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Ampliación soviética del Puerto de Gijón |
Hoy le ha tocado el turno al nuevo puerto de Gijón, que pueden ver en la imagen adjunta: es toda esa mancha gris que se extiende contranatura más allá del cabo que daba abrigo al puerto existente y que, como indica la foto, está completamente vacio.
Conocido como El Musel -curiosa topónimo que entronca con la palabra inglesa mussel, mejillón- su emplazamiento actual alejado del casco urbano data de 1907, cuando se construyó como puerto exportador de carbón de las cuencas mineras asturianas, y también del excedente de población. Es un puerto de graneles sólidos -aunque como todos los puertos, también tiene un importante tráfico de petróleos, aunque nunca se indique como tal- en simbiosis con la importante siderurgia y la central térmica ubicadas en un valle adyacente. Al margen de eso, y que es un tráfico de importación y casi nunca de exportación, apenas tenía movimientos.
En plena orgía de gasto público, y con un lugareño al frente del Ministerio de Fomento (y, por tanto, responsable de Puertos del Estado) se emprendió un demencial concurso para la ampliación del puerto, sin ninguna base real sobre tráficos futuros, viabilidad ni uso posible. Afectado, además, por ese mal regional que es el grandonismo, y que no precisa mayor explicación.
Baste con decirles que ganó la segunda opción menos conservadora. Llegó a haber una propuesta de hacer un dique exterior aún más descomunal (el finalmente construido tiene una longitud de casi 4 km, pero prometo no abrumarles con datos: son todos soviéticos en su dimensión), finalmente descartada no por cuestiones económicas o ecológicas -que jamás se tuvieron en consideración-, sino porque aquello ya era demasiado para todos.
La construcción de lo conocido como "obra civil" se demoró cuatro años (de 2005 a 2009), con su propia intrahistoria que daría para un buen libro. Les cito sólo unos casos: hubo que traer la piedra desde canteras a 100 km (jugosa ganancia para los camioneros), la cantera que estaba más cerca era de un catedrático de economía, y un antiguo alcalde del PP en un pueblo cercano robó hierro de la obra, nada menos que ¡600 toneladas!. Es otra tradición local: la de robar el bien de todos en las numerosas empresas públicas que había en la región. Nótese que en este caso no han sido gitanos. Al contrario.
Todo este tipo de cosas hicieron que el montante de la obra se dispare hasta unos inigualables sobrecostes de 251 millones de euros adicionales, desde los 580 millones de euros iniciales. Un 43% más. Si la esta cifra inicial no les parece ajustada a la realidad, tengan en cuenta que como "obra civil" se incluye únicamente la construcción del dique y otras dos explanadas-ampliaciones, pero nada de la equipación necesaria. Eran los muros de una casa. Por lo menos en el Palma Arena, la Caja Mágica u otros casos espectaculares de sobrecostes, se dejó la obra acabada y con techo.
Para dar un poco de contenido al superpuerto, se ideó una regasificadora de unos cien metros de altura por cada uno de sus depósitos, que recientemente acaba de ser declarada ilegal, en una de esas sentencias que nunca se cumplirán. Acabada en 2012 sin ningún tipo de planificación -una vez más-, no está conectada a la red, no se prevé que lo esté hasta por lo menos el 2018 y, por consiguiente, todavía no ha entrado en funcionamiento. El superdique, que iba a albergar grandes buques metaneros LNG (gas natural líquido), sigue vacío. Supervacío.
De hecho, la planta similar que hay en Bilbao opera al 50% de su capacidad, y la que hicieron en terreno de valor ecológico en la ría de Ferrol, al 20%. Sólo por referirse a las del entorno próximo. De ahí la necesidad de construir a toda prisa una regasificadora que no entrará en servicio, si lo hace, hasta dentro de diez años. Pues bien, estas mentes tan brillantes que planificaron toda la infraestructura, han vuelto a hacer bingo con el plan para dar uso al supuesto gas traído de allende los mares.
Ya hubo un intento de hacer lo mismo por parte de Hidrocantabrico -la eléctrica local, en manos de los portugueses de EDP, a su vez en manos de los chinos-, pero es ahora y con resolución administrativa de hoy mismo en el BOE cuando el proyecto de Endesa de construir una central de ciclo combinado en terrenos de la ampliación del puerto también recibe la calificación negativa de las autoridades.
Les recomiendo vivamente leer las declaraciones de impacto ambiental que periódicamente aparecen, agrupadas en tandas, en el BOE. Dicen mucho, muchísimo, de la zona y los intereses donde se quiere ubicar el proyecto que necesita del preceptivo informe previo ambiental. Insisto en que con toda la historia del puerto soviético de El Musel se podría sacar un buen libro.
La central de ciclo combinado se ubicaría en terrenos ganados al mar al otro lado del superdique (en la foto, el cuadrado gris en el ángulo superior izquierdo), para lo que Endesa había ideado un tubo semisubmarino que atravesase el Cabo Torres -accidente geográfico que ha perdido el nombre, porque ahora está rodeado de cemento- sin supuestas afecciones ecológicas. El informe es demoledor en sus conclusiones.
Sorprende por su desfachatez la posibilidad de verter al mar el agua captada para refrigerar el proceso de combustión de gas para producir energía eléctrica a una temperatura de ¡siete grados! por encima de la media, sin plantearse que eso tuviese influencia sobre la vida marina de la zona; sorprende, quizás aún más, que el proyecto no prevea la salida eléctrica de la energía producida (870 MW de potencia instalada), dejando, una vez más, la futura obra de una subestación adicional para más adelante.
Habrá un tercer intento de central de ciclo combinado, porque hay que dar uso a esa regasificadora. A ese puerto. Seguramente los argumentos que hoy se leen en contra en el BOE se convertirán, por arte de "los puestos de trabajo", el "progreso" y el "desarrollo" en argumentos a favor cuando llegue la ocasión. Como el ciclo económico es el que es, ahí ven unos nuevos cadáveres que ha dejado el superpuerto de El Musel. En los próximos días les contaré más.
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