Lo que pasa en Las Vegas se queda en Las Vegas. Este principio, todo un leiv motiv en EE.UU, parece que dentro de poco tendrá acomodo en España, país muy dado a refranes y que, sin lugar a dudas, hará buen uso de lo que significa la frase.
Como ya les habrá llegado por su medio de propaganda habitual, el gran empresario del juego Sheldom Adelson, que tiene nombre de personaje de Dickens, quiere poner plaza europea a su exitosa franquicia del juego que empezó en Las Vegas con el Venetian.
El empresario, que ya ha tenido dos experiencias extranjeras y exitosas en Macao y Singapur, pretende hacer lo mismo en nuestro país. Sin embargo, los dos diminutos ex-establecimientos coloniales en Asia no son comparables a España, a pesar de que contemos con nuestras pequeñas colonias (Gibraltar, Rota, Andorra, Mallorca) dentro de las fronteras naturales.
De hecho, la propia expansión de Las Vegas a mediados del siglo XX -a principios de siglo era una parada de diligencias con cuatro casamatas- se realiza en un Estado diferente (pero colindante) con California, de donde vendrían todos sus visitantes en los primeros años. Nadie quería un centro de juego en su demarcación, y se instaló ahí para dar posibilidad de desarrollo a un Estado como Nevada, con todas las condiciones climáticas y ambientales para ser siempre pobre. De ahí que ahora mismo las reservas indias también cuenten con sus casinos, y Atlantic City en la costa este.
¿Ven la geografía de los megacasinos? Plazas fuertes (Campione d´Italia, un condado de Treviño italiano en Suiza) o lugares aislados. Estados diminutos (añadan Mónaco a la lista) o fallidos. Jamás en toda la vida el mundo del juego ha tenido la oportunidad de desarrollar un macroproyecto como el que se baraja para España en las inmediaciones de una gran ciudad, sea esta Barcelona o Madrid, puesto que ambas están en la puja por llevarse este jackpot.
¿Y por qué ha sido así? Pues hay condiciones físicas y de otra índole que condicionan, pero especialmente por la regulación. El juego, como otro tipo de adicciones, siempre ha sido objeto de control por el Estado, que a su vez se nutre de los fortísimos impuestos que recaen, de manera muy justa, en esta actividad: alguien que destina dinero al juego es porque le sobra. También porque es un adicto y no controla sus impulsos, pero esa es otra historia sobre la nunca reparan.
También influye, claro, que con el juego vienen asociadas otro tipo de cosas muy feas, de esas de las que Hollywood hace películas de promoción de Las Vegas (hay de todo, desde Scorsesse hasta Sodenbergh, pasando por una comedia publicidad descarada con Cameron Díaz y Ashton Kutcher o Resacón en Las Vegas), donde prima la Mafia, la organización que impulso la ciudad de Nevada a partir de los cuarenta.
A quien le guste este enfoque de la historia, desde el punto de vista arquitectónico y social, les recomiendo el delicioso libro de Simón Marchán-Fiz Resplandor Pop y simulación postmoderna, una joya dentro del panorama editorial español, y que sigue la línea de Venturi y Adams. No deja de ser absolutamente fascinante lo logrado en apenas un siglo: de cuatro casas a dos millones de habitantes. Y todo por el juego.
Lo que admiro de Las Vegas lo admiro en EE.UU, pero no me gustaría en mi país. What happened in Las Vegas should remain in Las Vegas. Aquí lo que se está jugando es plantar una ciudad del juego al lado de una de las dos mayores ciudades de nuestro país, ese mismo que quería cambiar el modelo productivo. ¿Qué trae un macroconjunto de casinos? Precariedad y continuidad con el mismo modelo, si no peor.
Evidentemente, Sheldon Adelson ha visto la oportunidad de su vida: poder plantar su negocio no en establecimientos cuarteleros del siglo XIX, sino en un país con un nivel de desarrollo muy alto bajo los estándares mundiales. Si, también Singapur lo es, pero ya me entienden: no es comparable una isla-península de pocos millones con lo que es la costa y el lugar de destino de los europeos: la California de Europa.
La oportunidad se presenta pocas veces en la vida: se requiere un Estado en bancarrota, puesto contra las cuerdas y con cierta creencia hacia las soluciones milagreras. Así está España hoy por hoy, y seguramente también Grecia y Portugal, pero no tienen el peso específico de Madrid o Barcelona, con sus áreas metropolitanas de más de cinco millones de personas. Con sus aeropuertos internacionales de gran capacidad. Con todo ya hecho, o susceptible de hacerse para acoger al amigo americano (¡Berlanga, qué grande y visionario fuiste!)
La repelente presidenta regional de Madrid, Esperanza Aguirre, no ha dudado en decir -aunque después lo ha matizado: es que ella es muy liberal- que "si hay que hacer cualquier modificación legal que esté dentro de mis principios, se hará" para que el señor Adelson se sienta a gusto y deje sus millones aquí. Por cierto, nunca serán tantos millones como los que se va a llevar, o los que les vamos a dar de gratis. Artur Mas, un poco más comedido, también está dispuesto a cosas similares. Afortunadamente, sus competencias se limitan a lo regional, pero el proyecto ya está en manos estatales, igual de ávidas de poder presentar al electorado el enésimo timo, una especie de Juegos Olímpicos del Juego, si me permiten el juego de palabras.
Desde el 26 de junio de 2011 el Gobierno central saliente y el que acaba de entrar conoce lo que exige Sheldom Adelson, lo que se suele exigir a un país colonial cuando se pone una plantación de bananas o de caña de azúcar. No ha parecido importarles, porque todo sigue adelante, inflado con cifras propias de la propaganda comunista: inversión directa en diez años de hasta 18.800 millones de euros (¡pero si sólo va a construir edificios, y ese es el precio de tres T-4 en Barajas!) y creación de ¡164.000 empleos directos y 97.000 indirectos!, cuando si existiese algo de periodismo crítico en este país dirían que esa cifra no la consigue ni la creación de una nueva tecnología alfa (tipo Internet o en su momento la siderurgia), cuanto menos un conjunto de casinos.
¡Qué vergüenza!
Es para indignarse, se lo aseguro. Para conseguir esa cifra inventada, Adelson pide reformar el Estatuto de Trabajadores, la Ley de Extranjería (para traer trabajadores de fuera de Europa, los especializados en casinos se supone), dos años de exención en la cuota patronal a la Seguridad Social (y otros tres al 50%) y hacer un Máster en Gestión y Administración de Empresas del Juego, algo a lo que seguro que se apuntan las numerosas universidades privadas de Madrid o Barcelona, cuando no las públicas.
También pide (el anterior enlace es muy completo) auténticas claudicaciones como cesión de suelo público, "expropiaciones de suelo que ya está en manos privadas" (¿por qué? ¿por equipamiento de interés general?) , exclusividad de negocio durante 10 años (Aguirre, ¿dónde está tu liberalismo?), marco regulatorio especial de ¡30 años!, licencias sin concurso, cambiar la ley de blanqueo de capitales (hasta 2.000 euros todo legal), vacaciones fiscales, bonificación en el impuesto de transmisiones patrimoniales, permitir fumar en sus casinos, etc...si, crear un virreinato al lado de una de las dos mayores urbes de España. Esto no es como Macao o Singapur; es peor, mucho peor.
Claro, a pesar de la "inversión directa de hasta 18.800 millones de euros", también pide líneas de AVE, metro, autopistas, trenes...¡toma ya con la inversión!. Y eso es lo que hemos sabido: a saber como estarán llevando las negociaciones entre bambalinas. Adelson ya ha dicho que el país será España (¡ojalá la UE nos salve de esto!) y que la decisión la tomará antes de julio.
Madrid parece la mejor posicionada, aunque a Adams le gusta más Barcelona. En Madrid, encantados. Ahí que posaron con los mismos colores alcaldesa y presidenta hablando de la gran oportunidad que "empezará con un casino" y, a medida que vaya creciendo, acabará, como en los cuentos de Grimm "con seis casinos, doce hoteles de 36.000 plazas, tres campos de golf, nueve teatros, un recinto para ¡15.000 personas"....
Ya lo ha dicho Botella, que está en la alcaldía de Madrid por su valía y no por ser la esposa de Aznar, "es esos 200.000 puestos de trabajo los que nos deben invitar a movernos", refrendada por Aguirre: "es un rayo de luz en estos momentos de oscuridad". Ella, tan anglosajona para lo que le interesa, ha puesto como ejemplo de interveciones legales semejantes los Docklands de Londres.
El puerto de Londres alcanzó su mayor expansión poco después de la II G.M, y desde entonces decayó con la pérdida del imperio y de la propia situación de Reino Unido en el mundo. Decenas de kms. de muelles y atraques quedaron en desuso, y lo mismo en Glasgow, Liverpool, Newcastle y todas las ciudades portuarias e industriales del país. A principios de los ochenta, la zona conocida como la Isla de los Perros (una mínima parte de las Docklands) se erigió como un experimento donde se permitió edificar en altura (un horror para el gusto británico), surgiendo Canary Warf (250 metros de altura), un metro en superficie, sector terciario y demás, con sonoros fracasos como la Cúpula del Milenio de Rogers. Se instalaron bancos y aseguradoras, no casinos. La zona dista mucho de ser un éxito, pero ha funcionado.
Aguirre, como en tantas otras ocasiones, habla de oídas. Las Docklands no son un ejemplo válido, por lo mismo que Madrid no es Londres. Que hable de lo que hicieron en Glasgow, con los mismos planteamientos y saliendo del mismo lugar, y lo que hay ahora: nada, un par de museos, un centro de congresos y la sede de la BBC para Escocia. En 30 kms. de muelles hay 2 kms. ocupados. La regulación legal especial no siempre sirve.
Encima, en este país que nos ha tocado, se plantea para poner casinos, una industria con mucho i+d asociado, mucho progreso y que define un país y una región. ¡Cómo si no supiesen perfectamente lo que viene asociado con el casino y el juego! Y lo van a hacer, les da igual. Lo que pasa en Madrid se queda en Madrid. Manejan todo como si fuese una finca privada de su propiedad. Quizás lo sea. Van a hacer todo lo posible porque lo sea. Y quedará en Madrid.
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La España de la crisis. Lo mejor son los colores de las letras.
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Una magnífica noticia económica. Y cuando acabe el proceso de rebaja de salarios en la que estamos metidos para mejorar nuestra competitividad, será aún mejor. Es la única salida cuando se ha perdido la batalla de la productividad.
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Una pesadilla económica. ¿Por qué las protegidas evolucionan de tal modo que pueden llegar a ser más caras que las libres? Eso es lo que no responde el artículo, porque la respuesta se basa precisamente en que son protegidas y, por tanto, ajenas al devenir del mercado. Relacionado con esto, en este artículo se refleja mi opinión de una manera en la que raras veces me he sentido tan identificado.
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El Benidorn del norte. Que desde 1979 todos sus PGU hayan sido tumbados por los tribunales da buena cuenta del nivel de corrupción de este encantador municipio. Que Rubalcaba veranee desde entonces por ahí también.
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Un artículo bastante decente (y bien escrito) sobre algunos aspectos inmobiliarios. Y este lo complementa.
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En el fondo, esta noticia humaniza a alguien tan inhumano como Erik Honecker.
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Una de las claves de por qué no hay salida a la crisis. Por cierto, por fin se empieza a hablar un poco claramente de estos asuntos y no a brochazos gruesos.