"Vecinos de Villar del Rio, como alcalde vuestro que soy..." |
Por si no se habían dado cuenta, estamos ya metidos de lleno en la campaña electoral. De manera violenta y sonrojante para el contribuyente, en las últimas semanas se apelotonan las inauguraciones, los estrenos y los corrimientos de cortinas para descubrir placas con nombres, fechas y obras. Es un espectáculo morboso y difícilmente justificable, pero con un origen claro.
De la misma manera que vamos camino de que las Navidades empiecen cuando se acaba el verano, con las elecciones vamos camino de vivir en periodo electoral continuo, una especie de estado de alarma nunca conculcado. La razón está en una decisión política, y por tanto son los políticos los que han querido toda esta absurda situación.
El 22 de mayo hay elecciones regionales y municipales, esto es: quedan prácticamente dos meses. Dos meses. Antiguamente, el baile y vodevil de inauguraciones y cortes de cintas se aglutinaba en las últimas tres semanas, para conseguir un efecto de pregnancia mayor en el electorado, al parecer voluble ante este despliegue de su dinero, muchas veces derrochado en horas extras y tres turnos para que la obra llegue a tiempo para la cita electoral, cuando bien se podría retrasar unos meses más dada su auténtica irrelevancia.
Dado que el Consejo de Ministros aprobó el pasado viernes el Real Decreto de convocatoria de elecciones para la fecha anterior, el calendario queda así: la campaña oficial empieza el 6 de mayo y termina el viernes 20 de mayo. De la Junta Electoral Central se sabía que iba a dictar una norma que prohíbia visitar o inaugurar obras en dicho periódo, para lo que se ha reformado la Ley Orgánica del Régimen Electoral General, esa norma intocable para tantas otras cosas.
Como vivimos en una partitocracia de dos partidos, ha bastado que estos dos se pusiesen de acuerdo y ¡zas!, ya tenemos la reforma, que ha producido los efectos esperados, porque si no se ha previsto este efecto ¿para que la reformaron? Desde luego, no para salir perjudicados por una norma estúpida que extiende la campaña electoral hasta límites dificilmente soportables por los ciudadanos, porque incluye el llamado periodo "preelectoral".
La Junta Electoral Central, ese órgano opaco y al parecer inflexible, compuesta básicamente por magistrados del Supremo -el mismo órgano proclive a las presiones de la Embajada de EE.UU y de otros poderes fácticos- y por Catedráticos de Universidad, muestra actualmente esta composición. Son los culpables de este desatino consistente en que, por querer solucionar un problema inherente a la democracia de partidos y la mezquindad de la función pública entendida como una empresa inmobiliaria y no como servicio al ciudadano, han conseguido agravarlo. Exactamente igual que haría un político. Por cierto, que nadie se sorprenda si entre la actual composición de sus miembros hay muchos que han hecho de su confesión política -porque lo viven así, como una cuestión de fe- algo público.
Han hecho la norma tan mal, y con tan mala intención, que oficialmente hoy queda prohibido inaugurar cualquier Centro Cívico, criadero de caballos municipal o plaza de aparcamiento para minusválidos. A casi dos meses de las elecciones. Como la medida era bien conocida antes de aplicarse -y no como antaño, cuando la Junta debía trabajar largas horas en el periodo de campaña para estudiar y, en su caso, prohibir este mercadeo-, los políticos se han adelantado, no en vano controlan este órgano supuestamente independiente.
Estos días han sido de una inauguración frenética, la mayor parte de las veces de infraestructuras sin finalizar, por lo que se habrá conseguido el doble efecto de no lograr quitar el arrastre político y, encima, como doble maldición para el sufrido contribuyente, tener que aguantar al político de turno inaugurando de nuevo lo que ya se había presentado como nuevo en este desquiciante mes de marzo. No será hasta después del 22 de mayo, eso sí. Tampoco es probable que sea durante el verano, por esas cosas consustanciales a este país. Nos espera un otoño de re-inauguraciones, o quizás un invierno en función a la disponibilidad presupuestaria.
Fastos y más fastos, por el gasto que lleva asociado. Esta lamentable constumbre de las inauguraciones a cachos tuvo su momento señero, pero seguramente no fundacional, cuando Jose María Aznar I inauguró, acompañado por su entonces secuaz Francisco Álvarez Cascos, la terminal T-4 de Barajas, que no comenzó a operar hasta dos años después. Se acercaban las elecciones de 2004 y había que ir apretando. Igual hicieron con el AVE a Barcelona. He buscado muchas veces la placa de la inauguración, pero debe haber desaparecido. Deberian guardarla para un imaginario e imposible museo de la Historia de España.
Quizás sea el efecto deseado: en época de recortes presupuestarios, bombardear una y otra vez con el mismo equipamiento, ante la falta de otros diferentes. Insisto en que el efecto logrado por la absurda medida de la Junta Electoral Central estaba seguramente previsto en los cálculos de los políticos, y por eso estaban preparados para las inauguraciones. Se llama al sustituto de Orange Market, se monta el atril, se llama a la prensa afecta -toda- para que después publiquen la foto y las magnitudes típicas de la propaganda más abyecta ("en su área caben tres Camp Nou", "dará servicio a seis millones", "sus cables podrían dar la vuelta al mundo", "ochenta y cuatro quirófanos") y ¡hala!, a alabar la gestión.
¿Y qué hará ahora esta clase política carente de ideas? ¿Habrá auténtico debate? No creo. De hecho, como han tenido tiempo para prepararse ante la medida, ya han orquestado imaginativas soluciones para burlar la Ley que ellos mismos han tolerado y, atención, se han puesto de acuerdo para modificar. Miren el caso de Madrid, la urbe gobernada por Ruiz-Faraón, un alcalde adicto al Estado en obras de Licinio de la Fuente y que, aprovechando las últimas horas de inauguración, ha dado el campanazo de salida al nuevo Ayuntamiento.
La nueva casa de la Villa estará ubicada en Nuestra Señora de las Telecomunicaciones (Trosky dixit), el rotundo edificio ecléctico que domina una de las esquinas de la Plaza de la Cibeles. Como el edificio es tan acromelágico que es imposible que sirva únicamente para las funciones municipales -se ha pasado de uno pequeño a uno descomunal, invirtiendo los problemas inherentes pero no solucionándolos-, se ha aprovechado para hacer sala de exposiciones, espacios de libre tránsito, "suturar heridas urbanas" y toda esa perorata habitual.
Así, Ruiz-Faraón ha decretado, y sus subditos obedecerán fielmente, que de aquí a junio el descomunal edificio esté en "puertas abiertas". Vamos, que la propaganda de la nueva obra llegará hasta el momento de las elecciones y más allá, aunque la foto de la inauguración saliese antes. El público -perdón: votante- que acuda a ver el canto de cisne de Los Quince Años Inmobiliarios (la mejor definición para el periodo 1995-2007) con el que sin duda nos recordarán dentro de medio siglo, cuando aún estén pagando la deuda generada en este periodo, sabrá perfectamente que está dentro del vientre de tan magna obra y tan excelsa institución porque el alcalde, en su magnimidad, así ha querido.
Eso es Madrid, claro, donde todo es más grande, más ampuloso y más de nuevo rico que no sabe donde gastar el dinero. Sin embargo, el síntoma se puede encontrar en cualquier rincón de la geografía nacional, porque para algo estamos dentro del mismo sistema político, al menos en sus magnitudes más básicas: el electorado es tonto y vota en función de lo que se ha hecho, no como se ha hecho ni a costa de que otras cosas no se han hecho. Si siguen en el poder es porque el cálculo todavía les es favorable.
Fíjense si no en esta berlanguiana noticia, digna de mayor repercusión. El alcalde de un recoleto pueblo leonés ha inaugurado un cacho de carretera de ¡200 metros!. En la noticia, fielmente reproducida por un escriba local -a esos niveles no existe el periodismo crítico, ¿que se creen que es esto?- se da a entender que la magna obra continuará, pero por si acaso vamos a inaugurar estos dos hectómetros antes de la prohibición electoral.
Felicidades a la Junta Electoral Central y a los partidos políticos por la medida de prohibir las inauguraciones en periodo electoral. Jose Luis García Berlanga merecía un homenaje continuo, nacional y capilar como el que estamos viviendo.
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Twitter de Álvaro de Cózar, el incalificable periodista de El País que está siguiendo el conflicto libio con pantuflas: "@decozar77: Vuelven las explosiones en Trípoli. Hemos oído seis y luego otra vez los disparos de las defensas. Ahora lo único que se oye es un grillo"
Cri-Cri,Cri-Cri,Cri-Cri...juraría que estoy oyendo las crónicas de este periodista.