Me alegro sinceramente del triunfo del combinado nacional en la Euro2008 de fútbol. No por mí, sino por toda la gente para la que es un asunto importante, gente que lleva soñando toda la vida con algo como esto, especialmente los emigrantes españoles que hay por el mundo, bastante alejados del estereotipo del Erasmus o del joven profesional que sale fuera a triunfar.
Esta es mi tribu, España. Como dijo un amigo con el que ví la final, "me alegro de haber escogido ser español". No escojemos nuestra nacionalidad, la patria nos viene impuesta en un proceso de culturización inevitable y necesario. No es mejor ni peor, es la que nos ha tocado. Lo he tenido muy claro desde muy joven: ningún país o nación es mejor que otro, simplemente por el hecho de ser. España es la mejor selección de fútbol de Europa. Bien. Y punto.
Sin embargo, existen catalizadores que exacerban ese sentimiento de pertenencia identitario, tribal. El fútbol es uno de ellos. Ya ven la que se ha montado en las últimas horas. Yo nunca había visto a la Familia Real, tan admirable en la mayor parte de su faceta pública, tan contentos. Ni siquiera en Barcelona 92. Por cierto, que triste debe ser Rey o Príncipe y no poder celebrar la alegría con un abrazo o un beso con tu pareja. El fútbol, que deporte más pasional.
No hace mucho una conocida marca deportiva lanzó el eslogan "Ser español ya no es una excusa: es una responsabilidad". ¿Por qué tengo que ser responsable de algo que no he escogido ser? ¿De una identidad que se configura por acciones colectivas en las que no puedo intervenir? En el mundo que se avecina la identidad será la duda fundamental del ser humano: superada la época en que se definía por la clase -ahora todo es "clase media", aunque tu piso sea del banco-, nos ha quedado un siniestro panorama de género, raza, voto político y lo que dice tu pasaporte.
Fíjense en los fastos de ayer. A las regiones simpáticas como Asturias -siempre aprovechan cualquier oportunidad para el lucimiento paleto- o Andalucía se les deja lucir su bandera. Pobre de Xavi -obligado a gritar "¡Viva España!" por sus compañeros, y aún así lo hizo entre risas- o Cesc como se les hubiese ocurrido lucir una senyera; o Xabi Alonso, muy retraído en las celebraciones, y cuyo gesto torcido a eso de las 22:00 hizo que Angels Barceló no les hiciese tragar un aburrido vídeo de algo que ya habían visto, porque lo vivieron. La ikurriña no existe. Ayer no se podían lucir esas banderas regionales: los hubiesen abucheado. Ellos también son españoles, aunque no lo hayan escogido. O aunque no quisiesen.
Atrás queda la polémica de si Puyol se bajaba las medias para no lucir la bandera -polémica orquestada por Marca-, y otras lecturas políticas que se han querido hacer de la selección de fútbol. Es simplemente un combinado nacional -ojo a la expresión deportiva, muy extrapolable a la política- de los considerados mejores jugadores por un seleccionador: hasta su propio nombre lo dice, seleccionador. Cuando se gana, todo se ve de color rosa. Yo creo que España es mucho más que el fútbol, o que haya seis catalanes, tres andaluces, un canario, un vasco, dos asturianos y ningún gallego -dato no del todo baladí- en la selección. Es más, esto es lo más normal.
Lo dice el artículo segundo de nuestra Constitución, que tampoco pude votar, pero que acato: "La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles, y reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran y la solidaridad entre todas ellas". Qué pena que no se haya utilizado la fiesta del fútbol para recordar esto, que España une a lo que es diferente de partida, y lo une para bien, para obtener objetivos compartidos más ambiciosos. Ha quedado solo el grito ronco de la tribu, ese del bote de "yo soy español, español, español", cuando si pasan otros 44 años hasta el siguiente título el combinado nacional va a ser de muchos colores, razas y étnias: ellos, y sus padres, habrán escogido ser españoles. Y solo por eso van a ser mucho más españoles que los demás.
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Un monstruo surgido de la Eurocopa.