Mientras escribo este post hay varios miles de personas manifestándose por Sevilla y otras grandes ciudades andaluzas al grito de "¡No pasarán!" "¡Un bote, dos botes, fascista el que no bote!" y "¡Fuera el fascismo de nuestras calles!".
Es la prueba más palpable de que, 40 años después del Régimen de 1978, las normas democráticas entran con dificultad en amplias capas de la población, incapaces de asumir que el voto, superado el umbral del 5% del total emitido, produce representación, y que si se apoya el actual régimen democrático hay que asumir que en los Parlamentos regionales y en el Congreso puedan tener representación opciones políticas diferentes.
Por primera vez desde el único escaño logrado por Blas Piñar en la circunscripción de Madrid allá en los albores del actual régimen político, la ultraderecha española entra en un parlamento. Era algo que se venía barruntando desde hacía tiempo, cuando en las últimas elecciones europeas lograron 240k votos y se quedaron a las puertas de un europarlamentario. Han pasado cuatro años, varios procesos electorales, y el partido Vox ha logrado llegar a los 380k votos en Andalucía, un 10% del total, obteniendo 12 escaños que nadie supo anticipar, porque lo de los politólogos de este país solo es una escrecencia más de la mediocridad general.
¿Cómo se logra pasar de no tener representación a 12 parlamentarios? Pues con unas condiciones electorales extremadamente favorables. De entrada, una comunidad autónoma con 36 años de Gobierno ininterrumpido del PSOE, convertido en un partido caciquil que ha torpedeado cualquier investigación sobre la corrupción propia de un ejercicio tan prolongado del poder, hasta el punto que la candidata hacía oídos sordos a las continuas interpelaciones sobre el tema durante la campaña electoral.
Esa misma candidata zafia y ruín que, una vez ganadas las elecciones de 2015, no dudó en intentar el asalto a Madrid, montando un golpe de Estado dentro de su propio partido, para después perder una primarias a las que siempre se negó, forzadas por un Pedro Sánchez expulsado por El Poder por haber querido pactar con Podemos para lograr la Presidencia del Gobierno. En Andalucía han recordado perfectamente cúales eran las prioridades de Susana Díaz respecto a su comunidad autónoma, a la que volvió como si nada hubiese pasado.
Ante la perspectiva de votar a más de lo mismo, después de 36 años en los que Andalucía se ha consolidado como una región del Segundo Mundo, una gran parte de los electores se ha quedado en casa: sólo ha votado 58,36 % del censo, unas cifras que denotan un comprensible agotamiento del electorado, y que han magnificado el resultado electoral de Vox. Si ya 400k votos hubiesen sido un resultado formidable, con tan baja participación se traducen en una ganancia en representación muy alta.
Además, el PSOE de los ERE, el PER, la Universidad gratis por-que-sí, el déficit de financiación y el Estadio Olímpico de Sevilla construido para nada ha recibido un varapalo tremendo, cayendo a un porcentaje de voto jamás visto, en una secuencia histórica que apunta a un cambio de ciclo muy duradero (1982: 52.8%
1986: 47.1%
1990: 49.8%
1994: 38.7%
1996: 44.5%
2000: 44.9%
2004: 51%
2008: 48.4%
2012: 39.5%
2015: 35.3%
2018: 28%).
Por esas cosas del Gran Sur, no hubo adelanto de resultado hasta que estuvo muy avanzado el escrutino, poco antes de las 22:00. Entonces salió el bofetón: primeros resultados, y ya con el 82% contado. Eran prácticamente los resultados definitivos, porque no se iba a mover gran cosa de ahí al final del recuento. Desde ese momento se sabía que Vox iba a sacar 12 diputados, y que prácticamente ninguna combinación
de izquierdas daba la mayoría en el Parlamento regional.
Esa era la principal noticia, y donde ha quedado diluida el batacazo del PP, y también en menor medida de Podemos, otra fuerza política agotada en su discurso para iletrados (referencias a series de televisión y afectos incluídos). En el signo opuesto, también ha quedado solapado el fenomenal salto de Ciudadanos, el partido que ha hecho de Cataluña una preocupación central de campaña, demostrando lo mucho que les interesa Andalucía más allá que como granero de votos. Por si hubiese alguna duda después de haber apuntalado al PSOE en sus cuatro últimos años de agonía.
Con el cadáver del gran dinosaurio caciquil todavía caliente, tanto C´s como el PP daban por hecho el pacto con Vox, y hoy el líder del PP ha abundado en que "salvo modificar la constitución, todo es debatible", demostrando el carácter de texto sagrado que ha adquirido la Carta Magna, como si hubiese sido hecho por los ángeles. Tienen el campo abonado para pactos así, porque en
la izquierda ya tienen nuevo tema estrella con la puesta de largo de Vox.
Lo que debería ser normalidad democrática -era mucho más anormal que toda la derecha estuviese agrupada en un único partido con representación durante más de 30 años- y que nos "equipara a países de nuestro entorno", se está viviendo con visos de tragedia en este país, precisamente el mismo del que nos dicen los
believers del 78 que, en ese momento histórico, España dejó atrás su pesimismo, su leyenda negra, su caspa y, atención, atención, también el franquismo.
Al menos eso último era uno de los fundamentos del actual régimen, basado en un milagro que deja la conversión de los panes y los peces a la altura de un vulgar truco de magia: que con la Constitución desapareció el franquismo, y ahí estaban los resultados electorales para demostrarlo. No, no: simplemente se había subsumido y pervivido en instituciones fundamentales del Estado -que no tuviese representación parlamentaria no significa que no estuviese en los otros dos poderes-, para aparecer cuando llegase el caso.
El
catch-all-party que era el PP había llegado a tal nivel de degradación que incluso El Poder lo tuvo que desalojar, so pena de verse también contaminado por lo que era y es simplemente una organización para la comisión de delitos. Durante muchos años sirvió de canal adecuado para que los ultraderechistas que hay en España se pudiesen presentar como demócratas sin hacer contricción alguna de sus conviciones ultramontanas en temas de fractura como la nación española -un constructo histórico de manual-, el aborto, la libertad sexual o la libertad de expresión. Agotada esa vía por cuestiones endógenas, Vox ya estaba en la recámara ante una oportunidad así.
Ahora, en los primeros momentos de sorpresa de los catetos de siempre ante la constatación de que en España hay ultraderecha, todos señalan a Cataluña como culpable, cuando esa misma ultraderecha se había ido organizando en torno a temas de polaridad como el matrimonio homosexual -que no les quitaba ningún derecho, simplemente lo ampliaba-, el fin pacífico de la última guerra civil española -querían venganza y humillación, y de ahí salió el líder visible del partido-, la inmigración y, en general, todo aquello propio de una sociedad avanzada. No he querido entrar mucho del tema, pero creo que incluso algunos reprochan al feminismo el relativo auge de la ultraderecha.
Y digo relativo porque, salvo una crisis de enemigo exterior -nunca descartable en un país que se empeña en mantener dos plazas fuertes como Ceuta y Melilla-, Vox no tiene margen de crecimiento para llegar al poder en solitario, precisamente por su ideario abiertamente
ultra. Si se lee en detalle da risa, salvo que en tres o cuatro puntos -y bastan de sobra- parecen tener las ideas mucho más claras que la izquierda de las Thalessi y los corazones creados con las palmas de la mano.
¿Se creen que esos 400k votantes han leído el programa del partido en el que han depositado su voto? Si no lo hace el votante de un partido tradicional, mucho menos lo va a hacer el de uno que apela a sentimientos primarios, básicos y del régimen anterior. Han votado a un partido que parece tener algo que decir en la inmigración -Andalucía es sitio de frontera social, económica, religiosa y cultural-, y sobre el modelo territorial de España, mientras el resto de formaciones están todavía con lo de federal, nación de naciones, sí pero no, todos tienen derechos, ningún ser humano es ilegal y demás temas que no resisten un análisis detallado, porque provocan vergüenza.
Es precisamente en esos temas en los que deberían centrarse sus oponentes, y no en ampliar la cobertura de servicios ofertados por la Seguridad Social o en los permisos de paternidad, cacahuetes políticos para consumo de los monos. El surgimiento de Vox va a poner de nuevo en la centralidad de la política los temas que realmente importan al ciudadano, y simplemente por eso habrá merecido la pena, cosa en la que tiene que estar de acuerdo cualquiera que crea realmente en el parlamentarismo y el sistema de representación, pero quizás sea una ilusión vacía en un país que se ha fumado la declaración de independencia de un parlamento legítimamente constituido como el catalán.
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Maravillosa entrada en la Wikipedia sobre un fenómeno que también se produjo en España -baste recordar como era la Castellana de Madrid, o la Casa de Pilatos en Sevilla, ahora un Corte Inglés-, aunque más en ciudad que en el campo: porque en el campo no había nada.
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Si le ven algo de valor,
que se la lleven los alemanes. Todo es objeto de venta, qué limitado el concepto de patrimonio.
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(cuarto párrafo por el final)
Los 20 mejores temas de Bowie que suenan constantemente por las radios comerciales de todo el mundo le reportarían a los herederos 2 millones de libras en derechos de autor cada año. Por cada canción. (Penúltimo párrafo) Considerando que los derechos de autor duran 70 años desde la muerte, sus bisnietos se seguirán beneficiando de la fortuna acumulada.
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Fantástico reportaje sobre Seseña. Siempre me ha parecido que eran unos edificios muy bien construidos. "Y lo cierto es que Valdemoro, que está a cinco minutos, es peor"
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Estatua monumental de Mao en un pueblo de China. Lamentablemente
duró poco.
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Boom de la construcción residencial en Rusia, que acabará pinchando.
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Maravillosa noticia, que dice tanto: Cantabria planea ampliar su "Parque Científico y Tecnológico", a pesar de que, 9 años después de su inauguración, aún tiene el 44% de su espacio actual disponible.