Se llama Rosa Diez y es divina. No, no es la de foto. La instántanea es de Cindy Sherman, una de las artistas contemporáneas más reputadas. Siempre hay que poner los nombres de las grandes mujeres, cuando las hay. Cindy Sherman es una gran artista. Rosa Díez también.
En general, hay que desconfiar de los políticos gritones. Rosa Díez grita y se cabrea mucho. En las elecciones europeas de 1999, donde fue como cabeza del PSOE, se pasó la campaña gruñendo y rabiando. También en el Congreso del PSOE del 2000, donde jugó la baza de su feminidad, con escaso éxito. A partir de ahí, inició la misma trayectoria errática del sextante en una carabela.
Sin perder su condición de europarlamentaria -¡qué bien vienen esos dineros!-, realizó críticas durísimas contra su partido, por el que había sido elegida. Igual que Cristina Alberdi, otra del PSOE que se fue rebotada del partido hacia posiciones ideológicas antagónicas -o no tanto, porque permiten gritar y patalear más-, fue mimada y acunada por esos medios que fomentan la convivencia, la palabra moderada y la reflexión. Y la atracción fue fatal. Jaleada en cualquiera de sus exhabruptos, se fue creciendo y alejando. Todavía podría prestar grandes servicios al PSOE. Sin ir más lejos, podría desempeñar perfectamente el papel de PePe Blanco, aunque a lo mejor le resultaba humillante tener de cargo eso de Secretaria de Organización, como las que ponen clips y matasellos.
Ahora tiene nuevo partido. Una tercera vía. Se llama Unión, Progreso y Democracia. El nombre ya da repelús. Parece uno de esos partidos ficticios que aparecen en historias de realidad alternativa, como el mítico Superlópez y los cabecicubos, o en el Corazón del Guerrero, esa película de hace unos años. O, ¿por qué no irse más lejos, si cada vez recuerda más la política autóctona a la del otro lado? Unión, Progreso y Democracia es el supuesto programa hecho nombre. Como en los partidos de Sudamérica, que duran una legislatura y siempre tienen esos nombres tan grandes, tan vacíos.
El material humano del que está formado no le va a la zaga. Se presentan en las 52 circunscripciones, ahí es nada. En Soria, el cabeza de lista es Álvaro de Marichalar, el que cruzó el Atlántico en moto acuática saliendo de ¡El Vaticano!; también está por ahí Alvaro Pombo, el escrito cántabro que ahora va a esa tertulia del corazón que lleva Susana tengo los labios de Michelín Griso. Savater ha tenido la decencia de no meterse en ninguna lista. Y Rosa Díez, de cabeza visible. Va dando charlas por ahí del tipo "Regenerar la democracia". Que hay que cambiar la ley electoral, para que no salgan beneficiadas formaciones que quieren "la liquidación misma del conjunto de la nación". Menos mal que el actual sistema ya impide eso mismo, y por eso el efímero UPD durará estas elecciones, donde no obtendrá ningún representante, igual que la opción centrista de Roca en 1986.
Qué curioso. Al oír el nombre del partido de estos notas yo también pensé al instante en la organización entre secta y grupo político que aparece en "El corazón del guerrero".
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