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lunes, 21 de octubre de 2013

Impuestos sobre comida basura

Están los paises innovadores en sus políticas, y están los países subdesarrollados que van siempre por detrás, buscando sólo la galería fotográfica, el impacto mediático y el populismo barato. Sin duda, México está entre esos últimos, especialmente desde que anunciase hace pocos días su intención de sumarse a las Fat Tax.

El impuesto mexicano pretende aplicar un 5% adicional de impuestos en alimentos que contengan más de 275 calorías por cada 100 g Al parecer, el 70% de los mexicanos tiene sobrepeso, y el Gobierno no ha tenido mejor idea que poner ese impuesto, una auténtica política recaudatoria puesto que los consumidores difícilmente irán a por alimentos alternativos en función del precio; de hecho, muchas de las comidas hipercalóricas son difícilmente sustituibles, y responden al antojo.

Además, no parece que el ejecutivo del televisivo Peña Nieto haya tenido en cuenta el fracaso de las políticas de Fat Tax en países mucho más desarrollados que el suyo propio, donde no deja de encarnar al típico blanquito de la oligarquía local que gobierna sobre 110 millones de ciudadanos que en su inmensa mayoría son de otro color de piel.

Dinamarca, uno de los países más avanzados del mundo y donde la obesidad no es el flagelo de salud pública que supone en México y en EE.UU, dio marcha atrás en su política al comprobar que nada menos que el 48% de sus ciudadanos hacían las compras fuera del país -bien desde Copenhague a Suecia a través del puente de Oresund, bien con la frontera con Alemania hacia los bien nutridos Aldi y Lidl- para evitar el impuesto, que en algunos casos había incrementado el precio de quesos y carne de cerdo en un 25%. Y Dinamarca es un productor mundial de estos productos.

Al igual que en la Ley Seca -o siempre que se ha puesto una barrera al libre mercado que supone ese ejercicio de libertad que es hacer la compra-, los ciudadanos/consumidores buscaban la manera de evitar el fisco recaudador, escondido una vez más bajo el mantra de la salud y el bienestar común, como el impuesto revolucionario que aquí se cobra bajo la fórmula de tasar aún más el precio del combustible con la excusa de financiar la sanidad pública a través del "céntimo sanitario", céntimo que en Castilla-León sube a cinco céntimos, sin adoptar el plural.

Coincidente con el fracaso danés, también se intentó aplicar medidas similares en Reino Unido -llamado pasty tax-, un país donde el dulce es más barato que el agua y omnipresente en todos los rincones, y también en Nueva York, donde se ha llegado a intentar aplicar en  bebidas carbonatadas e hiperazucaradas, y conocida como Soda Ban. En el caso de la ciudad americana, el multimillonario alcalde Bloomberg se cebó en los formatos de capacidades superiores a medio litro, pero la justicia -que en EE.UU siempre defiende la libre elección y la libertad de mercado- tumbó los planes del oligarca. Porque también hay oligarcas que no son rusos. 

Era el año 2012 y fue la edad de oro de las Fat Tax. Evidentemente, el fracaso danés echó atrás a todos los posibles abogados en pro de la salud individual y colectiva, siempre dispuestos a hacer de salvapatrias y arterias a la menor de las ocasiones, pero ya habían conseguido embaucar a responsables en Francia e Italia, e incluso en España empezó la campaña de propaganda.

De hecho, hubiese estado bien como continuidad a la ocurrencia que en 2007 tuvo la inestable y desquiciada gallega Elena Salgado, por entonces Ministra de Sanidad de Zapatero. La autora de la expresión "brotes verdes", la de la "batalla de la sanidad"  anunciada en El País Semanal, fue una pionera y denunció que una hamburguesa determinada de Burguer King contenía casi 1000 calorías y "superaba las recomendaciones internacionales de grasa saturada".

Dada las características de Ministerio de Sanidad, creó una alerta alimentaria y una mala imagen para la compañía en lo que parecía otra de las batallas zapaterianas contra molinos de viento, mientras al mismo tiempo se daban visados de obra para 800.000 viviendas al año: por eso había tiempo para perderlo en esas estupideces, o con la estúpida de bote de la Salgado, la misma que se candidó a la presidencia de la OMS sin ser médico.

Evidentemente, se han hecho grandes avances en la salud pública con medidas centrales: una de ellas ha sido reducir la cantidad de sal en la barra de pan, aunque en algunos sitios siguen vendiendo auténticas piedras de sal moldeadas con forma de barra de pan. Es una medida efectiva, con beneficios directos -pan se come cada día, hamburguesas no- y, especialmente, sin impuestos añadidos.

A nadie escapa que intentar desincentivar el consumo de unos alimentos que en muchos casos presentan rasgos de adicción -esa gente que bebe Coca-cola como sustituto del agua- con impuestos no es más que una medida recaudatoria, y que la salud es secundario. A ver como acaba el asunto en México, pero conociendo el país y el chacalismo de su clase dirigente, peor que el problema que intentan solucionar.

Aquí en España, donde la Marca España presume de ser el primer país productor de aceite de oliva del mundo (800 calorías por cada 100 ml, uno de los alimentos más hipercalóricos existentes, por mucho que se venda casi como una medicina), ya estamos preocupados porque en Reino Unido etiquetan los productos elaborados con la sangre de Jaén como lo que realmente son, aunque jamás los vendan con esa imagen. Al contrario. Aquí no ponemos ni el etiquetado adecuado, no vaya a ser que alguien algún día se den cuenta. Y cuando se ponga, a lo mejor también viene con un impuesto, porque en el sur de España la obesidad empieza a adquirir proporciones norteamericanas.
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La capital de la Comunitat Valenciana hace tiempo que está en Palermo.
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Cinco años del calado del túnel de Pajares, cinco años, y todavía sin abrir. Y una vez que se abra, el panorama en la simpática provincia asturiana es desolador: desde 2005 se han perdido 3 millones de viajeros de tren a favor de El Monopolio, nombre con el que no opera la famosa compañía de transporte de viajeros por carretera con origen en Asturias.
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De la serie Pasear chapa, llega una línea de media distancia con una tasa de cobertura con venta de billete de un espectacular 12´3% del coste del servicio. Fíjense cómo en la noticia se cita explícitamente a El Monopolio, camino de serlo aún más.
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Vivir de los manifestantes.