
La Sexta es una televisión generalista que obtuvo una licencia de explotación en pleno proceso de tránsito hacia el TDT. Con un marcado sesgo ideológico, del que hacen gala, su programación consiste en: 1) deporte 2) guapas mujeres presentando programas 3) Humor entendido de una manera muy extraña, como insultar todos los días a los católicos. Por las mismas razones se criticaba a Telecinco en sus primeros años, y todavía no se ha quitado el San Benito de las mamachicho, una de las cuales llegó muy lejos y se casó con El Bigotes, un Mister Fixit de bajo vuelo y peor gusto. Es más: en La Sexta van de adoctrinadores y nos dicen lo que es malo -El Intermedio es un programa prescriptivo-, llegando incluso a criticar el mundo del cotilleo con un programa que no deja de ser de cotilleo (y robo de material de cualquier parte) como es Se lo que hicisteis. De sus informativos mejor no hablar: con el terremoto de L´Aquila estaban más preocupados de hablar de Berlusconi que de otra cosa; si habla Aznar, primera noticia del día, diga lo que diga; y la habitual retahíla de ecologismo pijo, solidaridad bienpensante y los peores tópicos de la progresía, que se empeñan en recorrer día sí y día también.
El primer éxito de la cadena fue el Mundial 2006, utilizado de banderín de enganche para que la gente adaptase su antena. Sólo se pudo ver en grandes ciudades. Después intentaron repetir la estrategia con otros deportes, pero el gran boom de ese estilo se lo llevó Cuatro con la Eurocopa. La realidad es que La Sexta es vista por apenas un 7% de la audiencia, y eso en sus mejores días. Habrá tiempo de volver a ese porcentaje, de momento quedémonos con otro porcentaje, el de sus accionistas: 51% de GAMP (de donde el 69% es de un híbrido entre la productora de Milikito y Mediapro, otro 10% de BBK, un 8% de la productora de el bufón de Reus -de ahí que cuele cualquier mierda de programa de sus delfines- y el 12% de la productora de Arguiñano, que tiene a su hermana haciendo postres en la cadena, porque esa basura de programa no la cuela en otro sitio), 40% del emporio mexicano Televisa y 9% de Gala, una empresa de capital riesgo. Vamos, que es la cadena de Mediapro, y así se refieren los demás medios a ella.
Mediapro es una empresa audivisual catalana encabezada por Jaume Roures, un iluminado que dice que "hago dinero para servir a mis ideas", al más puro estilo troskista. La comparación no es casual ni denigratoria: Roures militó en la IV internacional y otros corpúsculos marxistas y dice que "mis ideas no han cambiado". En fin, léanlo ustedes mismos. Otro que no se ha enterado de lo que pasó en 1989. Se suelta la melena cuando habla ante Liberatiòn, un sueño cumplido. Este personaje puso de consejero delegado en La Sexta a Jose Miguel Contreras, amigo íntimo de Miguel Barroso, el amigo de Zapatero que dio la licencia a la televisión del tiki-taka y Aznar a La Haya. Lo cuenta muy bien El País, movido por sus propios intereses de empresa, pero demostrando la mentira que era eso del grupo Prisa con sede en Ferraz: La Sexta - y su versión en papel de nombre Público, del que sólo se salvan sus humoristas gráficos: los otros humoristas se llaman periodistas o columnistas- si que es una auténtica emisora gubernamental y partidista, unida por el amiguismo y el oportunismo. Un axco y una vergüenza.
No contento con eso, con crear un canal adulador y entregado a todas las causas del Gobierno, y como la audiencia es terca y se resiste a ver este canal, Zapatero y sus pésimos asesores -ya ven hasta que punto este leonés es influenciable- han tenido que seguir empujando a la auténtica y verdadera cadena amiga. Primero, con el siseo de los derechos de fútbol a su legítimo propietario; después con nuevas leyes ad-hoc: hace unos meses la que permite fusionarse a canales de televisión -se habla de sodomía entre La Sexta y Antena 3, la televisión renqueante por excelencia-, de momento poco utilizada pero que ahí está, con las puertas abiertas a los pretendientes, y lo de ayer.
Ayer Zapatero anunció a su grupo parlamentario, el mayoritario en la cámara, que habrá una "drástica reducción" de la publicidad en TVE, ese modelo híbrido de televisión estatal que pagamos todos los españoles con nuestros impuestos (y 6.600 millones de deuda, este año otras decenas de millones más, incumpliendo el plan de saneamiento) y que sin embargo tiene tanta publicidad como los hombres-cartel de "compro oro". Ahora lo va a hacer, en su quinto año de gobierno. Lo que sin duda es una buena noticia -habrá que ver si queda dinero para pagar a las estrellas de Mira quien baila, ¡qué pena!, o las horribles corbatas de Sergio Sauca- se ve empañada por su auténtica finalidad zapateril, el hombre prototipo del pensamiento débil.
Anunciado en una reunión entre amigos, no es descartable que la nueva pirueta política se le ocurriese en la tarde del domingo, padeciendo la furia propagandística que despliega TVE con el Mundial de Motos, con tropecientos enviados especiales al aguacero de Qatar y toda una retahíla de medios vergonzantes para todo contribuyente. Está demostrado que ZP ve la tele con sus hijas preadolescentes, las mismas con las que confesó ver la final de la Davis, y que le animan en algunos de sus proyectos políticos. Es fácil respirar el ambiente dominical en la Moncloa. O quizás se le ocurrió en un partidillo de baloncesto con sus amigos de La Sexta, preocupados por la reducción de su escasa porción de tarta publicitaria por la crisis. Escojan la opción que quieran: la de baby-explotation o la de realpolitik.
Cada vez hay más cadenas y cada vez más Internet se lleva más porción del gasto en publicidad, que sin embargo se ha reducido muchísimo: están los de siempre para comer de la tarta publicitaria, pero el diámetro de la misma se ha reducido. Imaginénse la situación en La Sexta: obligada a pagar onerosos créditos por la adquisición de carísimos derechos de emisión deportivos -hasta el punto de que tiene que emitir cinco partidos simultáneos de fútbol, y ofrecerlo como "una oportunidad"- y que no despega en audiencia, con unos anunciantes cochambrosos en prime-time (el otro día vi un licor de bellotas, y les juro que no es broma) y un futuro inviable. Un 7% de audiencia, ojo, y cayendo. Así las cosas, una nueva operación de apoyo político camuflada de saneamiento de la vergüenza que es RTVE y sus funcionarios de la información. A pesar de lo evidente, nadie fuera de El Ente (¡qué gran nombre, ni un enemigo lo habría puesto mejor!) ha criticado la medida, porque todos aspiran a comer la parte de la tarta que se queda libre.
La operación pinta bien: por lo menos esta vez el tránsito en la oposición no discurrirá sin un canal propio de televisión, y TVE caerá en audiencia -como todas las públicas- cuando no pueda seguir el ritmo de gasto al que obliga un star-system y una televisión de espectáculo a gogó, o sea que no habrá problemas si Urdaci vuelve a ocupar su plaza de funcionario. Sin embargo, ZP y sus asesores se olvidan que las empresas pueden cambiar su accionariado, y con el la línea ideológica. Es más: muchas veces cambian de línea ideológica por imperativos de mercado. Ya es bastante escamante la alianza contra natura entre La Sexta y Marca -con la misión de menoscabar a los medios de Prisa- como para recibir con los brazos abiertos una fusión entre Antena 3 y la Sexta. Pero bueno, si tal cosa hubiese de acontecer -Mediapro se haría con una radio, Onda Cero- siempre se puede hacer una ley contraria, o algo así. Así pasa en todos los regímenes donde se controla la información y los emitentes. Espero que hayan visto la jugada tan bien como yo: en HD Full Vision, por lo menos.