
Tuvo que venir un Congreso refundador (no como Suresnes, pero casi) y que ganase un candidato sin familia como Zapatero para que el PSOE resurgiese y reclamase su lugar en la política española. Atrás quedaron las otras tres candidaturas, encabezadas por Bono, Matilde Fernández y Rosa Díez. Imaginense que hubiese sido de España con cualquiera de esos al frente. De los desastres de una oposición desorganizada da buena cuenta la mayoría absoluta con la que el PP ganó las elecciones del 2000, y los desastres que sucedieron a continuación, hasta la traca-inmolación final.
El PP ha perdido por ¡un millón de votos! ¡One million!. ¿Que ha hecho el gallego? Pues lo normal en su tradición política, como sus paisanos Castro y Franco. Aferrarse al poder. No proclamar ningún error. Ahora pretende cercenar cualquier candidatura alternativa en el Congreso de su partido. Es normal que lo haga: fue elegido a dedo por Aznar (un Congreso lo ratificó después, pero porque ya venía orientado al voto) tras hacer un stage por las instituciones del Estado (Ministro de Interior, Educación, Administraciones Públicas), un poco como ZP como Chacón. Y no se quiere ir. Quiere ser candidato a presidente en 2012 con 57 años, una anomalía en nuestra democracia, que ya tiene 31 años. Y no quiere que haya otro candidato en el Congreso de su partido.
Son los tics de Rajoy, que se presenta como un moderado. Fue la misma receta que tenía para el Plan Ibarretxe: que ni se acerque a Madrid a proponerlo. No existe. Policía y cárcel. Pues no, la política no funciona así. La política es plu-ra-li-dad, tanto externa como, sobre todo, interna. Rajoy no entiende eso, igual que no entiende España ("sus tierras, sus gentes"). A mí Esperanza Aguirre me podrá gustar más o menos, pero lo que no es de recibo es que Rajoy monte un acto de adhesión en Elche y diga que el que no esté agusto, que se pire. Como en los partidos comunistas y sus famosas purgas. Que hable de un imaginario partido liberal, que no existe porque fue integrado en el PP en 1988.
Es el problema de unificar todo un espectro ideológico como la derecha en un único partido. Cuando vienen mal dadas, salen las familias, esas que siempre negaron su existencia dentro del partido monolítico, el mismo que en un asunto tan grave como la guerra de Irak sacaba pecho de que sus cientoochentaypico diputados de la legislatura 2000-2004 votaron "sí" a una guerra que no era la suya, con ardor guerrero y unanimidad sonrojante. En un partido con 700.000 militantes (los que ahora tienen la voz) y 10.200.000 votos, es normal que haya muchas corrientes. Rajoy pretende que no haya ninguna. Como sus paisanos Franco y Castro. Como su mentor y paisano, Fraga, el artífice del mal de que toda la derecha esté bajo unas mismas siglas.