por delante del Congreso) tenían que "aprobar las cuentas anuales, el informe de gestión y la propuesta de aplicación del resultado a los fines propios de la entidad, así como la gestión del Consejo de Administración". Poner la firma a lo que ya se había decidido en otros foros. Públicos, o del reservado de Zalacaín, o del palco VIP del Bernabeú.
Esa era la implicación de Pedro Sánchez en Caja Madrid. Figurar como representante de su partido, y firmar lo que le dijesen los veteranos: por eso Virgilio Zapatero tenía una tarjeta black. Más de uno se las prometía felices con la publicación del tabulado y los gastos de esas tarjetas opacas, plenamente convencido de que saldría el muñeco articulado de sonrisa captasuegras que ahora está al frente del PSOE, para así poder hablar de "casta", "corrupción" y "PPSOE", auténtico mantra de algunas mentes egregias, obnubiladas por sus fobias.
Como no fue el caso, ayer mismo El Mundo, un periódico que se mueve por el ánimo de informar, y que jamás realiza campañas ad personaem fruto de estrategias elaboradas en sedes de partidos políticos, publicaba un escandalazo, término castizo a la altura de aguachirris, mamandurria o pistola (para definir un tipo de pan que haría vomitar a las cabras, y que se consume en la capital de España). "Blesa ofrecía créditos blandos a los asambleístas de Caja Madrid".
Firmaba Jaime G. Treceño, un vulgar y triste periodista de la plantilla de redactores del peor periódico de Europa, autor (pongan la voz de Troy Mc Clure) de otros hitos señeros y recientes como "El Consejero no engañó a nadie" (en consecuencia lógica con el titular: la auxiliar ebolizada sí lo hizo, ¡malvada!) y demás carcoma típica de la mierda de sitio donde trabaja, y donde es una mosca.
Fíjense en la noticia de los "créditos blandos", como las dietas: con partes en negrita resaltando términos como "«línea especial de préstamos» de la entidad. Es decir, créditos ventajosos." o "Es decir, que los representantes públicos por el mero hecho de ser seleccionados por su partido, ya disfrutaban de unas condiciones más ventajosas que el ciudadano de a pie que había votado a su formación" Aprecie el estimado lector como Treceño, un periodista de raza -bovina o caprina- reitera en dos párrafos seguidos el "es decir", el auténtico canario en la mina de la persona que no sabe escribir o hablar o explicarse o formular un pensamiento complejo. Es un decir, claro.
La noticia es una mierda, y no sólo por lo de "blando" (más adelante llega a hablar de "con Blesa se produce una cierta laxitud", toda una obsesión coprófila la de este Treceño), porque lo que viene a explicar con misterio ("Según la misiva a la que tuvo acceso esta redacción", y cualquiera que haya querido leer los correos de Blesa, publicados por otro medio) no tiene ninguna relevancia. Ninguna.
Las "condiciones ventajosas" ofrecidas por Caja Madrid a los miembros del Consejo no difieren en absoluto de las ofrecidas por esta entidad bancaria, y otras semejantes, a sus empleados o sus conyuges. Son una mierda de ventajas, equiparables a las que ofrecen grandes corporaciones (Apple, Sanitas, Mapfre) a empleados públicos. Paso de desglosarlas, porque parecen de un folleto de esos que ojeas con desgana cuando te toca tragar fila detrás de ancianas y ancianos -por este orden- en un banco.
Sin embargo, y por esa hiperreación propia de la gente elaborada en un departamento de marketing, Pedro Sánchez publicó a última hora de la tarde los detalles de una hipoteca que tenía suscrita con Caja Madrid cuando era miembro de la Asamblea de la extinta Caja, y dentro de una más amplia declaración de bienes publicada días antes. Esto tiene más interés, y ya verán por qué.
Aparte de impuesto revolucionario a su partido (420 euros al mes), la idiotez new-age de una cuenta en Triodos Bank y 85mil euros en un plan de pensiones sin haber cumplido 40 años (esto si que daría para más) destacaba en su momento que Pedro Sánchez declaraba 13.411,20 euros de ingresos por "arriendos". No es una cifra espectacular, al contrario.
Entre sus propiedades, donde es susceptible esperar que estuviese la arrendanda, figuran dos pisos con garaje: uno comprado en 1992, cuando llegaría de Don Benito (Badajoz) y su familia, una de las potentadas del lugar, le puso un piso en capital con 20 años. A su nombre. Es una práctica muy común entre gente con posibles de provincia, porque ya saben, "alquilar es tirar el dinero". El año 92, por cierto, fue el pico de la anterior burbuja inmobiliara, pinchada de manera aún más abrupta en 1993-1997.
De ahí se explica que su valor catastral sea solo 5mil euros inferior a la segunda vivienda con garaje, comprada en 2005 y a sólo dos años del pico de la siguiente burbuja inmobiliara: 78mil euros contra 83mil euros. Con 13 años de por medio. También influye la ubicación: en 1992 se compraba en zonas más prime, con mayor valor catastral.
Esta ya la compró en gananciales, no se sabe si con el dinero de papá o no. Lo que si se sabe, y porque a raiz de la "información" publicada por El Mundo ayer ha considerado conveniente hacer una addenda a su declaración de bienes, es que el 15 de septiembre Caja Madrid le concedió una hipoteca de ¡293.700 euros!. ¡A un tío que era el escalafón más bajo de profesor de una universidad privada! Flipante, pero nada raro en aquellos tiempos, donde fontaneros y lavaplatos obtenían créditos similares.
¿Qué casa con un valor de catastro de 83mil euros necesita una hipoteca de 293mil euros? Pues una burbujizada. Mucho. Demasiado. Si los periodistas dignos de tal nombre quieren investigar algo, que sigan por esa línea, no la de las condiciones del préstamo hipotecario. El mismo fue objeto de una novación el 29 de julio de 2008 (dos años y nueve meses después) y ampliado a ¡318mil euros! cuando los precios ya iban en picado. Seguramente Pedro Sánchez se creía el zapateriano "la crisis es pasajera".
No sé. En la primera hipoteca paga Euribor + 1´75%, una exageración cuando el diferencial bancario estaba por debajo del 1%, y la bonificación por ser miembro de la Asamblea -esa que preocupa a Triceño- era del 30% sobre el total, o sea: menos de 60 euros al mes según los propios cálculos de Pedro Sánchez; en la segunda, las condiciones caen a Euribor + 1´25%, 25 años y cuota de 1400 euros/mes= 300 meses que dan un total de 419mil 220 euros por un puto piso con garaje con valor catastral de 83mil euros.
A mí me da que hay alguien estafado, y no es el ciudadano común por los supuestos "privilegios" a Pedro Sánchez, miembro de la "casta" y del "PPSOE". Para confirmar esta hipótesis, en la declaración de bienes se incluye que, actualmente, el inmueble hipotecado -del que quedan por pagar bastantes años, a razón de 1400€/mes- está alquilado por ¡750 euros!.
Esto es: Pedro Sánchez está palmando todos lo meses 650 euros por un inmueble que no vale lo que le costó. Por las cifras que se manejan en Madrid, y dando por supuesto que tiene dos habitaciones, el piso no está situado en ninguna zona prestigiosa, ni mucho menos. Es un estafado más, al revés que un corrupto. Por cierto, 750€ x 12= 9000 euros brutos, lejos de los 13.411, 20 declarados por "arrendamiento".
Paradójicamente, esto le puede servir para conectar con esa amplia masa de la población en su misma situación, esos de "un piso nunca baja", que son una amplia cohorte de la población, más o menos coincidente con la audiencia de Sálvame en números totales. El programa a donde llama el telegénico Pedro Sánchez. Sin embargo, da pocas esperanzas de que, si llega a tocar el poder, vaya a hacer algo para evitar que los pisos vuelvan a dispararse. Todos los endeudados hasta las cejas como él sueñan con esa posibilidad: de que sus cuatro paredes de ladrillo valgan algún día lo que les costó. Ya ven de qué situaciones más ridículas se sacan ejemplos de este país irremediable: desde el supuesto escándalo -que no son más que condiciones aplicables a cualquier empleado en cualquier empresa- hasta un estafado más. Suerte que en su declaración de bienes no sale nada de Afimsa.
sábado, 11 de octubre de 2014
Black is black (I want my cash back)
Por alguna razón ignota -dicen que de nuevo el Partido X está detrás de la filtración- han vuelto a sacar basura asociada a la inmensa sentina que era Caja Madrid. Desde hace unos días, se conoce que una serie de cargos, consejeros o amiguetes de la institución disponían de una tarjetas de crédito que no dejaban ninguna traza fiscal, y que se entregaban con libre albedrío a cambio de no molestar en el consejo de administración.
Hoy, y con exclusiva del eldiario.es, se ha conocido el tabulado detallado de los cargos a estas tarjetas, un material interesante por lo que tiene de bruto, pero escasamente relevante o transcendente. Entre todos los gastos, que van de 2003 a 2011, no suman más de 15 millones de euros: el desfalco de la caja pública no ha sido ahí, porque es una cantidad despreciable dentro de los gastos sin medida que caracterizaron los Años del Despilfarro.
Tiene mucho más interés saber que la opacidad fiscal se conseguía aduciendo a "fallos informáticos". Desconozco cual es el montante total que las diferentes cajas de ahorros y bancos califican cada año como "fallo informático", pero debe ser abultada porque, al margen del que se produce por el propio funcionamiento -y para eso hacen arqueos periódicos en cada oficina bancaria, para intentar paliar los desajustes entre lo que entra y lo que sale-, pueden colar este gasto añadido sin que nadie se de cuenta.
O eso parece. La excusa del "fallo informático" parece otra mentira dulce entregada a la opinión pública para no abundar en demasía en lo que parece, a todas luces, como una caja B dentro de la entidad, donde se cargaban gastos de todo tipo. No se que tal sentaría en Europa que se supiesen esas cosas: mejor dejar todo en 15 millones de euros, actualmente calderilla tras decenas de miles de millones de rescate bancario, que abundar en las cloacas del sistema financiero.
¿Se encontró Blesa al entrar en Caja Madrid con el tenderete ya montado, o lo ideó el mismo? Blesa, el amigo de Aznar -porque prepararon las oposiciones a técnico de Hacienda juntos- que, con esos poderes -y no hacían falta más- acabo al frente de esa institución, con tres siglos de antigüedad y que llevó hasta su fin.
Esas son las preguntas pertinentes, y no detenerse en la menudencia de tal o cual gasto detallado, aunque ya verán que es difícil resistirse a la tentación, y yo no lo voy a hacer. Al fin y al cabo, es lo que hay de novedad, pero no de exclusividad. Solo con extrema candidez se puede pensar que el sistema de caja B de Caja Madrid, ideado para pagar a afines y amiguetes al margen de las retribuciones oficiales, no existía en otras entidades.
Se puede confiar poco o nada en que algún día se sepa. Las instituciones de control en este país (Tribunal de Cuentas, CNMV, Banco de España) tienen sus propias vidas zombie, llenas de escándalos acordes a su función -enchufes, dejación de funciones- que hacen casi milagroso que se puedan poner a investigar algo que afecta a quienes les controlan: los políticos.
Porque eso es lo que hay en las llamadas tarjetas black de Caja Madrid: como era una caja, sus órganos de gobierno se repartían entre políticos y sindicalistas. Después metían de consejeros a miembros de la casta terrateniente castellana que domina este país, y todo arreglado en un concíbulo que ríase usted de la endogamia de los Habsburgo.
Todos se beneficiaban del maná de dinero que no había que declarar: bien untaditos, bien calladitos. Alguno ha intentado devolver el dinero una vez que se ha hecho público -y nunca antes- el listado de beneficiarios, seguramente porque quiere seguir haciendo carrera; sin embargo, la mayor parte de los tarjeteros de negro es gente sobradamente amortizada. Estoy pensando en Rato, que también ha devuelto parte del dinero, y que se encontró el chiringuito montado y lo usó en su beneficio.
Lo que sigue es un repaso somero por algunos de los gastos más destacados, usando la herramienta de consulta facilitada por elpais.com, y la de eldiario.es, que es más tosca y menos útil. Los cargos que voy a destacar son los que encuentro mirando por encima, y no miro si son repetidos, o el total. Son sólo 15 millones de euros, insisto: el escándalo está en otra parte. Aquí lo que cuenta es ver algunos gastos suntuarios, y la tremenda jeta de alguno de los protagonistas.
Por ejemplo, Fernández Norniella, que llego a ser ¡Secretario de Estado de Hacienda! cuando Rato era ministro. No es para menos: ambos son asturianos de Madrid, y no vean como une ese clan. Aquí lo realmente sangrante es que este habitual de los consejos de administración de las grandes corporaciones de España tenía una tarjeta opaca para Hacienda ¡cuando había sido el segundo máximo responsable del organismo público, sólo por detrás del Ministro!
Disculpen si exagero, pero este detalle es italiano: ni servicio público, ni nada. No se puede escudar en que no conocía las condiciones de la tarjeta, menos aún cuando se fundió 185mil euros que jamás declaró, como si sus abundantes remuneraciones de sus abundantes puestos de consejero no le bastasen. Del desglose de sus gastos se ven abundantes compras periódicas en El Corte Inglés, especialmente al final, y siempre por la misma cuantía: 400 euros redondos. Todo parece apuntar a tarjetas regalo. Tarjetas regalo de un regalo. De todos.
Sin embargo, a mí me ha impactado el cargo del 14/07/2011: suscripción de 14´99 euros a Unidad Editorial. Uno de los cuatro gatos que se apuntó a la puta mierda de Orbyt lo era con una tarjeta black y con dinero de todos. En el fondo, todo son vasos comunicantes en los productos de la editora de El Mundo.
Otro caso paradigmático es el de Alberto Recarte, paradigma de liberal a-là-madrileña, esto es: un liberal del BOE, del contrato único, de la competencia limitada, y de los amiguetes. Ya te cito a Hayek cuando me haya embolsado el fajo, tolay. Vinculado a la fosa séptica que es Libertad Digital desde sus inicios -¡la batalla de las ideas, amigos!-, este pájaro de la Castellana quemó 135mil euros sin declararlos al Estado, que el no tiene la culpa de que el BitCoin -que rompe el monopolio estatal en la impresión de moneda- no estuviese a punto para adecuarse a sus ideas liberales. Utopía, yo voy más lejos que tú.
En un principio declaró que había usado la tarjeta para "restaurantes y comprar libros" -doy fe de que lo autoproclamados liberales madrileños usan los libros para decorar; en caso de Burns Marañon, para apoyar el televisor con el fútbol siempre puesto-, pero el desglose de su gasto indica lo contrario: apenas unos cientos de euros en libros. Uno de ellos sería "Camino de servidumbre" encuadernado en guafléx. Todavía no lo ha podido acabar: por eso no ha comprado ningún libro más. Es que en la Costa del Sol no hay mucho ambiente intelectual.
Uno fantástico es Virgilio Zapatero, que iba de socialista moderado y ajeno a las batallas -exMinistro y exrector de la UAH-, y que tiene 36mil euros. Dice que todo es una conspiración: en breve presentará la denuncia ante la Policía, a ver si le queda algún amigo por ahí. Seguro que le robaron la tarjeta, una donde tenía apuntados cargos de libros en Antonio Machado -más que Recarte-, pero especialmente pitanza en restaurantes y paradores. Que el cerebro consume mucha energía leyendo.
¡Qué decir de Miguel Corsini, expresidente de RENFE! ¡Lo que no sabrá de corruptelas este vividor! Se inició vendido chatarra en forma de Talgo a EE.UU, y después emparentó nada menos que con una hija del Marqués de Mondéjar, que en tiempos fuera ¡jefe de la Casa Real! Con la subida del PP al poder en 1996, Rato lo nombró presidente del monopolio del tren vía ibérica en España, donde pudo aplicar sus conocimientos de comisionista en el llamado contrato del siglo, el del AVE que firmó Álvarez-Cascos en 1999. Sí, ese donde se pedían "trenes a 350 km/h" que no eran posibles tecnológicamente. Que la utopía sea más rápida, que la estamos alcanzando. Una vez más.
Corsini sólo se gastó 47mil euros, porque es rico por sí solo. No es broma: se cuenta que los mejores terrenos de Renfe se los ha quedado el o apoderados. Viajes, muchos viajes, y un cargo sorprendente (18/02/2011) en "Neurología aplicada": 300 euros por decirle que sí, que las voces que oye en su cabeza son normales. Haaaaaazte aún más ricooooooo, cásate con la Koplowitz. O algo así.
Moral Santín, además de uno de los que más uso la tarjeta (nada menos que 477mil euros) es paradigmático porque es uno de los fundadores del Partido Comunista "de los Pueblos de España", y hasta que se cayó el Muro era un defensor prosoviético de Plaza Roja y toda la vaina, compadre. Después, como tantos de su perversa filiación política y religiosa, se pasó al dinero. Lo hubiese hecho antes, pero el dinero del PCUS solo daba para peluquines, y hasta el coche lo tenía que poner Ceauscescu.
Tiene cargos habituales en la dacha berciana conocida como Palacio de Canedo, siempre de viaje a Galicia. O a su pueblo, pues era oriundo de El Bierzo. Le agradaría el ambiente de mansedumbre, tan propia de la utopía socialista. A veces también se quedaba en el Parador de Villafranca del Bierzo, antes de cruzar la frontera hacía Galicia. Y muchos más locales de la zona. Le gustaba repartir el dinero.
Sin embargo, en los últimos años su actitud cambió, y paso a sacar cada semana, y del cajero, 600 euros en efectivo, el máximo que te deja la máquina escupedinero. Andaría, como buen comunista, con la mosca detrás de la oreja por alguna caza; ya saben, había empezado la crisis y en cualquier momento se podría producir el advenimiento de la lucha final, y mejor estar preparado. Si hay que hacer las barricadas con fajos, se hacen. Pero de viejos periódicos impresos en Moscú.
Es inútil seguir más. Mercedes de la Merced, que la diñó con poco más de 50 años, tiene miles de euros en Manolos (y si no saben lo que son, vean Sexo en Nueva York. O en Soria, de donde era oriunda y acudía regularmente en bus de línea a visitar a sus padres); como es fiambre, nadie la cita en su repaso a las tarjetas black; Spottorno, el presidente de la Fundación Caja Madrid, 232 mil euros en camisas, restaurantes, parkings y toda acción cultural que se precie; Blesa, Rato...
En fin, ahí tienen el material bruto. Es divertido hacer filtros por el negocio que hace el cargo -hay gente que ha comprado hasta en H&M- o por fechas -ese desgraciado que compra las flores del 1 de noviembre-, pero no olviden que todo esto es minucia. Eran regalitos comparado con lo que se ha movido, y todo el gasto es irrelevante en el conjunto, donde lo importante es el sistema para ocultar al fisco ¿Había connivencia de la Visa y Mastercard? Porque 15 millones en errores informáticos....
Sin embargo, surte muy bien su efecto -deseado, sin duda- de soliviantar a la ciudadanía. Relativamente: no se han verificado casos de ciudadanos que hayan ido a cancelar sus cuentas a Bankia, que es Caja Madrid maquillada y rescatada con el dinero de todos. Exactamente el mismo tipo de dinero que se habían gastado en los años precedentes, y en esas gilipolleces para las que sus sueldos y remuneraciones daban de sobra. Todo gasto suntuario, privilegio sobre privilegio. Negro sobre negro, como la realidad de este país.
Hoy, y con exclusiva del eldiario.es, se ha conocido el tabulado detallado de los cargos a estas tarjetas, un material interesante por lo que tiene de bruto, pero escasamente relevante o transcendente. Entre todos los gastos, que van de 2003 a 2011, no suman más de 15 millones de euros: el desfalco de la caja pública no ha sido ahí, porque es una cantidad despreciable dentro de los gastos sin medida que caracterizaron los Años del Despilfarro.
Tiene mucho más interés saber que la opacidad fiscal se conseguía aduciendo a "fallos informáticos". Desconozco cual es el montante total que las diferentes cajas de ahorros y bancos califican cada año como "fallo informático", pero debe ser abultada porque, al margen del que se produce por el propio funcionamiento -y para eso hacen arqueos periódicos en cada oficina bancaria, para intentar paliar los desajustes entre lo que entra y lo que sale-, pueden colar este gasto añadido sin que nadie se de cuenta.
O eso parece. La excusa del "fallo informático" parece otra mentira dulce entregada a la opinión pública para no abundar en demasía en lo que parece, a todas luces, como una caja B dentro de la entidad, donde se cargaban gastos de todo tipo. No se que tal sentaría en Europa que se supiesen esas cosas: mejor dejar todo en 15 millones de euros, actualmente calderilla tras decenas de miles de millones de rescate bancario, que abundar en las cloacas del sistema financiero.
¿Se encontró Blesa al entrar en Caja Madrid con el tenderete ya montado, o lo ideó el mismo? Blesa, el amigo de Aznar -porque prepararon las oposiciones a técnico de Hacienda juntos- que, con esos poderes -y no hacían falta más- acabo al frente de esa institución, con tres siglos de antigüedad y que llevó hasta su fin.
Esas son las preguntas pertinentes, y no detenerse en la menudencia de tal o cual gasto detallado, aunque ya verán que es difícil resistirse a la tentación, y yo no lo voy a hacer. Al fin y al cabo, es lo que hay de novedad, pero no de exclusividad. Solo con extrema candidez se puede pensar que el sistema de caja B de Caja Madrid, ideado para pagar a afines y amiguetes al margen de las retribuciones oficiales, no existía en otras entidades.
Se puede confiar poco o nada en que algún día se sepa. Las instituciones de control en este país (Tribunal de Cuentas, CNMV, Banco de España) tienen sus propias vidas zombie, llenas de escándalos acordes a su función -enchufes, dejación de funciones- que hacen casi milagroso que se puedan poner a investigar algo que afecta a quienes les controlan: los políticos.
Porque eso es lo que hay en las llamadas tarjetas black de Caja Madrid: como era una caja, sus órganos de gobierno se repartían entre políticos y sindicalistas. Después metían de consejeros a miembros de la casta terrateniente castellana que domina este país, y todo arreglado en un concíbulo que ríase usted de la endogamia de los Habsburgo.
Todos se beneficiaban del maná de dinero que no había que declarar: bien untaditos, bien calladitos. Alguno ha intentado devolver el dinero una vez que se ha hecho público -y nunca antes- el listado de beneficiarios, seguramente porque quiere seguir haciendo carrera; sin embargo, la mayor parte de los tarjeteros de negro es gente sobradamente amortizada. Estoy pensando en Rato, que también ha devuelto parte del dinero, y que se encontró el chiringuito montado y lo usó en su beneficio.
Lo que sigue es un repaso somero por algunos de los gastos más destacados, usando la herramienta de consulta facilitada por elpais.com, y la de eldiario.es, que es más tosca y menos útil. Los cargos que voy a destacar son los que encuentro mirando por encima, y no miro si son repetidos, o el total. Son sólo 15 millones de euros, insisto: el escándalo está en otra parte. Aquí lo que cuenta es ver algunos gastos suntuarios, y la tremenda jeta de alguno de los protagonistas.
Por ejemplo, Fernández Norniella, que llego a ser ¡Secretario de Estado de Hacienda! cuando Rato era ministro. No es para menos: ambos son asturianos de Madrid, y no vean como une ese clan. Aquí lo realmente sangrante es que este habitual de los consejos de administración de las grandes corporaciones de España tenía una tarjeta opaca para Hacienda ¡cuando había sido el segundo máximo responsable del organismo público, sólo por detrás del Ministro!
Disculpen si exagero, pero este detalle es italiano: ni servicio público, ni nada. No se puede escudar en que no conocía las condiciones de la tarjeta, menos aún cuando se fundió 185mil euros que jamás declaró, como si sus abundantes remuneraciones de sus abundantes puestos de consejero no le bastasen. Del desglose de sus gastos se ven abundantes compras periódicas en El Corte Inglés, especialmente al final, y siempre por la misma cuantía: 400 euros redondos. Todo parece apuntar a tarjetas regalo. Tarjetas regalo de un regalo. De todos.
Sin embargo, a mí me ha impactado el cargo del 14/07/2011: suscripción de 14´99 euros a Unidad Editorial. Uno de los cuatro gatos que se apuntó a la puta mierda de Orbyt lo era con una tarjeta black y con dinero de todos. En el fondo, todo son vasos comunicantes en los productos de la editora de El Mundo.
Otro caso paradigmático es el de Alberto Recarte, paradigma de liberal a-là-madrileña, esto es: un liberal del BOE, del contrato único, de la competencia limitada, y de los amiguetes. Ya te cito a Hayek cuando me haya embolsado el fajo, tolay. Vinculado a la fosa séptica que es Libertad Digital desde sus inicios -¡la batalla de las ideas, amigos!-, este pájaro de la Castellana quemó 135mil euros sin declararlos al Estado, que el no tiene la culpa de que el BitCoin -que rompe el monopolio estatal en la impresión de moneda- no estuviese a punto para adecuarse a sus ideas liberales. Utopía, yo voy más lejos que tú.
En un principio declaró que había usado la tarjeta para "restaurantes y comprar libros" -doy fe de que lo autoproclamados liberales madrileños usan los libros para decorar; en caso de Burns Marañon, para apoyar el televisor con el fútbol siempre puesto-, pero el desglose de su gasto indica lo contrario: apenas unos cientos de euros en libros. Uno de ellos sería "Camino de servidumbre" encuadernado en guafléx. Todavía no lo ha podido acabar: por eso no ha comprado ningún libro más. Es que en la Costa del Sol no hay mucho ambiente intelectual.
Uno fantástico es Virgilio Zapatero, que iba de socialista moderado y ajeno a las batallas -exMinistro y exrector de la UAH-, y que tiene 36mil euros. Dice que todo es una conspiración: en breve presentará la denuncia ante la Policía, a ver si le queda algún amigo por ahí. Seguro que le robaron la tarjeta, una donde tenía apuntados cargos de libros en Antonio Machado -más que Recarte-, pero especialmente pitanza en restaurantes y paradores. Que el cerebro consume mucha energía leyendo.
¡Qué decir de Miguel Corsini, expresidente de RENFE! ¡Lo que no sabrá de corruptelas este vividor! Se inició vendido chatarra en forma de Talgo a EE.UU, y después emparentó nada menos que con una hija del Marqués de Mondéjar, que en tiempos fuera ¡jefe de la Casa Real! Con la subida del PP al poder en 1996, Rato lo nombró presidente del monopolio del tren vía ibérica en España, donde pudo aplicar sus conocimientos de comisionista en el llamado contrato del siglo, el del AVE que firmó Álvarez-Cascos en 1999. Sí, ese donde se pedían "trenes a 350 km/h" que no eran posibles tecnológicamente. Que la utopía sea más rápida, que la estamos alcanzando. Una vez más.
Corsini sólo se gastó 47mil euros, porque es rico por sí solo. No es broma: se cuenta que los mejores terrenos de Renfe se los ha quedado el o apoderados. Viajes, muchos viajes, y un cargo sorprendente (18/02/2011) en "Neurología aplicada": 300 euros por decirle que sí, que las voces que oye en su cabeza son normales. Haaaaaazte aún más ricooooooo, cásate con la Koplowitz. O algo así.
Moral Santín, además de uno de los que más uso la tarjeta (nada menos que 477mil euros) es paradigmático porque es uno de los fundadores del Partido Comunista "de los Pueblos de España", y hasta que se cayó el Muro era un defensor prosoviético de Plaza Roja y toda la vaina, compadre. Después, como tantos de su perversa filiación política y religiosa, se pasó al dinero. Lo hubiese hecho antes, pero el dinero del PCUS solo daba para peluquines, y hasta el coche lo tenía que poner Ceauscescu.
Tiene cargos habituales en la dacha berciana conocida como Palacio de Canedo, siempre de viaje a Galicia. O a su pueblo, pues era oriundo de El Bierzo. Le agradaría el ambiente de mansedumbre, tan propia de la utopía socialista. A veces también se quedaba en el Parador de Villafranca del Bierzo, antes de cruzar la frontera hacía Galicia. Y muchos más locales de la zona. Le gustaba repartir el dinero.
Sin embargo, en los últimos años su actitud cambió, y paso a sacar cada semana, y del cajero, 600 euros en efectivo, el máximo que te deja la máquina escupedinero. Andaría, como buen comunista, con la mosca detrás de la oreja por alguna caza; ya saben, había empezado la crisis y en cualquier momento se podría producir el advenimiento de la lucha final, y mejor estar preparado. Si hay que hacer las barricadas con fajos, se hacen. Pero de viejos periódicos impresos en Moscú.
Es inútil seguir más. Mercedes de la Merced, que la diñó con poco más de 50 años, tiene miles de euros en Manolos (y si no saben lo que son, vean Sexo en Nueva York. O en Soria, de donde era oriunda y acudía regularmente en bus de línea a visitar a sus padres); como es fiambre, nadie la cita en su repaso a las tarjetas black; Spottorno, el presidente de la Fundación Caja Madrid, 232 mil euros en camisas, restaurantes, parkings y toda acción cultural que se precie; Blesa, Rato...
En fin, ahí tienen el material bruto. Es divertido hacer filtros por el negocio que hace el cargo -hay gente que ha comprado hasta en H&M- o por fechas -ese desgraciado que compra las flores del 1 de noviembre-, pero no olviden que todo esto es minucia. Eran regalitos comparado con lo que se ha movido, y todo el gasto es irrelevante en el conjunto, donde lo importante es el sistema para ocultar al fisco ¿Había connivencia de la Visa y Mastercard? Porque 15 millones en errores informáticos....
Sin embargo, surte muy bien su efecto -deseado, sin duda- de soliviantar a la ciudadanía. Relativamente: no se han verificado casos de ciudadanos que hayan ido a cancelar sus cuentas a Bankia, que es Caja Madrid maquillada y rescatada con el dinero de todos. Exactamente el mismo tipo de dinero que se habían gastado en los años precedentes, y en esas gilipolleces para las que sus sueldos y remuneraciones daban de sobra. Todo gasto suntuario, privilegio sobre privilegio. Negro sobre negro, como la realidad de este país.
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